Castigar a lo estúpido

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

En asuntos de seguridad pública la realidad impone condiciones, establece normas no escritas. Encontrar y rescatar a un secuestrado requiere superar escollos sin número determinado, porque todo puede depender del estado de ánimo del secuestrador, de la cantidad de droga que se hayan metido él y quienes lo acompañan, de la codicia, de la inexperiencia de quien tiene en sus manos una vida ajena.

Rescatar a un secuestrado conlleva riesgos para las tres partes involucradas: la víctima, los victimarios y la autoridad responsable del operativo para “extraer” con vida a la persona sobre la cual se estableció un precio. En épocas turbulentas, como las que hoy aquejan a México, son más factibles los fracasos que los éxitos, pero la autoridad hace caso omiso de la sombra que se cierne sobre ella, se esfuerza por cumplir con su deber. ¡Claro que están los que se corrompen!, pero también hay policías profesionales, no se puede decir que buenos, porque bueno sólo lo es Dios.

Supe en su oportunidad de la muerte de Yolanda Ceballos Coppel, ocurrida cuando un operativo de la Procuraduría de Justicia del D.F. falló, como ocurrió con el de Fernando Martí, Silvia Vargas Escalera, y otros cuyo anonimato impide saber del exacto número de fracasos.

Es necesario partir del hecho de que los secuestradores están armados, que se van a defender y, lo que es muy posible y debieron arrojar las autopsias, se mantienen a base de estupefacientes para no vencerse ante el riesgo, ante el peligro de morir ellos mismos, lo que los convierte en seres erráticos y peligrosos.

Por ello me sorprende la orden de aprehensión girada a Javier Cerón Martínez, Jesús Jiménez Granados y Juan Maya Avilés, responsables de delinear y aplicar el operativo para rescatar a Yolanda Ceballos Coppel, como si el éxito en una acción en la que están de por medio armas de fuego y delincuentes dispuestos a matar y morir, estuviese garantizado.

No conozco a los supuestos indiciados, poco sé de sus vidas y antecedentes, lo que sí puede deducirse es que si no se comprueba que estaban ligados a los secuestradores, es estúpido pretender sancionarlos porque la realidad se impuso a la necesidad de encontrar las condiciones ideales para hacer un rescate de esa importancia.

Empiecen a proceder de manera que quienes tienen ganas de hacer su trabajo puedan ser sancionados, exhibidos y sometidos a escarnio público, y no encontrarán a nadie que esté dispuesto a sacrificarse por la vida de otro, pues en eso se resume el rescate de una persona secuestrada, llámese como se llame. Mientras tanto, los verdaderos cómplices, los impunes, depositan en sus cuentas bancarias.

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