Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
Enrique Peña Nieto cumplió este domingo con la primera fase de su marcha a la Presidencia. Se registró como candidato único del PRI, que es lo que siempre quiso a costa de lo que fuera, y llegó como el protagonista de la profecía autorrealizable: próximo Presidente de México, producto de la construcción de una imagen tallada en medios electrónicos para un mercado específico, los electores switch.
Peña Nieto llegó al PRI arropado por una movilización que huele a naftalina, con la cargada de gobernadores y líderes sectoriales hacia su esperanza, para hablarles expresamente a los priístas con ADN tricolor. Ellos son los que en las condiciones actuales le darían poco más del 30% del voto el próximo año –la clientela dura del PRI-, pero no quienes le aportarían lo suficiente para derrotar a cualquier candidato que se le ponga enfrente. Para estos se realizó una campaña mediática que, a decir por los resultados en las preferencias electorales, ha sido un éxito hasta ahora.
Esta campaña de 22 meses fue por la conquista de los electores switch, como se conoce al electorado que no tiene lealtad con ningún partido, que es volátil pero que sí vota –buena parte del 10% de electores que hacen su elección de candidato en las urnas pertenecen a este grupo-, que toma decisiones racionales y que está informado. Se acompañó de dos estrategias paralelas y todas conectadas, dirigidas a las clase medias y populares y a las élites políticas.
Para los segmentos socioeconómicos populares se analizó el impacto del entonces noviazgo de Peña Nieto con la artista Angélica Rivera, muy popular por una telenovela de moda. Su relación fue revelada en octubre de 2008, y en febrero de 2009 se hicieron grupos de enfoque para analizar lo que pensaba la gente de ellos. El resultado fue que si se percibía que Peña Nieto se aprovechaba de su novia, la gente se molestaba; y si ella era vista como queriéndose aprovechar de él, la reprobaban. Es decir, lo que deseaba la gente era una telenovela. Y se la dieron.
El noviazgo fue dosificado y tuvo su maduración a través de las revistas del corazón, con destellos como la presentación de su novia a Benedicto XVI, con los micrófonos de El Vaticano registrando el momento durante una audiencia. Después vino la entrega del anillo de bodas y la construcción del momentum de la boda, para hacerla, con elegancia y cuidado, un evento privado. Para las élites fueron los artículos en la prensa donde fue apuntando las líneas generales de su pensamiento, llevadas recientemente a un libro, y los congresos de personalidades nacionales e internacionales, para darle densidad a su sexenio.
Lo cosmético siempre fue acompañado por la sistemática campaña en medios, inyectada de emotividad. Estrategas de Peña Nieto que condujeron esta campaña revelaron que hubo varios ejes en ella, como las imágenes donde aparecía besando niños, o donde se mostraba la obra pública que hacía como gobernador del estado de México. Junto con ello se le presentó siempre en las revistas del corazón rodeado de su familia, impecables todos, bonita e integrada, como habían detectado que aspiraba cualquier mexicana y mexicano.
De acuerdo con sus estrategas, se utilizaron muchos elementos cinematográficos para resaltar el dramatismo y la emotividad, con el apoyo de dos profesionales, Pedro Torres, el único productor independiente al que recurre Televisa, y la publicista Ana María Olabuenaga, quien inventó el “Soy Totalmente Palacio”. Las pautas de televisión fueron para Televisa principalmente, el vehículo seleccionado para ir a la caza de los votantes switch.
Esta fase, perfectamente estudiada y ejecutada, terminó con el registro, pero viene la siguiente. Peña Nieto entrará a competir finalmente con adversarios reales y en campaña, que harán ver los contrastes y sus debilidades –algunas, como sus pocas dotes de orador y mal discurso, notorias este domingo-, y tratar de arrebatarle ese electorado switch, al que no podrá soltar un momento porque de ellos depende que el plan de Peña Nieto tenga éxito y lo lleven a Los Pinos, o que lo derroten.
