PRI restituye alianzas
Explicaciones nubosas
PGR: el delito de tuitear
Julio Hernández López / Astillero
El carácter arrebatado y caprichoso de algunos miembros de la familia Calderón Hinojosa se ha hecho presente en el primer resultado provisional de la contienda entre cárteles políticos que en Michoacán ha colocado a la cabeza de las marrullerías incluso delictivas al candidato del PRI, Fausto Vallejo. A diferencia del tono presuntamente festivo con que se presentaba en la noche del domingo la candidata autodenominada Cocoa, cuando hablaba de un triunfo según eso irrefutable, horas después, ya que fue conocido el desenlace del programa de resultados preliminares, apareció con un semblante sombrío e hizo referencias graves –que obviamente no había hecho cuando se daba por victoriosa– respecto de narcotraficantes que habrían distorsionado el sentir popular en las urnas, con tanto poder que a pesar del enorme despliegue de fuerzas federales en la entidad y de los discursos felipistas de avance en la guerra contra el mercadeo de drogas habrían ejercido pleno control de poblaciones del sur de la entidad (no me ayudes, hermana, podría refunfuñar el ocupante de Los Pinos ante las reveladoras declaraciones de Cocoa).
La hermana del hermano se mostró emberrinchada porque las malas artes desplegadas durante su campaña no fueron suficientes para vencer a las bandas de tres colores que operaron en la entidad conforme a los manuales de adulteración electoral practicados en otras entidades, más la restituida alianza con ciertos poderes fácticos de Michoacán, cargados al negro y amarillo en los cuatro años anteriores (sobre todo en relación con Julio Godoy) y ahora orientados conforme a los aires que presagian el retorno negociador del PRI a Los Pinos.
En ese cuadro oscuro, la candidata Cocoa pareciera estar incluso dispuesta a reivindicar para su causa el reclamo de limpieza electoral mediante un estribillo recompuesto: Despensa por despensa, varilla por varilla. Como si se estuviera ante una caricaturización de 2006, la hermana del beneficiario de un fraude electoral (gracias al cual ahora pudo ser candidata y contar con recursos abundantes) se niega a aceptar los números preliminares que la afectan, ha pedido que se investiguen ciertos resultados de casillas, ha denunciado a algo parecido a una mafia del poder (la de los narcotraficantes adversos) y habrá de verse si Los Pinos la designa gobernadora familiar legítima.
Haiga sido como haiga sido, Fausto Vallejo y el PRI se dan por ganadores y esperan que los órganos electorales correspondientes convaliden su victoria, que en cifras preliminares tiene una diferencia a favor casi cinco veces mayor a la que Felipe Calderón se adjudicó en 2006 para quedarse con la Presidencia de la República (2.72 por ciento ahora, 0.56 por ciento cinco años atrás). Sin embargo, tampoco hay esencia benigna en los mejunjes de peñanietismo utilizados para conjurar el fantasma del calderonismo en Michoacán. Ha ganado el clásico PRI de los ríos de dinero blanco, gris y negro, con brigadas de mapachería experta aliadas con los jefes lugareños que apuestan a las habilidades de concertación del priísmo para recomponer el gran negocio histórico de la región, consolidado durante el perredismo complaciente de Lazarito y Leonel, confrontado sangrientamente por el vengativo Felipe en busca de reacomodos gerenciales, y ahora esperanzado en que a Los Pinos regresen los nuevos tiempos del viejo PRI acicalado con gel.
El flanco perredista es de desastre. Silvano Aureoles no levantó vuelo y ayer mismo, desde su tercer lugar, anunciaba su pretensión de que el proceso electoral sea anulado (coincidente con el presidente nacional del PRD, Jesús Zambrano), mientras el coordinador del Dia, Manuel Camacho, exhortaba a aceptar los resultados formales. Sin reflexión profunda, movidos por el inmediatismo electoral y la ambición de migajas, divididos entre el colaboracionismo con Calderón y la apuesta a la personalidad de un líder reformista, los perredistas no aciertan a diseñar un plan viable de recuperación y crecimiento. Falta ver incluso el desenlace del episodio de los sondeos de opinión y la presunta definición inmediata del candidato presidencial de las izquierdas.
