Jorge Fernández Menéndez
Nepomuceno Moreno Muñoz, un hombre de 56 años, que participó en el movimiento de Javier Sicilia y que estaba buscando a su hijo Jorge, de 19 años, que a su vez había sido secuestrado en Ciudad Obregón junto con otros tres jóvenes y que está desaparecido desde entonces, fue asesinado el lunes en Hermosillo. Nepomuceno acusaba a la Policía Ministerial de haber secuestrado a su hijo y decía contar con pruebas para ello: con el celular de su hijo, decía, aunque no tenía las pruebas de ello, se habían realizado tres llamadas desde las oficinas de la policía investigadora de Obregón.
El asesinato de Nepomuceno, un hombre muy mediático, y el secuestro de su hijo, son injustificables, deben ser perseguidos y castigados. Pero llama profundamente la atención que, sólo como un pie de página, se consigne que Nepomuceno acababa de salir de la cárcel, hace apenas un año y medio, cuando fue secuestrado su hijo Jorge. Que había cumplido condena por haber asesinado a una guardia de seguridad de un condominio donde había ingresado con otros hombres para atacar, con rifles de asalto, una residencia. Fue detenido en el lugar y el momento de los hechos. No es un dato menor: Nepomuceno tenía todo el derecho del mundo de buscar a su hijo, pero no sé si en realidad era un activista, en el fondo, conociendo la historia, queda la sospecha de que todo se trató de un ajuste de cuentas entre grupos criminales. Quizá por eso, algunos de estos grupos jamás condenan a los criminales, pero siempre sí a las autoridades que los combaten.
Casos como el suyo hay muchos. Rafael Cedeño, aquel jefe de La Familia Michoacana, se ostentaba como visitador de la Comisión de Derechos Humanos en Michoacán, y era conocido por haber organizado varias manifestaciones pidiendo el retiro de las fuerzas de seguridad federales del estado, acusándolas de violación a los derechos humanos. Cuando fue detenido se supo, no sólo que era uno de los ideólogos de La Familia (y según dice en alguna conversación telefónica grabada Servando Gómez, La Tuta, ahora es un testigo protegido de las autoridades), sino que incluso administraba supuestos centros de rehabilitación de adictos donde, en realidad, se hacia labor de proselitismo y captación para el cártel de La Familia. Eso sí, dicen que El Cede es un hombre profundamente religioso, creyente.
Fernando Vallejo es un escritor extraordinario que se hizo famoso escribiendo sobre su natal Colombia. Su libro La Virgen de los Sicarios lo llevó a la fama. Desde hace años vive en México donde, como muchos (incluido este autor), adoptó la nacionalidad mexicana por convicción. Vallejo recibió el premio de lenguas romances de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, un galardón de 150 mil dólares financiado por el gobierno mexicano. Vallejo aprovechó la oportunidad para ofrecer un discurso muy en su estilo: tiene todo el derecho del mundo a hacerlo. Un discurso de amor a México, donde atacó al PRI y al PAN. A los primeros los calificó de criminales y corruptos; al ex presidente Fox lo menos que le dijo fue que era un burro que sólo rebuznaba. Se fue contra la Iglesia y dijo que Jesús nunca existió. Tuvo para el PRI y el PAN, la Iglesia y las instituciones que lo premiaron, pero no hubo una sola palabra contra los grupos criminales. Está en su derecho. Pero concluyó con una frase: “No te dejes engañar —dijo Vallejo— por los bribones de la democracia, y recuerda siempre que no hay servidores públicos sino aprovechadores públicos. Escoger al malo para evitar al peor es inmoral. No alcahuetees a ninguno de estos sinvergüenzas con tu voto. Que el que llegue, llegue respaldado por el viento y por el voto de su madre. Y si por la falta de tu voto, porque el día de las elecciones no saliste a votar, un tirano se apodera de tu país, ¡mátalo!” A eso no tiene derecho Vallejo: acusar de tirano al que llegue al poder por el voto y si llega instigar a matarlo, al tiranicidio, es criminal. Es colocarse en el mismo nivel moral de los sicarios de los que habla Vallejo en su obra.
Al procurador capitalino Miguel Ángel Mancera le enviaron un paquete bomba que fue detectado a tiempo, se lo atribuyó un grupo de Guerrero, aunque se dice que también podría ser enviado por esta organización entre anarquista y ecologista que ha realizado ya varios atentados en la Ciudad de México. Al mismo tiempo, otro paquete bomba fue enviado al cardenal Norberto Rivera. También fue desmantelado antes de que explotara.
Con las banderas de la justicia, de la libertad, de los derechos humanos, de la ecología y de la libertad religiosa, se pueden decir muchas tonterías y cometer muchos crímenes. El problema es cuando unas alimentan a los otros.
