Silva Meza erró

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Quien haya observado con detenimiento o vivido con intensidad los ritos y ceremonias del Poder Judicial de la Federación, comprenderá a cabalidad el ambiente que se respira cuando se reúnen, para un evento, los plenos de la SCJN y del CJF, sobre todo si se trata de arropar a nuevos jueces y magistrados: es la iniciación, es abrir las puertas a la vida en familia. La solidaridad entre sus integrantes apunta casi a la complicidad, que se manifiesta en esas contrataciones cruzadas para encubrir un nepotismo característico del gremio.

Entre ellos mismos lo denuncian cuando se trata de lavarse la cara, de ser transparentes, de afianzar la impostura, pero después regresan a las andadas como si nada ocurriese. ¡Y luego se rasgan las vestiduras cuando no son consistentes en su obsecuencia con el Poder Ejecutivo, y Felipe Calderón se queja porque no le obsequiaron formal prisión o sentencia!

En el quehacer público no hay coincidencias, sobre todo cuando de apuntalar los compromisos se trata, cuando de escorar a la derecha en el espectro político se requiere. No puede darse otra explicación al momento elegido por Juan Silva Meza y sus contlapaches, para determinar la constitucionalidad o no de las leyes que proscriben el aborto en Baja California y San Luis Potosí. Época preelectoral idónea para profundizar en la polarización de la sociedad, necesaria para que el PAN afiance su proyecto de extrema derecha para México. Es el “chavismo” de sotana y golpe de pecho.

Juan Silva Meza, presidente de ese reducido círculo de amigos llamado Suprema Corte de Justicia de la Nación, erró cuando el último 27 de septiembre, en el rito de iniciación de nuevos jueces y magistrados, en respuesta a las críticas del presidente Calderón a la labor del grupo que él preside, sostuvo que jueces y magistrados “hemos sido el poder de la estabilidad nacional (y) el poder del equilibrio; es nuestra obligación seguirlo siendo a partir de un desempeño ecuánime y templado, indispensable en momentos turbulentos como los que vivimos”, cuando lo cierto es que los letrados se comportan como depredadores del espíritu de la ley, del texto constitucional.

Para las decisiones de carácter político no hay buenos o peores tiempos, sólo los malos y los menos malos. El Pleno de la SCJN pudo haber optado por el menos perjudicial para la cohesión de la sociedad mexicana, y no echar gasolina a las llamas en pastizal seco; pudo diferir el momento de la discusión en torno al aborto hasta pasada la elección presidencial. ¡Y luego se molestan porque se les considera obsecuentes con el Presidente de la República! La Iglesia Católica -temieron la excomunión telefónica- y la sociedad los juzgarán.

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