Enrique Peña Nieto cumplió este domingo con la primera fase de su marcha a la Presidencia. Se registró como candidato único del PRI, que es lo que siempre quiso a costa de lo que fuera, y llegó como el protagonista de la profecía autorrealizable: próximo Presidente de México, producto de la construcción de una imagen tallada en medios electrónicos para un mercado específico, los electores switch.
Peña Nieto llegó al PRI arropado por una movilización que huele a naftalina, con la cargada de gobernadores y líderes sectoriales hacia su esperanza, para hablarles expresamente a los priístas con ADN tricolor. Ellos son los que en las condiciones actuales le darían poco más del 30% del voto el próximo año –la clientela dura del PRI-, pero no quienes le aportarían lo suficiente para derrotar a cualquier candidato que se le ponga enfrente. Para estos se realizó una campaña mediática que, a decir por los resultados en las preferencias electorales, ha sido un éxito hasta ahora.
Esta campaña de 22 meses fue por la conquista de los electores switch, como se conoce al electorado que no tiene lealtad con ningún partido, que es volátil pero que sí vota –buena parte del 10% de electores que hacen su elección de candidato en las urnas pertenecen a este grupo-, que toma decisiones racionales y que está informado. Se acompañó de dos estrategias paralelas y todas conectadas, dirigidas a las clase medias y populares y a las élites políticas.
Para los segmentos socioeconómicos populares se analizó el impacto del entonces noviazgo de Peña Nieto con la artista Angélica Rivera, muy popular por una telenovela de moda. Su relación fue revelada en octubre de 2008, y en febrero de 2009 se hicieron grupos de enfoque para analizar lo que pensaba la gente de ellos. El resultado fue que si se percibía que Peña Nieto se aprovechaba de su novia, la gente se molestaba; y si ella era vista como queriéndose aprovechar de él, la reprobaban. Es decir, lo que deseaba la gente era una telenovela. Y se la dieron.
El noviazgo fue dosificado y tuvo su maduración a través de las revistas del corazón, con destellos como la presentación de su novia a Benedicto XVI, con los micrófonos de El Vaticano registrando el momento durante una audiencia. Después vino la entrega del anillo de bodas y la construcción del momentum de la boda, para hacerla, con elegancia y cuidado, un evento privado. Para las élites fueron los artículos en la prensa donde fue apuntando las líneas generales de su pensamiento, llevadas recientemente a un libro, y los congresos de personalidades nacionales e internacionales, para darle densidad a su sexenio.
Lo cosmético siempre fue acompañado por la sistemática campaña en medios, inyectada de emotividad. Estrategas de Peña Nieto que condujeron esta campaña revelaron que hubo varios ejes en ella, como las imágenes donde aparecía besando niños, o donde se mostraba la obra pública que hacía como gobernador del estado de México. Junto con ello se le presentó siempre en las revistas del corazón rodeado de su familia, impecables todos, bonita e integrada, como habían detectado que aspiraba cualquier mexicana y mexicano.
De acuerdo con sus estrategas, se utilizaron muchos elementos cinematográficos para resaltar el dramatismo y la emotividad, con el apoyo de dos profesionales, Pedro Torres, el único productor independiente al que recurre Televisa, y la publicista Ana María Olabuenaga, quien inventó el “Soy Totalmente Palacio”. Las pautas de televisión fueron para Televisa principalmente, el vehículo seleccionado para ir a la caza de los votantes switch.
Esta fase, perfectamente estudiada y ejecutada, terminó con el registro, pero viene la siguiente. Peña Nieto entrará a competir finalmente con adversarios reales y en campaña, que harán ver los contrastes y sus debilidades –algunas, como sus pocas dotes de orador y mal discurso, notorias este domingo-, y tratar de arrebatarle ese electorado switch, al que no podrá soltar un momento porque de ellos depende que el plan de Peña Nieto tenga éxito y lo lleven a Los Pinos, o que lo derroten.
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