Nepomuceno Moreno Muñoz, un hombre de 56 años, que participó en el movimiento de Javier Sicilia y que estaba buscando a su hijo Jorge, de 19 años, que a su vez había sido secuestrado en Ciudad Obregón junto con otros tres jóvenes y que está desaparecido desde entonces, fue asesinado el lunes en Hermosillo. Nepomuceno acusaba a la Policía Ministerial de haber secuestrado a su hijo y decía contar con pruebas para ello: con el celular de su hijo, decía, aunque no tenía las pruebas de ello, se habían realizado tres llamadas desde las oficinas de la policía investigadora de Obregón.
El asesinato de Nepomuceno, un hombre muy mediático, y el secuestro de su hijo, son injustificables, deben ser perseguidos y castigados. Pero llama profundamente la atención que, sólo como un pie de página, se consigne que Nepomuceno acababa de salir de la cárcel, hace apenas un año y medio, cuando fue secuestrado su hijo Jorge. Que había cumplido condena por haber asesinado a una guardia de seguridad de un condominio donde había ingresado con otros hombres para atacar, con rifles de asalto, una residencia. Fue detenido en el lugar y el momento de los hechos. No es un dato menor: Nepomuceno tenía todo el derecho del mundo de buscar a su hijo, pero no sé si en realidad era un activista, en el fondo, conociendo la historia, queda la sospecha de que todo se trató de un ajuste de cuentas entre grupos criminales. Quizá por eso, algunos de estos grupos jamás condenan a los criminales, pero siempre sí a las autoridades que los combaten.
Casos como el suyo hay muchos. Rafael Cedeño, aquel jefe de La Familia Michoacana, se ostentaba como visitador de la Comisión de Derechos Humanos en Michoacán, y era conocido por haber organizado varias manifestaciones pidiendo el retiro de las fuerzas de seguridad federales del estado, acusándolas de violación a los derechos humanos. Cuando fue detenido se supo, no sólo que era uno de los ideólogos de La Familia (y según dice en alguna conversación telefónica grabada Servando Gómez, La Tuta, ahora es un testigo protegido de las autoridades), sino que incluso administraba supuestos centros de rehabilitación de adictos donde, en realidad, se hacia labor de proselitismo y captación para el cártel de La Familia. Eso sí, dicen que El Cede es un hombre profundamente religioso, creyente.
Fernando Vallejo es un escritor extraordinario que se hizo famoso escribiendo sobre su natal Colombia. Su libro La Virgen de los Sicarios lo llevó a la fama. Desde hace años vive en México donde, como muchos (incluido este autor), adoptó la nacionalidad mexicana por convicción. Vallejo recibió el premio de lenguas romances de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, un galardón de 150 mil dólares financiado por el gobierno mexicano. Vallejo aprovechó la oportunidad para ofrecer un discurso muy en su estilo: tiene todo el derecho del mundo a hacerlo. Un discurso de amor a México, donde atacó al PRI y al PAN. A los primeros los calificó de criminales y corruptos; al ex presidente Fox lo menos que le dijo fue que era un burro que sólo rebuznaba. Se fue contra la Iglesia y dijo que Jesús nunca existió. Tuvo para el PRI y el PAN, la Iglesia y las instituciones que lo premiaron, pero no hubo una sola palabra contra los grupos criminales. Está en su derecho. Pero concluyó con una frase: “No te dejes engañar —dijo Vallejo— por los bribones de la democracia, y recuerda siempre que no hay servidores públicos sino aprovechadores públicos. Escoger al malo para evitar al peor es inmoral. No alcahuetees a ninguno de estos sinvergüenzas con tu voto. Que el que llegue, llegue respaldado por el viento y por el voto de su madre. Y si por la falta de tu voto, porque el día de las elecciones no saliste a votar, un tirano se apodera de tu país, ¡mátalo!” A eso no tiene derecho Vallejo: acusar de tirano al que llegue al poder por el voto y si llega instigar a matarlo, al tiranicidio, es criminal. Es colocarse en el mismo nivel moral de los sicarios de los que habla Vallejo en su obra.
Al procurador capitalino Miguel Ángel Mancera le enviaron un paquete bomba que fue detectado a tiempo, se lo atribuyó un grupo de Guerrero, aunque se dice que también podría ser enviado por esta organización entre anarquista y ecologista que ha realizado ya varios atentados en la Ciudad de México. Al mismo tiempo, otro paquete bomba fue enviado al cardenal Norberto Rivera. También fue desmantelado antes de que explotara.
Con las banderas de la justicia, de la libertad, de los derechos humanos, de la ecología y de la libertad religiosa, se pueden decir muchas tonterías y cometer muchos crímenes. El problema es cuando unas alimentan a los otros.
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