Ilesas, las finanzas de los barones
Inacción contra el dinero sucio
Carlos Fernández-Vega / México SA
Algunos años atrás, no muchos, los genios de la tecnocracia mexicana presumían que, con todo y crisis, la economía nacional estaba bien apuntalada, porque sus bases eran el ingreso petrolero, el río de remesas y las divisas turísticas. En ese orden, esa tercia de cimientos era la clave, según dicha presunción, de un supuesto milagro mexicano sólo visto por los gerentes de Los Pinos. Pero, ¡oh, sorpresa!: en menos que canta un gallo, el petróleo se agota, el flujo de dólares proveniente del norte va a la baja y los verdes billetes turísticos ya no forman parte de los tres pilares de oro y plata.
Pasó el tiempo, no tanto, y los puntales se han reclasificado, por decirlo así. No es que en el fondo cambiaran las cosas; simplemente, ante lo obvio, esos genios se han visto en la penosa necesidad de reconocer lo que de mucho tiempo atrás se sabía, pero ningún funcionario se atrevía a reconocerlo. Mal que bien, el oro negro se mantiene en la posición número uno, en lo que a captación de divisas se refiere; las remesas pasaron a tercer lugar y el turismo descendió a la quinta posición. ¿Qué actividad ocupa ahora el segundo peldaño en el supuesto milagro mexicano?
Aunque parezca mentira, uno de los referidos genios obligadamente abandonó su clásica postura de economía-ficción, y recién despejó la duda, si es que en realidad algún habitante de este país la tenía: México atraviesa por una crisis económica de la cual no saldrá antes de 25 años, por lo que dependerá en gran medida de los ingresos generados por el petróleo, las remesas y (¡sorpresa!) las utilidades que genera la delincuencia y que son inyectadas de manera indirecta a la economía local, regional, estatal y finalmente reflejadas en el ámbito nacional (La Jornada Veracruz, Jair García).
¿Qué avezado descubrió el secreto? Ni más ni menos que el secretario de Hacienda y Crédito Público del salinato, Pedro Aspe, renegociador de deudas, privatizador empedernido, agente colocador de inversiones foráneas y cazador de mitos geniales, quien a la vez reconoció que “cuestiones macroeconómicas de carácter internacional han desalentado la inversión, lo cual afectó drásticamente a México, a pesar de que se haya dicho que sólo se trataría de un ‘ligero catarrito’”.
Desde luego que el funcionario salinista no descubrió la rueda ni el hilo negro, pero cuando menos reconoció públicamente el creciente peso que en México tiene la multimillonaria narcoeconomía, y de paso, sin mencionarlo, el rotundo fracaso del modelo económico impuesto tres décadas atrás (en lo que, dicho sea de paso, el propio Aspe tuvo mucho que ver), que destrozó el proyecto industrializador del país, desmanteló el aparato productivo del Estado y convirtió a esta nación en una República que no alcanza a ofrecer más que mano de obra con sueldos de hambre y servicios de toda naturaleza, incluidos los del trasiego de droga y sus derivaciones.
La narcoeconomía está en ascenso, pero el calderonato optó por la vía del plomo para combatir, según dice, al crimen organizado, cuando lo lógico y productivo era, es, comenzar la estrategia por el desmantelamiento de la red financiera de los malosos y el combate al lavado de dinero en la economía formal, que no es otra fórmula que el viejo truco de follow the money. Por esa ruta hubiera obtenido resultados tangibles, benéficos para el país, y no sólo un creciente cuan lúgubre inventario de cadáveres, al tiempo que le habría ahorrado mucho dinero al Estado y captado más al incautar el que maneja el crimen organizado. No ha sido así, desde luego, y el costo en vidas, como en recursos presupuestales es creciente, mientras aumenta el caudal de narco divisas.
No es novedad lo que ahora públicamente reconoce Aspe. La narcoeconomía día a día se fortalece, mientras la llamada economía formal languidece a paso veloz. Sin embargo, parece que el actual inquilino de Los Pinos y sus genios policíacos no tienen interés en seguir la ruta del dinero ni en deshacer la citada red financiera del crimen organizado. Prefieren el plomo, por ser más lucidor, según creen, aunque menos resultón. En la imaginaria, tal vez alguno de sus allegados dijo a Calderón que antes de meter la mano en esa telaraña, el gobierno debía contar, anualmente, con 30 mil millones de dólares adicionales (que es el monto que, se estima, cada año manejan los barones mexicanos de la droga) para tapar el enorme agujero que abriría el eventual desmantelamiento de esa red, porque no cabe duda de que el dinero sucio circula, y en abundancia. Pero más allá de si existe la intención, o siquiera el interés, de actuar en el sentido descrito, ¿tiene el gobierno esa voluminosa cantidad de recursos para que no termine de hundirse la sólida economía de esta gloriosa República de servicios? Si no cuenta con ella, y todo lo indica, serán seis sangrientos años tirados a la basura por una guerra que nunca atacó al corazón de su enemigo.
