Miguel Ángel Granados Chapa

Ricardo Rocha / Detrás de la Noticia

Si me viera obligado a elegir uno solo de entre el manantial de conceptos de Miguel Ángel Granados Chapa, me quedaba con éste expresado cuando recibió la medalla Belisario Domínguez: “Reconstruyamos la casa que nos albergue a todos o erijámosla si es que nunca la hemos tenido”.

Y es que nadie hasta ahora había podido resumir en tan pocas palabras la compleja urgencia histórica que enfrenta el país.

No obstante, el autor de “Plaza Pública” se dijo confiado en que “la energía social de los mexicanos es capaz de enfrentar esas adversidades con fortuna, sobre todo si utiliza nuevos instrumentos o de modo diferente emplea aquellos de que la república se dotó desde la hora de su fundación”. Aunque para ello estableció que “es imprescindible hoy restaurar las bases de la convivencia, del acuerdo en lo fundamental… necesitamos identificar propósitos comunes impulsados desde la diferencia; necesitamos saber, y obrar en consecuencia, que los distintos, los otros, no son por ello peligrosos; necesitamos saber que no son enemigos, sino, acaso, adversarios”.

Luego, el también amigo fraterno habría de concluir con un llamado emocionante: “cada quien desde su sitio, sin perder sus convicciones, pero sin convertirlas en dogma que impidan el diálogo, evitemos que nuestra sociedad se disuelva”.

Creo que Miguel Ángel sintetizaba así 40 años de ejercicio periodístico y más de tres décadas de la aparición de su columna “Plaza Pública”. Un tercio de siglo en el que libró una consistente y admirable batalla por las mejores causas que podamos darnos los seres humanos: la honradez, la justicia, la lealtad, la solidaridad, la transparencia y la democracia. Un periodo decisorio en la vida de este país, que cronicó con puntualidad y compromiso: gravísimos conflictos políticos, disputados procesos electorales, guerras sucias, represiones sangrientas, alzamientos e insurrecciones, cambios de gobierno, surgimiento de nuevas instituciones, avances y retrocesos. Y, en suma, uno de los periodos más convulsos y apasionantes que pueda testimoniar un periodista. Sobre todo como él, que ofrendó su vida al servicio de sus lectores y escuchas con un ánimo y una convicción a toda prueba, hasta el último momento y hasta sus últimas líneas en las que usa precisamente esa palabra: “Esta es la última vez en que nos encontramos. Con esa convicción digo adiós”.

Correspondiendo al espíritu de su “Plaza Pública” de espacio abierto y de participación popular, Granados Chapa supo mantener –inusitadamente– su columna siempre atenta a los grandes temas nacionales. Pero extraordinariamente sensible a los reclamos de los más vulnerables, de los que menos tienen, de los olvidados.

Fue implacable con quienes ostentan el poder. De los presidentes pa’ bajo, no hay abusivo o prepotente que no haya sido sujeto de la crítica descarnada de Granados Chapa. Desde su trinchera, lo mismo señalando que denunciando construyó una credibilidad a toda prueba, que es el bien más preciado para cualquier comunicador.

Con todos estos atributos de honestidad, compromiso y entrega, llama además la atención su dominio magistral en el imperio de las palabras.

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