“Anonymous”, “Los Zetas” y Facebook

Jorge Zepeda Patterson

Se puede decir cualquier cosa del grupo internacional Anonymous salvo que sean tacaños en sus objetivos. Ayer sábado 5 de noviembre se suponía que tirarían a Facebook y a la cadena Fox, según un mensaje colocado hace tres meses (al cierre de este artículo no había sucedido). Y en México decidieron atacar a Carlos Slim, a los congresistas y a los cárteles de la droga. Sobre el empresario se publicaron algunos datos nimios, pero muchos diputados sí salieron raspados con información sobre sus teléfonos celulares y domicilios, entre otras cosas.

El tema de los narcos resultó más complicado. Anonymous había prometido hackear y reventar algunos de los sitios web que usan los cárteles de la droga en México y exhibir a las autoridades que les protegen. Pero amenazas puntuales de Los Zetas contra la familia de un presunto “anónimo”, les llevó a omitir a este cártel de su amenaza. El periodista Barret Brown, quien asegura ser miembro de esta organización, reiteró el viernes pasado que mantienen su objetivo en contra de los cárteles, a excepción de Los Zetas.

El problema con Anonymous es que justamente se trata de una organización sin nombre ni domicilio conocido, mucho menos una ventanilla de reclamos para promesas incumplidas. Y pese a todo, ha logrado suficientes éxitos como para poner nerviosos a muchos. En octubre pasado publicó una lista de mil 589 usuarios de pornografía infantil que había logrado detectar en la “red oscura” (Darknet) de la web. A lo largo de los últimos meses ha logrado golpes importantes de este tipo, particularmente en España y Estados Unidos.

Lo interesante de esta organización es que poco a poco ha ido desplazando su escrutinio hacia los usos criminales de esta red oscura que subyace en los pliegues de internet (de allí su interés en contra de los narcos). Paradójicamente, la mayor parte de estos hackers emergieron de la zona sumergida.

La historia es fascinante, aunque es un río que se alimenta de muchos afluentes. Uno de ellos es 4chan. Un joven de 15 años, bajo el nombre de Moot creó en 2003 un sitio en la web llamado 4chan para colocar de manera anónima piezas e imágenes sobre cómics, manga y animé. Lo peculiar del sitio es que la abrumadora mayoría de los que participan en foros y diálogos firman simplemente “Anónimo”. En torno a este sitio se formaron redes y comunidades de activistas que adoptaron los términos y procedimientos de la participación anónima para otros usos.

A partir de 2008 una serie de ataques de hackers y operativos de protesta en redes fueron firmados por Anonymous, aduciendo que se trataba de un grupo sin jerarquías ni organización formal. Su lema: “Somos Anónimos, somos legión. No perdonamos. No olvidamos. Espéranos”.

Originalmente se orientaron a denunciar y boicotear los usos y abusos comerciales y políticos que hacen los gobiernos y las transnacionales en el mundo digital (cuestionan a Facebook porque rentabiliza la información privada de sus usuarios, por ejemplo). Pero más recientemente, han orientado sus baterías a la Darknet.

La red oscura consiste en un universo paralelo que usa portales de acceso a la web para ascender y descender, casi imposibles de rastrear. Con herramientas propias como la red TOR y programas como Freenet, entre otros, existen comunidades completas dedicadas a toda suerte de actividades, unas del todo inocentes y otras criminales. Entre las últimas se encuentra buena parte de la información que se intercambia sobre tráfico de drogas, armas o pornografía dura. Existen incluso sitios tipo Ebay clandestinos para contratar un sicario o un hacker para alguna operación ilegal. No deja de ser irónico que la herramienta TOR fue desarrollada por la Marina de Estados Unidos. La idea misma de internet surgió dentro del complejo tecnológico militar norteamericano.

Hay algo mágico en el hecho de que, pese a sus orígenes, la web sirva lo mismo como instrumento de control, espacio para actividades criminales, plataforma de denuncia y plaza pública para la movilización. En un libro publicado recientemente, Thomas Streeter señala que el acto mismo de navegar por internet hace de cualquier usuario un explorador. Comienzas a googlear y nunca sabes en dónde terminarás luego de un recorrido que es único, singular y probablemente irrepetible. Por lo mismo hay una relación personal e íntima con la red, que nos lleva a considerarla un espacio de libertad. Y más importante, de ejercicio de nuestra libertad. De allí los usos soliviantadores, pese a todos los intentos de control. Supongo que ese es el espíritu que anima a Anonymous: mantenerla autónoma, libre y sana frente a los poderes legales e ilegales. No sé si lo consigan pero provocarán muchos dolores de cabeza en el proceso de intentarlo. Sólo eso hace que valga la pena.

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