Elecciones enturbiadas

Riesgo de lucro fúnebre
Cocoa en el banquillo

Julio Hernández López / Astillero


El asesinato del panista presidente municipal de La Piedad enturbia peligrosamente las elecciones de Michoacán, dota de una bandera sentimentalmente redituable a la abanderada de blanco y azul y aporta un ominoso adelanto de lo que puede suceder en el curso no sólo de los comicios que dentro de 10 días pondrán a prueba la capacidad de los bandos en conflicto regional (el calderonismo, el peñanietismo y el perredismo-cardenista), sino de los delicados comicios federales del año entrante, con el telón de fondo del narcotráfico manejado con sentido político y electoral por diversos factores de poder.

Michoacán ha sido intencionalmente descompuesto desde Los Pinos en busca de imponer a la hermana apodada Cocoa como avanzada de la nueva dinastía calderonista. Allí, en su estado natal, el belicoso Felipe estrenó sus planes de control social y avasallamiento del adversario mediante tropas y tretas legaloides, al grado de llevar a la cárcel a decenas de presidentes municipales y funcionarios de sello perredista que largo tiempo después recuperaron la libertad sin que el aparato federal lograra demostrar sus presuntas culpas.

Aprovechando la ineficacia política del rebasado Leonel Godoy, quien permitió la continuidad invasiva de los poderes del narcotráfico que ya habían despuntado desde la administración del complaciente Lázaro Cárdenas Batel, el gobierno calderonista sumió a la entidad en una pesadilla de violencia que constituyó la plataforma de lanzamiento de la candidatura largamente premeditada de la hermana Cocoa, a cuyos propósitos electorales ese gobierno federal ha puesto cuanto le ha sido posible, en una distorsión ética y política que coloca en una competencia evidentemente desigual y abusiva a una familiar directa de quien ejerce el máximo poder nacional (aberración semejante a la cometida en Coahuila, donde un hermano Moreira dejó el poder a otro, aunque simulando un gobierno interino de transición).

Escritas las presentes líneas apenas con información mínima sobre lo sucedido en La Piedad, ha de señalarse de entrada que el asesinato pone en tela de duda la viabilidad del proceso electoral en Michoacán, lo que no sería sino la confirmación de una especulación alentada por Los Pinos, al grado de que antes del inicio de las sabidamente peligrosas campañas, se promovió un encuentro sugerente entre los presidentes de los tres principales partidos políticos y dirigentes empresariales del estado, que estarían de acuerdo en presentar un candidato de consenso que de esa manera llegaría tersamente a las urnas ya convertidas así en mero trámite a cumplir.

Por otra parte, es natural que los más agraviados por un crimen de esta naturaleza sean los propios militantes y directivos del partido al que pertenecía el caído. Varios de ellos manifestaron su repudio a la violencia y ensalzaron las virtudes del difunto. Con la inmediatez que permite el Twitter, la propia candidata Luisa María Calderón Hinojosa escribió apenas unos minutos después de que se confirmó la muerte del alcalde (con la singular forma de redacción que permite y a veces exige el tuiteo) : El democrat Ricardo Guzman murio de un balazo en la nuca Pero somos cientos de mles los que saldremos a cambiar de gobierno, él así lo querla.

Los panistas, y en especial la desesperada candidata Cocoa y el desesperado jefe de su campaña, Felipe Calderón, deben evitar con pulcritud y elegancia que lo sucedido en La Piedad sea adjudicado, en el ambiente político tan propicio para el florecimiento de sospechas y dudas, a maniobras de corte electoral, sobre todo si se toma en cuenta que el aprovechamiento sentimentalista de los hechos puede terminar favoreciendo intereses partidistas a 10 días de unas elecciones en las que, aparentemente, el PRI, con su candidato Fausto Vallejo, se mantenía con firmes posibilidades de ganar.

A reserva de conocer nueva y mejor información sobre el caso, aparece con más nitidez en el horizonte el fantasma dibujado desde el principio del actual ejercicio sexenal y que conforme se acerca 2012 va tomando más fuerza escénica: las elecciones federales y su consecuente transmisión pacífica y ordenada del poder han sido sometidas a la lógica de una guerra que ha trastocado la institucionalidad del país, ha impuesto el terror social como forma de control, ha inhibido la participación política y electoral, y ahora será enfrentada al monigote políticamente manipulado de la violencia criminal.

El golpe de ayer en La Piedad se ha producido, por lo demás, en el contexto del sometimiento de Luisa María Calderón Hinojosa y Fausto Vallejo a diligencias judiciales bajo acusación de repartir dinero en efectivo con presuntos fines de proselitismo electoral y de utilizar tarjetas de promoción de sus candidaturas (La ganadora, ella; La efectiva, él) que, a semejanza de lo hecho en otras entidades por políticos de los principales partidos en contienda, pretende ligar la entrega de obras y servicios a que el promovente de esa tarjeta sea llevado a la gubernatura por los votantes, así condicionados e inducidos a determinar su voto en razón de una apenas disfrazada variante de la simple y vulgar compra de sufragios.

La colocación de la hermana del ocupante de Los Pinos frente al escritorio del fiscal estatal de asuntos electorales pareciera una provocación mayor, a pesar de que similar diligencia se realizó con el candidato priísta. Por lo pronto, el escenario michoacano se ha transformado violentamente el mismo día en que fue llevado al banquillo de los acusados, con impacto escenográfico pero tal vez sin consecuencias punitivas, uno de los Calderón Hinojosa (otro, Felipe, está acusado ante la Corte Penal Internacional por el asesinato de decenas de miles de mexicanos, y José Luis ha sido largamente acusado de actos de corrupción al frente del organismo de agua potable y alcantarillado de Morelia, que dejó en quiebra antes de renunciar al cargo para pasar a colaborar en la campaña de su hermana). ¡Hasta mañana!

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