Sicilia, sólo grupo de presión

Carlos Ramírez / Indicador Político

A Carlos Salomón, por el reconocimiento trayectoria profesional por el Consejo Académico de la Escuela Europea de Dirección de Empresa, del Real Centro Universitario Escorial Ma. Cristina.

Enamorado de su tono engolado de voz, con argumentaciones sociales y de seguridad reducidas a versos y chantajeando con las víctimas de la violencia del crimen organizado, Javier Sicilia ha convertido las reuniones de su movimiento social en un mero grupo de presión con cinco objetivos:

1.- Convertir las reuniones con el Ejecutivo federal en sesiones de poesía en voz alta con transmisión nacional.

2.- Convertir al movimiento en un instrumento de presión para obligar al Estado a tomar ciertas decisiones, pero en el contexto de la propuesta de John Holloway de “cambiar el mundo sin tomar el poder”.

3.- Debilitar al Estado parando la ofensiva de seguridad justo cuando se están desmoronando los cárteles. Detener la ofensiva en este momento sería un gran respiro para los cárteles. Así, objetivamente Sicilia y su movimiento están al lado de las organizaciones criminales responsables de la abrumadora mayoría de asesinatos, secuestros y desapariciones que denuncia Sicilia.

4.- Utilizar a las víctimas de la violencia criminal para reintroducir la agenda de la autonomía indígena del EZLN que representa la balcanización de la República y que ya había sido resuelta en el Congreso.

5.- Y desconocer los avances de la estrategia de seguridad en el desmantelamiento de los cárteles del narco, sobre todo por la ausencia de algún pronunciamiento directo, estricto y severo de Sicilia contra los capos de los cárteles de la droga.

Luego de haber desenfocado su movimiento por la incorporación de la agenda indígena del EZLN, Sicilia ha basado su estrategia en dos pivotes perfectamente definidos: Su anarquía católica y su repudio al ejercicio del poder. El anarquismo tiende a aniquilar al Estado para que el sistema se acomode justamente a organizaciones del estado de naturaleza. Y su desdén hacia las instituciones de ejercicio del poder reduce su movimiento al de un grupo de presión que induce decisiones a partir de movilizaciones callejeras.

La teoría que sustenta el modelo de grupo de presión de Sicilia es el del investigador John Holloway, quien ha definido la tesis de que los movimientos revolucionarios del siglo 21 deben “cambiar el mundo sin tomar el poder”. Y en ese modelo se incluyen, por ejemplo, el EZLN de Marcos, los indignados de España, los ocupantes de Wall Street y algunos otros. La propuesta se sustenta en la tesis del anarquismo que tiene el objetivo de abolir el Estado y el Gobierno se basa en el factor de presión callejera de grupos sociales, aunque una sociedad sin Estado es una sociedad dominada por los más fuertes.

La tesis de Holloway suena utópica. Dice en el prólogo de su libro ¡Cambiar el mundo sin tomar el poder!: “¡que se vayan todos! ¡Que no quede ni uno! ¿Qué sueño! ¡Qué sueño tan lindo! Imagínense un mundo sin políticos, un mundo sin sus amigos capitalistas, un mundo sin Estado, un mundo sin capital, un mundo sin poder”. La de Holloway es una utopía huxleyiana del mundo feliz. Al final el Estado tiene que existir y la autoridad debe de gobernar, sólo que la sociedad elimina la intermediación institucional y las decisiones se toman por efecto de los grupos de presión en manifestaciones callejeras.

Sicilia quiere el anarquismo absoluto, tiende a desconocer la jerarquía del Estado, la función de la autoridad y el papel de las instituciones. Asimismo esconde su propuesta secreta: el lugar del Estado lo tomaría la religión católica, la misma que prohijó al padre Maciel ya defendido por el propio Sicilia. Sin embargo, sus propuestas son autoritarias e inflexibles y responden al juego de intereses con un objetivo: el anarquismo anticapitalista y antisocialista.

Se trataría de una democracia de mano alzada, impuesta por razones de la presión y no por las bondades de las propuestas. Y en lo que desaparece el Estado, Sicilia busca imponerle decisiones al Estado desde la movilización callejera. Por eso Sicilia quiere detener la ofensiva de seguridad porque es el lado más débil del Estado, aunque a costa de permitir el fortalecimiento de las bandas del crimen organizado. Sicilia sabe que la gran victoria de su movimiento no sería la aniquilación de los cárteles, sino doblegar al Estado. La jugada tiene su lógica: los cárteles también son un grupo de presión contra el Estado.

Al asumirse como un enemigo del capitalismo, el movimiento “Cambiar al mundo sin tomar el poder” se coloca en el espacio del socialismo utópico premarxista. Su tesis central se basa en la negatividad: decir no a las cosas y luchar para que la presión social en las calles impida ciertas decisiones. Lo que todo socialismo utópico no ha resuelto es la forma de construir la gobernación de la sociedad. El Estado es el contrato social de la sociedad para crear una estructura de defensa y de gestión. Sin el Estado entonces todo regresaría al estado de naturaleza.

Sicilia, el EZLN, los indignados y los ocupantes de Wall Street no quieren el poder, sino que el Estado decida a favor de estos grupos de presión. Para Sicilia la paz es la no agresión contra los cárteles porque también combaten al Estado; por tanto, el Estado debe detener su ofensiva, aunque con ello beneficie a los cárteles.

La estrategia de Sicilia se ahogó en las sesiones de Poesía en Voz Alta en el Alcázar del Castillo de Chapultepec, haciendo poesía en prosa con la tragedia de la gente.

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