José Carreño Figueras
La cuestión migratoria se ha convertido en una piedra de toque en la precampaña presidencial estadounidense, con varios de los aspirantes a la candidatura presidencial republicana determinados a usar el problema como un argumento político negativo.
Pero aunque es preocupante, la brutalidad de algunas de las formulaciones ha sido tal que han provocado un grado de rechazo entre el público normal estadounidense, el suficiente para que por lo menos el mas extremo en sus expresiones se haya visto obligado a recular.
El estadounidense negro -así gusta de definirse- Herman Cain, que es por lo menos hasta ahora el “platillo del mes” en una temporada preelectoral republicana particularmente confusa, usó con éxito de público la promesa de que colocaría una alambrada electrificada en las fronteras, para electrocutar a los posibles intrusos.
El domingo sin embargo se vió obligado a asegurar que se trataba de una broma, de un chiste, según dijo en el programa “Meet the Press”. Para algunos de los asistentes a sus mítines previos, sin embargo, no lo fue.
La diputada Michele Bachman, que se presenta como la principal representante de los “partidos del té” en el congreso, firmó el fin de semana una “promesa” para expresar su acuerdo con quienes proponen construir una barda doble a lo largo de toda la frontera con México.
Pero al margen de que ideológicamente Bachman se podría alinear -y probablemente se sentiría mejor- con los “sabe nada” (know nothings) de mediados del siglo 19- que con los Estados Unidos modernos, lo hizo mas bien por atacar al gobernador de Texas, Rick Perry, que tiene una postura migratoria menos dura -acepta la posibilidad de encontrar una solución legal para los hijos de indocumentados que nacieron o crecieron en Estados Unidos-.
Perry era hasta hace dos o tres semanas el hombre a vencer entre los republicanos y todavía hay quienes creen que a fin de cuentas la candidatura estará entre él y Mitch Romney, que tampoco despierta un entusiasmo extraordinario.
Ciertamente la etapa preelectoral, la que en EEUU precede a los dos o tres meses de elecciones primarias, que entre enero y marzo definen al candidato presidencial de uno y otro de los partidos, es aquella donde los aspirantes buscan el respaldo de los fieles partisanos, de los activistas y de los sectores ideológicamente afines de su respectivo partido. En ese sentido, la retórica suele ser mucho mas extrema que después de la selección de candidato -que en 2012 serán formalmente en agosto la republicana y en septiembre la demócrata-.
Puede significar también que los republicanos decidieron dar por perdida la posibilidad de lograr el voto de afroestadounidenses o hispanos, minorías escasamente representadas en el Partido Republicano pero que de momento no muestran especial entusiasmo por la reelección de Barack Obama.
Pero igualmente es cierto que los republicanos son maestros en el arte de explotar los miedos de los estadounidenses, y hoy por hoy los estadounidenses son un país lleno de temores, especialmente en lo que se refiere al futuro económico y social de su país.
En términos históricos, la actual es la primera generación que no entregará a sus herederos un país mejor o mas grande y potente que el que recibieron, y esa conciencia no ayuda, sobre todo ante los problemas y los cambios percibidos.
En lo económico, la perspectiva aparece hoy como sombría, ante una crisis que pone en duda incluso la legitimidad del sistema político estadounidense ante cuestionamientos a derecha e izquierda; en lo social, es representada por el crecimiento de las minorías no-blancas y en ese sentido, de la migración, que en el caso de los indocumentados simboliza también el sentimiento de vulnerabilidad que aqueja a los estadounidenses desde los atentados del once de septiembre de 2001.
El problema no es tanto que los republicanos o un sector de ellos se sientan amenazados o en aprietos. El problema real está en la posibilidad de que una mayoría de los estadounidenses lo pueda sentir así.
La cuestión migratoria se ha convertido en una piedra de toque en la precampaña presidencial estadounidense, con varios de los aspirantes a la candidatura presidencial republicana determinados a usar el problema como un argumento político negativo.
Pero aunque es preocupante, la brutalidad de algunas de las formulaciones ha sido tal que han provocado un grado de rechazo entre el público normal estadounidense, el suficiente para que por lo menos el mas extremo en sus expresiones se haya visto obligado a recular.
El estadounidense negro -así gusta de definirse- Herman Cain, que es por lo menos hasta ahora el “platillo del mes” en una temporada preelectoral republicana particularmente confusa, usó con éxito de público la promesa de que colocaría una alambrada electrificada en las fronteras, para electrocutar a los posibles intrusos.
El domingo sin embargo se vió obligado a asegurar que se trataba de una broma, de un chiste, según dijo en el programa “Meet the Press”. Para algunos de los asistentes a sus mítines previos, sin embargo, no lo fue.
La diputada Michele Bachman, que se presenta como la principal representante de los “partidos del té” en el congreso, firmó el fin de semana una “promesa” para expresar su acuerdo con quienes proponen construir una barda doble a lo largo de toda la frontera con México.
Pero al margen de que ideológicamente Bachman se podría alinear -y probablemente se sentiría mejor- con los “sabe nada” (know nothings) de mediados del siglo 19- que con los Estados Unidos modernos, lo hizo mas bien por atacar al gobernador de Texas, Rick Perry, que tiene una postura migratoria menos dura -acepta la posibilidad de encontrar una solución legal para los hijos de indocumentados que nacieron o crecieron en Estados Unidos-.
Perry era hasta hace dos o tres semanas el hombre a vencer entre los republicanos y todavía hay quienes creen que a fin de cuentas la candidatura estará entre él y Mitch Romney, que tampoco despierta un entusiasmo extraordinario.
Ciertamente la etapa preelectoral, la que en EEUU precede a los dos o tres meses de elecciones primarias, que entre enero y marzo definen al candidato presidencial de uno y otro de los partidos, es aquella donde los aspirantes buscan el respaldo de los fieles partisanos, de los activistas y de los sectores ideológicamente afines de su respectivo partido. En ese sentido, la retórica suele ser mucho mas extrema que después de la selección de candidato -que en 2012 serán formalmente en agosto la republicana y en septiembre la demócrata-.
Puede significar también que los republicanos decidieron dar por perdida la posibilidad de lograr el voto de afroestadounidenses o hispanos, minorías escasamente representadas en el Partido Republicano pero que de momento no muestran especial entusiasmo por la reelección de Barack Obama.
Pero igualmente es cierto que los republicanos son maestros en el arte de explotar los miedos de los estadounidenses, y hoy por hoy los estadounidenses son un país lleno de temores, especialmente en lo que se refiere al futuro económico y social de su país.
En términos históricos, la actual es la primera generación que no entregará a sus herederos un país mejor o mas grande y potente que el que recibieron, y esa conciencia no ayuda, sobre todo ante los problemas y los cambios percibidos.
En lo económico, la perspectiva aparece hoy como sombría, ante una crisis que pone en duda incluso la legitimidad del sistema político estadounidense ante cuestionamientos a derecha e izquierda; en lo social, es representada por el crecimiento de las minorías no-blancas y en ese sentido, de la migración, que en el caso de los indocumentados simboliza también el sentimiento de vulnerabilidad que aqueja a los estadounidenses desde los atentados del once de septiembre de 2001.
El problema no es tanto que los republicanos o un sector de ellos se sientan amenazados o en aprietos. El problema real está en la posibilidad de que una mayoría de los estadounidenses lo pueda sentir así.
Comentarios