Weinberger, el guionista

Francisco Rodríguez / Índice Político

El poco creíble reporte de Washington, el 11 de octubre, sobre un complot iraní que buscaba contratar sicarios mexicanos para asesinar al embajador de Arabia Saudita en Estados Unidos… los afanes de Los Pinos por desacreditar el informe de la Secretaría de Marina –“filtrado” por la Casa Blanca, de acuerdo a sus voceros oficiosos– reseñando como un terrorista somalí pretendía hacer explotar la embajada del Imperio sobre el capitalino Paseo de la Reforma… la explosión de un coche bomba, la semana anterior, al paso de un convoy militar por las calles de Monterrey… y las recientes reiteradas diatribas del señor Felipe Calderón en contra de las políticas y los políticos del norte de nuestra frontera configuran un escenario novelesco.

Y la novela no es otra que The Next War (La siguiente guerra), publicada en 1998 por Caspar Weinberger, secretario de la Defensa durante el gobierno de Ronald Reagan.

Una invasión a México (que iniciaría el 2 de junio de 1999 en aquel texto, pero que podría darse en cualquier momento a partir de ahora), cuando es asesinado el presidente mexicano, un “economista educado en Estados Unidos” llamado Lorenzo Zapata. El asesino escapa con la ayuda de los cárteles de la droga, y en meses un populista radical, Eduardo Francisco Ruiz, surge como el nuevo líder de México. Este “carismático profesor universitario, entrenado por los jesuitas” es instalado como presidente y promueve reformas radicales, nacionaliza las industrias bancarias y aseguradoras y critica a Washington. Se describe a un presidente de Estados Unidos que es informado por su jefe de la DEA de que Ruiz está “íntimamente entrelazado” con los capos del narco.

Para marzo de 2003, México está en el caos, la represión política se incrementa y millones de mexicanos están intentando huir por la frontera con Estados Unidos. Los estadunidenses despliegan 60 mil tropas para defender su frontera sur, pero los narcotraficantes mexicanos están creando caos en los barrios pobres de ciudades estadunidenses como Houston y San Diego. Capos con nombres como los hermanos Juárez, Ávila Ortiz Mena, Lázaro Paz y Jesús Herzog dirigen esas operaciones desde México. Hasta ahí lo anecdótico.

Pero de acuerdo a un experto, el general Francisco Gallardo Rodríguez, Weinberger en realidad plantea “abiertamente una posible invasión de EU a México a través de ‘juegos de guerra’ alimentados con información estadística, aspectos políticos, económicos, sociales y militares a disposición únicamente de altos funcionarios”.

Apunta Gallardo que el modelo de simulación militar “Plan operativo del Pentágono para la liberación de México”, explica cómo se llevaría a cabo la invasión: México es un país pobre, se encuentra seriamente afectado por una crisis institucional acompañada de una gran corrupción y proliferación del narcotráfico. En este contexto EU decide invadir, mediante golpes decisivos y de gran fuerza que quebrantan la moral del Ejército Mexicano.

Esta “lamentable” decisión se basa en el hecho de que los cárteles mexicanos del narcotráfico hacen dos frentes de batalla en Houston y en San Diego. Posteriormente hay un ataque a la embajada de EU en México; los acontecimientos provocan una migración masiva que amenaza gravemente la seguridad nacional de EU.

Para el efecto, Washington diseña dos planes entrelazados, uno de carácter militar y otro político. La invasión se haría con infantería y unidades mecanizadas pertrechadas con equipo pesado y con apoyo aéreo que se concentraría en la destrucción de la base aérea de Santa Lucía que en dos minutos quedaría hecha añicos… el avance de las tropas se efectuaría a través de una penetración por tres puntos: uno desde el oriente, por Brownsville hacia Tampico; otro desde Fort Hood, con vía de aproche a Monterrey hasta Guadalajara, y el tercero con un eje que parte de Fort Lewis vía Tucson, Arizona, pasando por Sonora.

La ofensiva militar también sería acompañada por un ataque marítimo al puerto de Tampico y una guerra psicológica para convencer a la población que la invasión estadunidense es buena para México; el mensaje del presidente de EU se comunicaría en voz e imagen a través de un avión que sobrevolaría el Distrito Federal. Equipado electrónicamente tendría la capacidad de interferir y bloquear las frecuencias de las emisoras de radio y televisión.

De acuerdo al general Gallardo, en el curso de la invasión relámpago, el canciller mexicano, en complicidad con un grupo de conspiradores que integra a algunos militares de élite, asaltarían la residencia oficial de Los Pinos; para entonces el presidente habría huido. El canciller, cabeza de la asonada, habla a Washington con el alto mando del Pentágono, éste a su vez comunica al presidente de los acontecimientos, y dada la reputación del canciller podría darle gran legitimidad al gobierno provisional. La invasión terminaría con un ataque demoledor al Ejército Mexicano que se concentraría en la sierra de Zacatecas. “Para el Pentágono, un juego de niños.

“Después de este hecho, el avance hacia el sur del territorio sería irrelevante, pues la asonada ya encabezaría un nuevo gobierno que convocaría a elecciones democráticas…”

Una novela, sí, pero que ya ha sido puesta en práctica a partir de que Calderón exacerbó con pura violencia y sin inteligencia la violencia de los cárteles. La Iniciativa Mérida “sólo es una parte de aquella idea que tuvo Weinberger en 1998 para invadir a México: si bien The Next War describe el plan militar, hoy en día, una década después, la realidad lo entrelaza con el plan político: ‘la guerra contra las drogas’, el motivo que ha buscado históricamente EU para poder intervenir económica, política, social y militarmente en México”.

Y a todo ello, ¿qué sabe Calderón? ¿Por qué ha incrementado en los últimos días su virulencia oratoria en contra de los gringos?

Índice Flamígero: Apunta el colega Octaviano Lazos Tinoco: “Cuando Estados Unidos busca intervenir militarmente en un país la mentira es la primera bomba que lanza contra el objetivo y desata después toda su artillería de propaganda para matar la verdad, paralizar a los pueblos y movilizar sus tropas hacia el destino”. Un recuento somero: Grenada, en 1983, cuando dijeron que Cuba construía en esa pequeña isla un aeropuerto, lo que era falso. Irak, en 2003, cuando Bush Jr. Se inventó aquello de que su ex aliado Saddam Hussein poseía armas bacteriológicas. ¿México, en 2011…?

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