El segundo aire de López Obrador

Jenaro Villamil

Una página completa de publicidad en la edición de este 18 de octubre en el periódico Reforma, patrocinada por el grupo empresarial regiomontano Despierta México, confirma el segundo aire mediático que ha adquirido el precandidato a la presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, el mismo que hace seis años fue señalado como un “peligro para México” por sus adversarios y constantemente criticado en este sexenio por no reconocer el triunfo de Felipe Calderón.

La página muestra la fotografía del encuentro entre López Obrador y los integrantes de Despierta México, organismo liderado por los empresarios Alfonso Romo, de larga trayectoria financiera e inversionista agroindustrial, así como Fernando Turner y Malaquías Aguirre, hombres del ámbito empresarial de Monterrey.

En un párrafo central del desplegado, el organismo no deja lugar a ninguna duda sobre su opción a favor del exjefe de Gobierno capitalino:

“Despierta México considera que Andrés Manuel López Obrador es una muy buena opción para el 2012. Sus logros mientras gobernó la Ciudad de México, en un clima de respeto a las libertades individuales, lo avalan al haber bajado a cero el déficit fiscal sin aumentar impuestos ni tarifas, dirigiendo el gasto burocrático hacia la inversión pública y los programas sociales. Esto permitió disminuir el índice de criminalidad y además convirtió al Distrito Federal en líder de inversión extranjera directa. Entre todos los aspirantes para guiar a la nación, Andrés Manuel es quien cumple con los valores y principios que Despierta México promueve: congruencia, justicia, honestidad, austeridad, así como su vocación pacífica y de negociación para resolver conflictos”.

Las crónicas periodísticas de ese encuentro, en especial la publicada por Reporte Indigo, revista digital patrocinada también por Alfonso Romo, dieron cuenta de una enorme expectativa de los regiomontanos frente a quien fue desaforado en 2005, con el claro apoyo de Vicente Fox (a quien Alfonso Romo apoyó en las elecciones presidenciales del 2000); fue satanizado en 2006 por organismos empresariales y por el PAN como un “peligro” por pretender emular al mandatario venezolano Hugo Chávez, y durante estos últimos cinco años se mantuvo en una posición que para muchos de sus críticos rayaba en la “terquedad”, en la “intolerancia” y en el “desconocimiento a las instituciones”.

El encuentro de López Obrador con estos grupos de clase media y media alta en Monterrey –ciudad castigada por la doble violencia del crimen organizado y de los cuerpos encargados de combatirla– fue el preludio de una gira que llevó al político perredista a Washington y a España, generando un interés inusitado de la prensa en ambos países por un político al que insistentemente se le escriben epitafios y que ha demostrado una capacidad de sobrevivencia y liderazgo inéditos, en condiciones muy adversas para su movimiento.

En España, López Obrador despertó un enorme interés de los medios al criticar los acuerdos entre el gobierno de Felipe Calderón, la paraestatal Pemex y la empresa española Repsol, justo cuando se debatía la conveniencia de permitir que una empresa pública mexicana se aliara a la empresa Sacyr Vallehermoso y que juntas “sindicaran” sus acciones y tuvieran casi 30% del control de Repsol, la petrolera más importante de España.

Lo más paradójico es que el propio López Obrador, al criticar el uso del dinero público de Pemex para operaciones financieras internacionales, coincidiera con políticos del Partido Popular, representantes de la derecha española. “No nos gustan las empresas públicas invirtiendo en nuestro país”, declaró el portavoz económico del PP, Cristóbal Montoro.
La presencia de López Obrador también coincidió con la movilización más amplia jamás registrada en los últimos años en España de los Indignados o la Spanish Revolution, criticando la política de favorecer a los grandes bancos privados con rescates financieros de los fondos públicos, a costa de incrementar el desempleo y acelerar la “quiebra” de naciones enteras como Grecia.

En otras palabras, la presencia de López Obrador en España coincidió con el debate entre las izquierdas sociales movilizadas, la centro-izquierda del PSOE en riesgo de perder el poder en noviembre de este año, y las críticas del PP a la oscura maniobra financiera de Pemex-Repsol.

No ha pasado desapercibido tampoco para varios comentaristas y analistas extranjeros que el dirigente nacional del PRI, Humberto Moreira, advirtió hace casi un mes que el verdadero adversario para el tricolor no será ningún candidato del PAN sino López Obrador, ya sea como abanderado de la coalición PT-Convergencia o como candidato del PRD.

Las encuestas mexicanas más recientes, como la elaborada por Mitofsky, revelaron que López Obrador y el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) que él encabeza están vigentes entre las preferencias del electorado y no son los derrotados que durante estos años han insistido en las mediciones demoscópicas.

Lo paradójico es que mientras El Peje y su movimiento viven un segundo aire y reciben el apoyo de sectores antes inimaginables, el presidente Felipe Calderón y el PRI se enfrascan en el inicio de una “guerra sucia” por el presunto apoyo de algunos políticos del tricolor a la posibilidad de pactar con los cárteles del narcotráfico.

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