A pesar de los genios que manejan Pemex, el ingreso petrolero se ha mantenido, pero no por el incremento de las exportaciones de oro negro o el descubrimiento de nuevos yacimientos, sino por el creciente precio internacional del crudo, aunque las administraciones panistas se han encargado de dilapidar los recursos. El flujo de remesas, sin ser despreciable, va a la baja al desconchinflarse la válvula de escape, laboral y social, que durante muchísimos años significó la expulsión de mano de obra al dorado norte. La captación de divisas turísticas mengua por varios factores, comenzado por la inseguridad y la depreciación cambiaria. Entonces, el tradicional uno-dos-tres de la economía mexicana se desmorona a tal grado, que hasta los expertos cazadores de mitos geniales se han visto en la penosa necesidad de reconocer que sólida, lo que se llama sólida, sólo la narcoeconomía.
Por cierto, de gira artística en Salamanca, Guanajuato, el secretario de Economía, Bruno Ferrari (¡alabado sea el señor!) probablemente se equivocó a la hora de presumir que la macroeconomía de México está mejor que la del pasado, y lo cierto es que las cifras hablan por sí solas, son cifras que se ven. La duda es si dijo la macroeconomía o la “narcoeconomía” de México.
Las rebanadas del pastel
Y mientras la OCDE por fin descubrió que México es uno los países con peor índice de bienestar, desde el estado de Morelos llega el siguiente correo electrónico: un grupo de científicos politécnicos de la ESIA Ticomán y la presidencia municipal de Temixco, encabezada por Nereo Bandera Zavaleta, apoyan a los vecinos organizados del fraccionamiento Granjas Mérida para que éste sea reconocido como el primer fraccionamiento verde y pulmón del municipio de Temixco. Buena combinación: academia, políticos que escuchan y mexicanos que asumen su ciudadanía. Servidos.
Inacción contra el dinero sucio
Carlos Fernández-Vega / México SA
Algunos años atrás, no muchos, los genios de la tecnocracia mexicana presumían que, con todo y crisis, la economía nacional estaba bien apuntalada, porque sus bases eran el ingreso petrolero, el río de remesas y las divisas turísticas. En ese orden, esa tercia de cimientos era la clave, según dicha presunción, de un supuesto milagro mexicano sólo visto por los gerentes de Los Pinos. Pero, ¡oh, sorpresa!: en menos que canta un gallo, el petróleo se agota, el flujo de dólares proveniente del norte va a la baja y los verdes billetes turísticos ya no forman parte de los tres pilares de oro y plata.
Pasó el tiempo, no tanto, y los puntales se han reclasificado, por decirlo así. No es que en el fondo cambiaran las cosas; simplemente, ante lo obvio, esos genios se han visto en la penosa necesidad de reconocer lo que de mucho tiempo atrás se sabía, pero ningún funcionario se atrevía a reconocerlo. Mal que bien, el oro negro se mantiene en la posición número uno, en lo que a captación de divisas se refiere; las remesas pasaron a tercer lugar y el turismo descendió a la quinta posición. ¿Qué actividad ocupa ahora el segundo peldaño en el supuesto milagro mexicano?
Aunque parezca mentira, uno de los referidos genios obligadamente abandonó su clásica postura de economía-ficción, y recién despejó la duda, si es que en realidad algún habitante de este país la tenía: México atraviesa por una crisis económica de la cual no saldrá antes de 25 años, por lo que dependerá en gran medida de los ingresos generados por el petróleo, las remesas y (¡sorpresa!) las utilidades que genera la delincuencia y que son inyectadas de manera indirecta a la economía local, regional, estatal y finalmente reflejadas en el ámbito nacional (La Jornada Veracruz, Jair García).
¿Qué avezado descubrió el secreto? Ni más ni menos que el secretario de Hacienda y Crédito Público del salinato, Pedro Aspe, renegociador de deudas, privatizador empedernido, agente colocador de inversiones foráneas y cazador de mitos geniales, quien a la vez reconoció que “cuestiones macroeconómicas de carácter internacional han desalentado la inversión, lo cual afectó drásticamente a México, a pesar de que se haya dicho que sólo se trataría de un ‘ligero catarrito’”.
