Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
La elección para gobernador de Michoacán tomó otra temperatura con el asesinato del alcalde de La Piedad la semana pasada. El crimen tendrá un impacto entre el electorado, y como ha sucedido en cada elección tocada por la violencia en los últimos años –salvo Guerrero, por las características culturales de su sociedad-, es previsible que se eleve el abstencionismo. Pero la muerte de Ricardo Guzmán –que es lo más grave de todo-, no es un hecho aislado, sino parte de una secuela de eventos que impregnan de escalofríos al cuerpo en la perspectiva de 2012.
Guzmán fue asesinado, de acuerdo con testimonios y la procuraduría estatal de un solo tiro al pecho, disparado desde un vehículo en movimiento. Este tipo de crimen sólo pueden realizarlo alguien con mucha suerte y tino, o un profesional. Pero en ninguno de los dos casos, el modus operandi es el del crimen organizado, como todas las fuerzas políticas, sin información en la mano, se apresuraron a señalar.
La procuraduría michoacana tiene como una de sus principales líneas de investigación al cártel Jalisco Nueva Generación, que es una rama del cártel del Pacífico. Al igual que la velocidad de los políticos para acusar al narcotráfico, se podría alegar una velocidad extraña de la procuraduría por pegar el crimen a los cárteles. Se agradece lo expedito de su trabajo, pero enmarcarlo en la delincuencia organizada cuando el asesinato rompe con su molde de ejecución, sólo levanta el polvo y oculta otros factores.
Si para efectos de argumentación la hipótesis del narcotráfico es la correcta, se podría presumir también que hay un mensaje implícito en el asesinato, pues Guzmán era muy cercano a la candidata del PAN, Luis María Calderón, tenía buena relación con su hermano el Presidente, y apoyaba al aspirante presidencial Ernesto Cordero. O sea, en esa línea de pensamiento, el mensaje es en contra el presidente Felipe Calderón y todo lo que representa, por haber iniciado la guerra contra el narcotráfico y, en el caso particular de Michoacán, por estar a punto de extinguir a la Familia y a su reencarnación, Los Caballeros Templararios.
La candidata Calderón asegura que no hay narco mensaje en el crimen. Después de todo, la ayuda en su lucha por la gubernatura, por el factor emotivo y porque estimula el abstencionismo. La clave del triunfo en Michoacán estará en la movilización de las estructuras, donde el más perjudicado es el PRI, cuya maquinaria electoral es más débil ante las del PRD y el PAN.
El PRI, que históricamente es más favorecido por el abstencionismo, en Michoacán puede resultar el más afectado por el crimen, porque la ventaja de su candidato se encontraba principalmente en los electores independientes, que al no tener lazos de lealtad o sujetos al clientelismo, son quienes reaccionan de manera más clara ante la violencia, no acudiendo a las urnas. No es lo único, empero, que le ha pasado.
Dos fuentes del PRI confirmaron que varios de los operadores políticos enviados a Michoacán para ayudar la campaña, fueron sacados del estado por el narcotráfico. Según dijeron, los narcotraficantes fueron directamente a ellos y les dieron un plazo para que dejaran el estado, algo que vivieron antes en Guerrero. No les hicieron daño, pero les impidieron seguir trabajando. El que los hayan neutralizado es tan extraño y asombroso como el asesino de Guzmán, que de un balazo lo mató.
La mezcla michoacana de política y narcotráfico, con la información disponible hasta ahora, no permite distinguir en dónde termina una y empieza el otro, ni tampoco a quién realmente beneficia o perjudica. Menos aún si hay una mano que mece toda la cuna o son fuerzas autónomas que se cruzan con objetivos distintos. En cualquier caso Michoacán, como primera estación de la sucesión presidencial, no puede convertirse en la Cassandra de 2012, que se dibuja en estos actos misteriosos y violentos de quienes no quieren darse cuenta que hay fuego con el que no se juega.