A la nubosidad política y electoral se suma la característica habilidad del calderonismo para impregnar de tufo de sospecha todo lo que toca con presuntos ánimos esclarecedores. Ahora ha sido el turno del caso del helicóptero en que viajaban el secretario de Gobernación, José Francisco Blake, y otros funcionarios y personal militar. Se está ante el enigmático fracaso de la perfección: según todo lo que hasta hoy se ha dicho, no habría razón aceptable para que se produjera la caída del aparato que pretendía llegar a Cuernavaca. Todo funcionaba bien y todo estaba en orden (el hermano de un copiloto dijo haber escuchado de su consanguíneo días atrás que la nave tenía fallas, pero la autoridad ya explicó que no eran para preocuparse). Y sin embargo... se cayó.
Un arrebato de tinte fascistoide pareciera, sin embargo, sugerir que en los altos niveles políticos no se está plenamente convencido de que hubiera sido un accidente. El diseñador gráfico de 26 años Mario Flores Vargas fue detenido por diez elementos de la PGR, que viajaban en cinco patrullas, por tuitear, como @mareoflores, en términos irónicos respecto a muertes de panistas. Flores fue apresado en su casa, sin orden de aprehensión, para llevarlo a declarar sobre el mensaje que había escrito: No salía tan temprano del trabajo desde que se cayó la avioneta de Mouriño. Anden con cuidado, funcionarios voladores. La PGR dejó en libertad al tuitero luego de entender que “hasta este momento, no existe relación entre la publicación del tweet y el accidente aéreo”. Aparte de la extrema intolerancia amenazante de la autoridad federal (¿arrebatos, caprichos de algún miembro de la familia Calderón Hinojosa?), esa acometida policiaca contradice la tesis oficial del accidente solitario. ¡Hasta mañana, con la telenovela regiomontana de los quesos entrando a la fase del perdón!
Explicaciones nubosas
PGR: el delito de tuitear
Julio Hernández López / Astillero
El carácter arrebatado y caprichoso de algunos miembros de la familia Calderón Hinojosa se ha hecho presente en el primer resultado provisional de la contienda entre cárteles políticos que en Michoacán ha colocado a la cabeza de las marrullerías incluso delictivas al candidato del PRI, Fausto Vallejo. A diferencia del tono presuntamente festivo con que se presentaba en la noche del domingo la candidata autodenominada Cocoa, cuando hablaba de un triunfo según eso irrefutable, horas después, ya que fue conocido el desenlace del programa de resultados preliminares, apareció con un semblante sombrío e hizo referencias graves –que obviamente no había hecho cuando se daba por victoriosa– respecto de narcotraficantes que habrían distorsionado el sentir popular en las urnas, con tanto poder que a pesar del enorme despliegue de fuerzas federales en la entidad y de los discursos felipistas de avance en la guerra contra el mercadeo de drogas habrían ejercido pleno control de poblaciones del sur de la entidad (no me ayudes, hermana, podría refunfuñar el ocupante de Los Pinos ante las reveladoras declaraciones de Cocoa).
La hermana del hermano se mostró emberrinchada porque las malas artes desplegadas durante su campaña no fueron suficientes para vencer a las bandas de tres colores que operaron en la entidad conforme a los manuales de adulteración electoral practicados en otras entidades, más la restituida alianza con ciertos poderes fácticos de Michoacán, cargados al negro y amarillo en los cuatro años anteriores (sobre todo en relación con Julio Godoy) y ahora orientados conforme a los aires que presagian el retorno negociador del PRI a Los Pinos.
