Itinerario Político / Ricardo Alemán
A pesar de que las encuetas dan claros favoritos en cada uno de los tres partido políticos –que serán cabeza de grupo de la contienda de 2012–, lo cierto es que hoy nadie tiene elementos bola de cristal para aventurar si la sucesión presidencial será ganada por los tricolores, los azules o los amarillos.
Todos saben que en el PRI la preferencia se inclina a favor de Enrique Peña Nieto, de manera aplastante; en tanto que hoy, en el PAN, puntea en las encuetas, Josefina Vázquez Mota. En la llamada izquierda, en la que se debe incluir al PRD, PT y Convergencia, la moneda está en el aire, ya que nadie cree que Andrés Manuel López Obrador respetará su palabra de aceptar un resultado adverso en una encuesta, frente a su contrincante, Marcelo Ebrard, que seguramente también estará en la boleta.
Sin embargo, lo que muchos dicen saber, y para lo que otros aseguran tener una bola de cristal que adivina el futuro político del país, es que Enrique Peña Nieto es la encarnación del mal para México. Para no pocos líderes y gobernantes del PAN y del PRD, Peña Nieto es mucho más que el candidato ganador del PRI y más que el puntero de todas las encuestas entre todos los aspirantes; es algo así como el “perro del mal” de la política mexicana. ¿Por qué?
Porque a partir de la estrategia electoral diseñada por los adversarios de Peña Nieto, resulta que todos los males imaginables e imaginados para el país y para los mexicanos, se depositan en la persona del ex mandatario mexiquense, en su imagen, fama pública, en sus aspiraciones presidenciales y hasta en su gusto por usar un copete aniñado.
Y es que cuando los presidentes “espurio” y “legítimo” hablan de la vuelta del PRI, del posible regreso de los viejos vicios y las viejas formas de la política, no hablan de esa federación de partidos que, en igual número de entidades del país, forman la estructura del PRI. No, cuando Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador “previenen” a los mexicanos de la tragedia política que viene –si es que el PRI gana la elección presidencial–, en realidad se refieren a Peña Nieto.
Cuando Marcelo Ebrard, los jefes políticos del PAN, y los aspirantes presidenciales azules dicen que la vuelta del PRI sería la más desastrosa apuesta de los mexicanos, esos políticos no hablan de la ideología del tricolor –claro si es que ese partido tiene ideología–, y tampoco de tal o cual gobernante o político que en la historia mexicana destacó por sus pillerías. No, se refieren al candidato Peña Nieto.
Cuando algún malqueriente del PRI o de Peña Nieto quiere ofender a algún político; cuando se trata de insultar a un adversario odiado, se le moteja como la voz popular bautizó a Peña Nieto; “gelboy”, “el gavioto”, “el copetes”, “el candidato de Televisa” y decenas de sobrenombres que intentan sintetizar lo más malo del PRI.
Aquí hemos señalado que, incluso intramuros del PRI, no son pocos los que han pavimentado el camino a la especie de que todo lo que propone Enrique Peña Nieto es atrasado, signo del viejo PRI, ejemplo de lo que no debe regresar, en tanto que todo lo que propone el adversario de Peña Nieto, el senador Manlio Fabio Beltrones, es una señal de modernidad. Y claro, no faltan los que están a la espera de que Peña Nieto entre en colisión con alguno de los pesos pesados de la política –Beltrones, Obrador o Marcelo–, para ver como “se desmorona” la candidatura del “copetes”.
Lo curioso del caso, sin embargo, es que hasta el momento –además de que en una entrevista con Univisión no supo el nombre de la enfermedad que le quito la vida a su esposa, y una mentira estadística en su último informe, que detectó la revista “The Economist”–, por más que los adversarios de Peña Nieto tratan de hacerlo ver como el mejor ejemplo del político sin iniciativa, sin formación, sin talento, nadie lo ha hecho caer.
Mas aún, esa campaña de político menor, chiquito, sin más chiste que su copete, que le han endilgado al mexiquense sus adversarios políticos –como parte de la estrategia para bajarlo de las encuetas–, tampoco mueve o conmueve al electorado en general, que sigue creyendo que Peña Nieto es el mejor precandidato presidencial, no sólo del PRI, sino de todos los partidos.
Sin duda que algo está haciendo bien Peña Nieto, y/o algo hacen muy mal sus adversarios políticos, como para que el mexiquense se mantenga en los cuernos de la luna y sus detractores no logren quitarle ni un pelo a su gallo. Acaso valga una tercera variante. Que los potenciales electores son idiotas. Al tiempo.
