José Carreño Figueras
La idea de que los cárteles del narcotráfico mexicanos son un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos nace sobre todo de un hecho: de la percepción que controlan o parecen controlar porciones de territorio mexicano en la frontera común y tienen seguidores o cómplices en territorio estadounidense.
Esa es en el fondo la real preocupación de las autoridades estadounidenses -una que por esa y otras razones debe compartir el gobierno mexicano- y la importancia que dieron al reciente complot de “Irán-’zetas’”, tan absurdo que no hubiera podido ser inventado porque sonaría, como suena, fuera de lugar y sospechoso.
Pero el que las autoridades estadounidenses hayan decidido tomar el tema en serio y puesto tanto énfasis en él es una señal del interés que despertó, mas allá de otros motivos de política exterior que como la animosidad hacia Irán podrían motivar una relativa unidad interna contra el enemigo en común.
Y en ese sentido, el que hayan aprovechado la idea de que los cárteles mexicanos pueden ayudar a provocar incidentes de ese nivel es una señal preocupante.
La suspicacia levantada en Estados Unidos y México por la revelación del presunto plan de una facción iraní para asesinar al embajador saudita en Washington a través de la contratación de sicarios mexicanos solo puede ser aminorada por la realidad de que ningún gobierno estadounidense puede darse el lujo de ser sorprendido en una mentira de ese tamaño.
Pero al mismo tiempo, no sería la primera vez que una gran imagen sirviera como catalizador de temores y odios, desde los incidentes en el Rio Nueces en 1846, cuando tropas estadounidenses provocaron un incidente al internarse en territorio mexicano hasta las armas de destrucción masiva en Iraq hace una década.
Y la realidad es que el gobierno de Barack Obama se encuentra en tal situación que no puede darse el lujo de ser sorprendido sobre bases falsas y tener esperanzas de sobrevivirlo, a diferencia del gobierno de George W. Bush.
Pero el que los cárteles sean considerados como un peligro para Estados Unidos pone al gobierno mexicano -éste y cualesquiera siga- en una situación en la que está cada vez mas obligado a acotar el poderío e influencia de esas organizaciones.
La idea de que los cárteles del narcotráfico mexicanos son un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos nace sobre todo de un hecho: de la percepción que controlan o parecen controlar porciones de territorio mexicano en la frontera común y tienen seguidores o cómplices en territorio estadounidense.
Esa es en el fondo la real preocupación de las autoridades estadounidenses -una que por esa y otras razones debe compartir el gobierno mexicano- y la importancia que dieron al reciente complot de “Irán-’zetas’”, tan absurdo que no hubiera podido ser inventado porque sonaría, como suena, fuera de lugar y sospechoso.
Pero el que las autoridades estadounidenses hayan decidido tomar el tema en serio y puesto tanto énfasis en él es una señal del interés que despertó, mas allá de otros motivos de política exterior que como la animosidad hacia Irán podrían motivar una relativa unidad interna contra el enemigo en común.
Y en ese sentido, el que hayan aprovechado la idea de que los cárteles mexicanos pueden ayudar a provocar incidentes de ese nivel es una señal preocupante.
La suspicacia levantada en Estados Unidos y México por la revelación del presunto plan de una facción iraní para asesinar al embajador saudita en Washington a través de la contratación de sicarios mexicanos solo puede ser aminorada por la realidad de que ningún gobierno estadounidense puede darse el lujo de ser sorprendido en una mentira de ese tamaño.
Pero al mismo tiempo, no sería la primera vez que una gran imagen sirviera como catalizador de temores y odios, desde los incidentes en el Rio Nueces en 1846, cuando tropas estadounidenses provocaron un incidente al internarse en territorio mexicano hasta las armas de destrucción masiva en Iraq hace una década.
Y la realidad es que el gobierno de Barack Obama se encuentra en tal situación que no puede darse el lujo de ser sorprendido sobre bases falsas y tener esperanzas de sobrevivirlo, a diferencia del gobierno de George W. Bush.
Pero el que los cárteles sean considerados como un peligro para Estados Unidos pone al gobierno mexicano -éste y cualesquiera siga- en una situación en la que está cada vez mas obligado a acotar el poderío e influencia de esas organizaciones.
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