En ese cuadro oscuro, la candidata Cocoa pareciera estar incluso dispuesta a reivindicar para su causa el reclamo de limpieza electoral mediante un estribillo recompuesto: Despensa por despensa, varilla por varilla. Como si se estuviera ante una caricaturización de 2006, la hermana del beneficiario de un fraude electoral (gracias al cual ahora pudo ser candidata y contar con recursos abundantes) se niega a aceptar los números preliminares que la afectan, ha pedido que se investiguen ciertos resultados de casillas, ha denunciado a algo parecido a una mafia del poder (la de los narcotraficantes adversos) y habrá de verse si Los Pinos la designa gobernadora familiar legítima.
Haiga sido como haiga sido, Fausto Vallejo y el PRI se dan por ganadores y esperan que los órganos electorales correspondientes convaliden su victoria, que en cifras preliminares tiene una diferencia a favor casi cinco veces mayor a la que Felipe Calderón se adjudicó en 2006 para quedarse con la Presidencia de la República (2.72 por ciento ahora, 0.56 por ciento cinco años atrás). Sin embargo, tampoco hay esencia benigna en los mejunjes de peñanietismo utilizados para conjurar el fantasma del calderonismo en Michoacán. Ha ganado el clásico PRI de los ríos de dinero blanco, gris y negro, con brigadas de mapachería experta aliadas con los jefes lugareños que apuestan a las habilidades de concertación del priísmo para recomponer el gran negocio histórico de la región, consolidado durante el perredismo complaciente de Lazarito y Leonel, confrontado sangrientamente por el vengativo Felipe en busca de reacomodos gerenciales, y ahora esperanzado en que a Los Pinos regresen los nuevos tiempos del viejo PRI acicalado con gel.
El flanco perredista es de desastre. Silvano Aureoles no levantó vuelo y ayer mismo, desde su tercer lugar, anunciaba su pretensión de que el proceso electoral sea anulado (coincidente con el presidente nacional del PRD, Jesús Zambrano), mientras el coordinador del Dia, Manuel Camacho, exhortaba a aceptar los resultados formales. Sin reflexión profunda, movidos por el inmediatismo electoral y la ambición de migajas, divididos entre el colaboracionismo con Calderón y la apuesta a la personalidad de un líder reformista, los perredistas no aciertan a diseñar un plan viable de recuperación y crecimiento. Falta ver incluso el desenlace del episodio de los sondeos de opinión y la presunta definición inmediata del candidato presidencial de las izquierdas.
A la nubosidad política y electoral se suma la característica habilidad del calderonismo para impregnar de tufo de sospecha todo lo que toca con presuntos ánimos esclarecedores. Ahora ha sido el turno del caso del helicóptero en que viajaban el secretario de Gobernación, José Francisco Blake, y otros funcionarios y personal militar. Se está ante el enigmático fracaso de la perfección: según todo lo que hasta hoy se ha dicho, no habría razón aceptable para que se produjera la caída del aparato que pretendía llegar a Cuernavaca. Todo funcionaba bien y todo estaba en orden (el hermano de un copiloto dijo haber escuchado de su consanguíneo días atrás que la nave tenía fallas, pero la autoridad ya explicó que no eran para preocuparse). Y sin embargo... se cayó.
Un arrebato de tinte fascistoide pareciera, sin embargo, sugerir que en los altos niveles políticos no se está plenamente convencido de que hubiera sido un accidente. El diseñador gráfico de 26 años Mario Flores Vargas fue detenido por diez elementos de la PGR, que viajaban en cinco patrullas, por tuitear, como @mareoflores, en términos irónicos respecto a muertes de panistas. Flores fue apresado en su casa, sin orden de aprehensión, para llevarlo a declarar sobre el mensaje que había escrito: No salía tan temprano del trabajo desde que se cayó la avioneta de Mouriño. Anden con cuidado, funcionarios voladores. La PGR dejó en libertad al tuitero luego de entender que “hasta este momento, no existe relación entre la publicación del tweet y el accidente aéreo”. Aparte de la extrema intolerancia amenazante de la autoridad federal (¿arrebatos, caprichos de algún miembro de la familia Calderón Hinojosa?), esa acometida policiaca contradice la tesis oficial del accidente solitario. ¡Hasta mañana, con la telenovela regiomontana de los quesos entrando a la fase del perdón!
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