A pesar de que las encuetas dan claros favoritos en cada uno de los tres partido políticos –que serán cabeza de grupo de la contienda de 2012–, lo cierto es que hoy nadie tiene elementos bola de cristal para aventurar si la sucesión presidencial será ganada por los tricolores, los azules o los amarillos.
Todos saben que en el PRI la preferencia se inclina a favor de Enrique Peña Nieto, de manera aplastante; en tanto que hoy, en el PAN, puntea en las encuetas, Josefina Vázquez Mota. En la llamada izquierda, en la que se debe incluir al PRD, PT y Convergencia, la moneda está en el aire, ya que nadie cree que Andrés Manuel López Obrador respetará su palabra de aceptar un resultado adverso en una encuesta, frente a su contrincante, Marcelo Ebrard, que seguramente también estará en la boleta.
Sin embargo, lo que muchos dicen saber, y para lo que otros aseguran tener una bola de cristal que adivina el futuro político del país, es que Enrique Peña Nieto es la encarnación del mal para México. Para no pocos líderes y gobernantes del PAN y del PRD, Peña Nieto es mucho más que el candidato ganador del PRI y más que el puntero de todas las encuestas entre todos los aspirantes; es algo así como el “perro del mal” de la política mexicana. ¿Por qué?
Porque a partir de la estrategia electoral diseñada por los adversarios de Peña Nieto, resulta que todos los males imaginables e imaginados para el país y para los mexicanos, se depositan en la persona del ex mandatario mexiquense, en su imagen, fama pública, en sus aspiraciones presidenciales y hasta en su gusto por usar un copete aniñado.
Y es que cuando los presidentes “espurio” y “legítimo” hablan de la vuelta del PRI, del posible regreso de los viejos vicios y las viejas formas de la política, no hablan de esa federación de partidos que, en igual número de entidades del país, forman la estructura del PRI. No, cuando Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador “previenen” a los mexicanos de la tragedia política que viene –si es que el PRI gana la elección presidencial–, en realidad se refieren a Peña Nieto.
Cuando Marcelo Ebrard, los jefes políticos del PAN, y los aspirantes presidenciales azules dicen que la vuelta del PRI sería la más desastrosa apuesta de los mexicanos, esos políticos no hablan de la ideología del tricolor –claro si es que ese partido tiene ideología–, y tampoco de tal o cual gobernante o político que en la historia mexicana destacó por sus pillerías. No, se refieren al candidato Peña Nieto.
Cuando algún malqueriente del PRI o de Peña Nieto quiere ofender a algún político; cuando se trata de insultar a un adversario odiado, se le moteja como la voz popular bautizó a Peña Nieto; “gelboy”, “el gavioto”, “el copetes”, “el candidato de Televisa” y decenas de sobrenombres que intentan sintetizar lo más malo del PRI.
Aquí hemos señalado que, incluso intramuros del PRI, no son pocos los que han pavimentado el camino a la especie de que todo lo que propone Enrique Peña Nieto es atrasado, signo del viejo PRI, ejemplo de lo que no debe regresar, en tanto que todo lo que propone el adversario de Peña Nieto, el senador Manlio Fabio Beltrones, es una señal de modernidad. Y claro, no faltan los que están a la espera de que Peña Nieto entre en colisión con alguno de los pesos pesados de la política –Beltrones, Obrador o Marcelo–, para ver como “se desmorona” la candidatura del “copetes”.
Lo curioso del caso, sin embargo, es que hasta el momento –además de que en una entrevista con Univisión no supo el nombre de la enfermedad que le quito la vida a su esposa, y una mentira estadística en su último informe, que detectó la revista “The Economist”–, por más que los adversarios de Peña Nieto tratan de hacerlo ver como el mejor ejemplo del político sin iniciativa, sin formación, sin talento, nadie lo ha hecho caer.
Mas aún, esa campaña de político menor, chiquito, sin más chiste que su copete, que le han endilgado al mexiquense sus adversarios políticos –como parte de la estrategia para bajarlo de las encuetas–, tampoco mueve o conmueve al electorado en general, que sigue creyendo que Peña Nieto es el mejor precandidato presidencial, no sólo del PRI, sino de todos los partidos.
Sin duda que algo está haciendo bien Peña Nieto, y/o algo hacen muy mal sus adversarios políticos, como para que el mexiquense se mantenga en los cuernos de la luna y sus detractores no logren quitarle ni un pelo a su gallo. Acaso valga una tercera variante. Que los potenciales electores son idiotas. Al tiempo.
Comentarios