Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Barack Obama fue preciso, claro, contundente ante los requerimientos de Felipe Calderón Hinojosa: nada puede hacer para evitar la venta de armas de alto calibre y su tráfico a México. Fue prudente el presidente de Estados Unidos, pues de idéntica manera, fuera de todo protocolo diplomático, pudiera replicar a su homólogo mexicano, preguntarle qué han hecho, para evitar ese trasiego para armar al enemigo, el ex secretario y precandidato del PAN, Ernesto Cordero, o el director general de Aduanas, Juan José Bravo Moisés, y Arturo Chávez Chávez, o en su momento Eduardo Medina Mora y Rafael Macedo de la Concha y, por qué no, los servicios de inteligencia tan prestigiados de la Secretaría de Seguridad Pública Federal.
Si les pasaron las armas bajo sus narices, fueron ineptos para el cargo, si estuvieron enterados, actuaron como cómplices, pues ha quedado establecido que esos operativos tuvieron destinatarios, pero no se han oficializado sus nombres, como tampoco se han dado a conocer los de los agentes de la DEA infiltrados en los cárteles, pero controlados por la canciller Patricia Espinosa. Se sabe del más conspicuo de ellos: Édgar Valdez Villarreal, “La Barbie”, pero otros continúan en la impunidad con aval del gobierno estadounidense.
Lo que es cierto y no se ha desmentido, es que los operativos estuvieron destinados a armar a los cárteles, pero los propósitos de los sistemas de seguridad estadounidenses o las intenciones en la anuencia del gobierno mexicano no han quedado claras, puesto que la única víctima de ese contrabando es la sociedad mexicana, mientras que los únicos beneficiarios son los destinatarios finales, porque tampoco quiere decir que los decomisos de ese armamento de alto poder y sus proyectiles sean enviados a la basura. Son expuestos para la prensa, pero después ¿quién sabe? No es lo mismo que quemar estupefacientes.
¿En qué beneficia a México, que el gobierno de Estados Unidos, su vecino, su socio comercial, arme a los distintos cárteles, pero notoriamente y con mejor armamento al de Sinaloa, considerando que Joaquín “El Chapo” Guzmán está para servir al diseño de seguridad nacional estadounidense? Algo no está del todo claro, y quien llegue a suceder a Felipe Calderón, sea del partido que sea, debe replantear las condiciones de la relación bilateral, pues en términos de seguridad geopolítica el territorio nacional y los mexicanos son más importantes para Estados Unidos que éstos para México, pero ningún provecho han sabido sacar.
La buena vecindad le cuesta a esta nación más de 60 mil muertos, dicen que más de 10 mil desaparecidos, y ¿quién sabe cuántos daños colaterales y falsos positivos más?, sin que Felipe Calderón Hinojosa haya podido negociar algo que beneficiara a sus gobernados. Atestiguan cómo arman a los enemigos de México, y nada pueden reclamar.
Barack Obama fue preciso, claro, contundente ante los requerimientos de Felipe Calderón Hinojosa: nada puede hacer para evitar la venta de armas de alto calibre y su tráfico a México. Fue prudente el presidente de Estados Unidos, pues de idéntica manera, fuera de todo protocolo diplomático, pudiera replicar a su homólogo mexicano, preguntarle qué han hecho, para evitar ese trasiego para armar al enemigo, el ex secretario y precandidato del PAN, Ernesto Cordero, o el director general de Aduanas, Juan José Bravo Moisés, y Arturo Chávez Chávez, o en su momento Eduardo Medina Mora y Rafael Macedo de la Concha y, por qué no, los servicios de inteligencia tan prestigiados de la Secretaría de Seguridad Pública Federal.
Si les pasaron las armas bajo sus narices, fueron ineptos para el cargo, si estuvieron enterados, actuaron como cómplices, pues ha quedado establecido que esos operativos tuvieron destinatarios, pero no se han oficializado sus nombres, como tampoco se han dado a conocer los de los agentes de la DEA infiltrados en los cárteles, pero controlados por la canciller Patricia Espinosa. Se sabe del más conspicuo de ellos: Édgar Valdez Villarreal, “La Barbie”, pero otros continúan en la impunidad con aval del gobierno estadounidense.
Lo que es cierto y no se ha desmentido, es que los operativos estuvieron destinados a armar a los cárteles, pero los propósitos de los sistemas de seguridad estadounidenses o las intenciones en la anuencia del gobierno mexicano no han quedado claras, puesto que la única víctima de ese contrabando es la sociedad mexicana, mientras que los únicos beneficiarios son los destinatarios finales, porque tampoco quiere decir que los decomisos de ese armamento de alto poder y sus proyectiles sean enviados a la basura. Son expuestos para la prensa, pero después ¿quién sabe? No es lo mismo que quemar estupefacientes.
¿En qué beneficia a México, que el gobierno de Estados Unidos, su vecino, su socio comercial, arme a los distintos cárteles, pero notoriamente y con mejor armamento al de Sinaloa, considerando que Joaquín “El Chapo” Guzmán está para servir al diseño de seguridad nacional estadounidense? Algo no está del todo claro, y quien llegue a suceder a Felipe Calderón, sea del partido que sea, debe replantear las condiciones de la relación bilateral, pues en términos de seguridad geopolítica el territorio nacional y los mexicanos son más importantes para Estados Unidos que éstos para México, pero ningún provecho han sabido sacar.
La buena vecindad le cuesta a esta nación más de 60 mil muertos, dicen que más de 10 mil desaparecidos, y ¿quién sabe cuántos daños colaterales y falsos positivos más?, sin que Felipe Calderón Hinojosa haya podido negociar algo que beneficiara a sus gobernados. Atestiguan cómo arman a los enemigos de México, y nada pueden reclamar.
Comentarios