La elección para gobernador de Michoacán tomó otra temperatura con el asesinato del alcalde de La Piedad la semana pasada. El crimen tendrá un impacto entre el electorado, y como ha sucedido en cada elección tocada por la violencia en los últimos años –salvo Guerrero, por las características culturales de su sociedad-, es previsible que se eleve el abstencionismo. Pero la muerte de Ricardo Guzmán –que es lo más grave de todo-, no es un hecho aislado, sino parte de una secuela de eventos que impregnan de escalofríos al cuerpo en la perspectiva de 2012.
Guzmán fue asesinado, de acuerdo con testimonios y la procuraduría estatal de un solo tiro al pecho, disparado desde un vehículo en movimiento. Este tipo de crimen sólo pueden realizarlo alguien con mucha suerte y tino, o un profesional. Pero en ninguno de los dos casos, el modus operandi es el del crimen organizado, como todas las fuerzas políticas, sin información en la mano, se apresuraron a señalar.
La procuraduría michoacana tiene como una de sus principales líneas de investigación al cártel Jalisco Nueva Generación, que es una rama del cártel del Pacífico. Al igual que la velocidad de los políticos para acusar al narcotráfico, se podría alegar una velocidad extraña de la procuraduría por pegar el crimen a los cárteles. Se agradece lo expedito de su trabajo, pero enmarcarlo en la delincuencia organizada cuando el asesinato rompe con su molde de ejecución, sólo levanta el polvo y oculta otros factores.
Si para efectos de argumentación la hipótesis del narcotráfico es la correcta, se podría presumir también que hay un mensaje implícito en el asesinato, pues Guzmán era muy cercano a la candidata del PAN, Luis María Calderón, tenía buena relación con su hermano el Presidente, y apoyaba al aspirante presidencial Ernesto Cordero. O sea, en esa línea de pensamiento, el mensaje es en contra el presidente Felipe Calderón y todo lo que representa, por haber iniciado la guerra contra el narcotráfico y, en el caso particular de Michoacán, por estar a punto de extinguir a la Familia y a su reencarnación, Los Caballeros Templararios.
La candidata Calderón asegura que no hay narco mensaje en el crimen. Después de todo, la ayuda en su lucha por la gubernatura, por el factor emotivo y porque estimula el abstencionismo. La clave del triunfo en Michoacán estará en la movilización de las estructuras, donde el más perjudicado es el PRI, cuya maquinaria electoral es más débil ante las del PRD y el PAN.
El PRI, que históricamente es más favorecido por el abstencionismo, en Michoacán puede resultar el más afectado por el crimen, porque la ventaja de su candidato se encontraba principalmente en los electores independientes, que al no tener lazos de lealtad o sujetos al clientelismo, son quienes reaccionan de manera más clara ante la violencia, no acudiendo a las urnas. No es lo único, empero, que le ha pasado.
Dos fuentes del PRI confirmaron que varios de los operadores políticos enviados a Michoacán para ayudar la campaña, fueron sacados del estado por el narcotráfico. Según dijeron, los narcotraficantes fueron directamente a ellos y les dieron un plazo para que dejaran el estado, algo que vivieron antes en Guerrero. No les hicieron daño, pero les impidieron seguir trabajando. El que los hayan neutralizado es tan extraño y asombroso como el asesino de Guzmán, que de un balazo lo mató.
La mezcla michoacana de política y narcotráfico, con la información disponible hasta ahora, no permite distinguir en dónde termina una y empieza el otro, ni tampoco a quién realmente beneficia o perjudica. Menos aún si hay una mano que mece toda la cuna o son fuerzas autónomas que se cruzan con objetivos distintos. En cualquier caso Michoacán, como primera estación de la sucesión presidencial, no puede convertirse en la Cassandra de 2012, que se dibuja en estos actos misteriosos y violentos de quienes no quieren darse cuenta que hay fuego con el que no se juega.
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