Desde luego que el funcionario salinista no descubrió la rueda ni el hilo negro, pero cuando menos reconoció públicamente el creciente peso que en México tiene la multimillonaria narcoeconomía, y de paso, sin mencionarlo, el rotundo fracaso del modelo económico impuesto tres décadas atrás (en lo que, dicho sea de paso, el propio Aspe tuvo mucho que ver), que destrozó el proyecto industrializador del país, desmanteló el aparato productivo del Estado y convirtió a esta nación en una República que no alcanza a ofrecer más que mano de obra con sueldos de hambre y servicios de toda naturaleza, incluidos los del trasiego de droga y sus derivaciones.
La narcoeconomía está en ascenso, pero el calderonato optó por la vía del plomo para combatir, según dice, al crimen organizado, cuando lo lógico y productivo era, es, comenzar la estrategia por el desmantelamiento de la red financiera de los malosos y el combate al lavado de dinero en la economía formal, que no es otra fórmula que el viejo truco de follow the money. Por esa ruta hubiera obtenido resultados tangibles, benéficos para el país, y no sólo un creciente cuan lúgubre inventario de cadáveres, al tiempo que le habría ahorrado mucho dinero al Estado y captado más al incautar el que maneja el crimen organizado. No ha sido así, desde luego, y el costo en vidas, como en recursos presupuestales es creciente, mientras aumenta el caudal de narco divisas.
No es novedad lo que ahora públicamente reconoce Aspe. La narcoeconomía día a día se fortalece, mientras la llamada economía formal languidece a paso veloz. Sin embargo, parece que el actual inquilino de Los Pinos y sus genios policíacos no tienen interés en seguir la ruta del dinero ni en deshacer la citada red financiera del crimen organizado. Prefieren el plomo, por ser más lucidor, según creen, aunque menos resultón. En la imaginaria, tal vez alguno de sus allegados dijo a Calderón que antes de meter la mano en esa telaraña, el gobierno debía contar, anualmente, con 30 mil millones de dólares adicionales (que es el monto que, se estima, cada año manejan los barones mexicanos de la droga) para tapar el enorme agujero que abriría el eventual desmantelamiento de esa red, porque no cabe duda de que el dinero sucio circula, y en abundancia. Pero más allá de si existe la intención, o siquiera el interés, de actuar en el sentido descrito, ¿tiene el gobierno esa voluminosa cantidad de recursos para que no termine de hundirse la sólida economía de esta gloriosa República de servicios? Si no cuenta con ella, y todo lo indica, serán seis sangrientos años tirados a la basura por una guerra que nunca atacó al corazón de su enemigo.
A pesar de los genios que manejan Pemex, el ingreso petrolero se ha mantenido, pero no por el incremento de las exportaciones de oro negro o el descubrimiento de nuevos yacimientos, sino por el creciente precio internacional del crudo, aunque las administraciones panistas se han encargado de dilapidar los recursos. El flujo de remesas, sin ser despreciable, va a la baja al desconchinflarse la válvula de escape, laboral y social, que durante muchísimos años significó la expulsión de mano de obra al dorado norte. La captación de divisas turísticas mengua por varios factores, comenzado por la inseguridad y la depreciación cambiaria. Entonces, el tradicional uno-dos-tres de la economía mexicana se desmorona a tal grado, que hasta los expertos cazadores de mitos geniales se han visto en la penosa necesidad de reconocer que sólida, lo que se llama sólida, sólo la narcoeconomía.
Por cierto, de gira artística en Salamanca, Guanajuato, el secretario de Economía, Bruno Ferrari (¡alabado sea el señor!) probablemente se equivocó a la hora de presumir que la macroeconomía de México está mejor que la del pasado, y lo cierto es que las cifras hablan por sí solas, son cifras que se ven. La duda es si dijo la macroeconomía o la “narcoeconomía” de México.
Las rebanadas del pastel
Y mientras la OCDE por fin descubrió que México es uno los países con peor índice de bienestar, desde el estado de Morelos llega el siguiente correo electrónico: un grupo de científicos politécnicos de la ESIA Ticomán y la presidencia municipal de Temixco, encabezada por Nereo Bandera Zavaleta, apoyan a los vecinos organizados del fraccionamiento Granjas Mérida para que éste sea reconocido como el primer fraccionamiento verde y pulmón del municipio de Temixco. Buena combinación: academia, políticos que escuchan y mexicanos que asumen su ciudadanía. Servidos.
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