¿Pactó el PAN?

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Naturalmente no poseo todos los elementos de análisis, pero hay los suficientes como para sostener que quienes desde el PRI buscan hacerse con la Presidencia de la República, se comportan con cierta dosis de ingenuidad, o plenamente conscientes de la fuerza que emana de la silla del águila. Permanece una certeza: Felipe Calderón Hinojosa se ha cansado de tomarles el pelo, de hacer compromisos que incumple. En ambos casos significa que continúan hechizados por el presidencialismo, ese es su error.

Quienes necesitan que sus negocios ilegales -colindantes con el crimen o de plano convertidos en delincuencia organizada- funcionen, rindan ganancias, establecen relaciones con integrantes del poder, al más alto de los niveles que pueden acercarse sin convertirse en un problema para sus protectores; es decir, quienes tienen complicidades con los barones de la droga son quienes acusan a los priistas de ese hecho.

En Los señores del narco Anabel Hernández describe las relaciones de los integrantes de los círculos del poder, policíacos, militares y empresariales con el crimen organizado; incluye testimonios directos de autoridades y expertos en el tema, así como de personas involucradas con los principales cárteles mexicanos.

La autora se remonta a la década de los años 70, cuando se controlaba el tráfico de enervantes haciendo que los narcos reinvirtieran su dinero en México; narra cómo durante los años ochenta, cuando los jefes del cártel del Pacífico, patrocinados y protegidos por la CIA, incursionaron en el trasiego de cocaína. También da cuenta del surgimiento de los hermanos Beltrán Leyva, Ismael El Mayo Zambada o Joaquín Guzmán Loera, quienes lograron penetrar las estructuras del Estado para hacerse con parte del poder.

La otra vertiente de la corrupción panista está en Camisas azules manos negras, donde Ana Lilia Pérez cuenta sobre la red de tráfico de influencias en Pemex, de mayor envergadura y peor perjuicio que en cualquier otra época. Vamos, prefirieron “invertir” en Repsol que iniciar la construcción de la refinería contemplada en el programa de gobierno de Felipe Calderón.

Estos son los actos de corrupción que debieran denunciar los priistas; ellos abusaron, sí, pero nunca como lo hicieron en estos once años los adalides de una supuesta pureza administrativa, los pulcros, morales y éticos panistas, cuya propuesta era transformar al país e iniciar la transición, pero no pudieron ni siquiera formularla en un proyecto, ya no digamos iniciarla.

Antes de la próxima elección presidencial todo votante debiera tener entre sus posesiones más preciadas los libros mencionados, con el propósito de que sufraguen en consecuencia, con la advertencia que ninguno de los textos ha sido desmentido, y sí han sido hostigadas las autoras.

El PRI debe defenderse. No se trata de responder a la provocación, se necesita deslindar responsabilidades políticas e históricas.

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