José Cárdenas
Simonía: Acción de comerciar con cosas espirituales o religiosas...
Diccionario de la Lengua Española
Me parece que la Plaza Mariana es una buena prueba de la capacidad financiera de algunos jerarcas de la Iglesia católica mexicana.
La obra concluye el proceso iniciado desde 1995, cuando se derrumbó la estructura del último abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulemburg. Aquel célebre mitrado que se atrevió a negar la existencia de Juan Diego y, por tanto, cuestionó las apariciones de la Virgen. Recuerdo aquella entrevista, quizás inocente, del poeta Javier Sicilia, que contribuyó grandemente al desprestigio del poderoso cura.
Sin ofender al guadalupanismo —nunca me atrevería— creo que en la nueva plaza se conjugan los intereses de la política populista con los de la Iglesia católica y el capital, viejos socios en la historia mexicana.
La Plaza Mariana inaugurada este 12 de octubre, Día de la Hispanidad y del inicio de la evangelización del mundo americano, no fue ideada por Marcelo Ebrard. Fue cosa de su antecesor y actual adversario, Andrés Manuel López Obrador.
En 2003, el entonces jefe de Gobierno donó a la Iglesia católica cinco predios de la ciudad para edificar el complejo. Según las escrituras, que son sagradas, los terrenos valían siete millones 131 mil 558 pesos.
La nueva plaza fue construida por el empresario Carlos Slim, a un costo de 700 millones. Los vendedores informales removidos serán reubicados en mil 50 locales comerciales, muy comerciales, para dar mejor cabida a 22 millones de peregrinos que llegan cada año; y a 120 mil fieles difuntos que descansarán en bendita paz dentro de un columbario que dejará un beneficio de tres mil 36 millones. Cada cripta se vende a 25 mil 300 pesos.
El segundo templo católico más visitado del mundo, sólo después de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, también es un magnífico negocio.
Por cierto, a unos metros de la Plaza Mariana había una estatua de Benito Juárez que marcaba la frontera entre las cosas de Dios y la delegación Gustavo A. Madero. Ya no está.
¿Pronto habrá en su lugar una de Onésimo Cepeda?
El Partido de la Revolución Democrática, desde cuyas filas han salido las demandas contra el vocero de la Arquidiócesis Primada de México, guarda lanzas.
Ahora las campanas de la Basílica tañen a gloria y a gozo… un sonido muy distinto al repicar de los bronces de Catedral que silenciaban los mítines de Andrés Manuel en el Zócalo.
La Iglesia sabe de milagros.
Con ruegos y paciencia, hoy tiene una plaza comercial, un mall de la fe, por el cual no desembolsó un solo centavo.
¿Plaza de María o de la simonía?
MONJE LOCO: ¿Quién es el aspirante presidencial al que apodan El Chavo del Ocho, porque precisamente no pasa del ocho por ciento en las encuestas? Nadie sabe, nadie supo…
Simonía: Acción de comerciar con cosas espirituales o religiosas...
Diccionario de la Lengua Española
Me parece que la Plaza Mariana es una buena prueba de la capacidad financiera de algunos jerarcas de la Iglesia católica mexicana.
La obra concluye el proceso iniciado desde 1995, cuando se derrumbó la estructura del último abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulemburg. Aquel célebre mitrado que se atrevió a negar la existencia de Juan Diego y, por tanto, cuestionó las apariciones de la Virgen. Recuerdo aquella entrevista, quizás inocente, del poeta Javier Sicilia, que contribuyó grandemente al desprestigio del poderoso cura.
Sin ofender al guadalupanismo —nunca me atrevería— creo que en la nueva plaza se conjugan los intereses de la política populista con los de la Iglesia católica y el capital, viejos socios en la historia mexicana.
La Plaza Mariana inaugurada este 12 de octubre, Día de la Hispanidad y del inicio de la evangelización del mundo americano, no fue ideada por Marcelo Ebrard. Fue cosa de su antecesor y actual adversario, Andrés Manuel López Obrador.
En 2003, el entonces jefe de Gobierno donó a la Iglesia católica cinco predios de la ciudad para edificar el complejo. Según las escrituras, que son sagradas, los terrenos valían siete millones 131 mil 558 pesos.
La nueva plaza fue construida por el empresario Carlos Slim, a un costo de 700 millones. Los vendedores informales removidos serán reubicados en mil 50 locales comerciales, muy comerciales, para dar mejor cabida a 22 millones de peregrinos que llegan cada año; y a 120 mil fieles difuntos que descansarán en bendita paz dentro de un columbario que dejará un beneficio de tres mil 36 millones. Cada cripta se vende a 25 mil 300 pesos.
El segundo templo católico más visitado del mundo, sólo después de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, también es un magnífico negocio.
Por cierto, a unos metros de la Plaza Mariana había una estatua de Benito Juárez que marcaba la frontera entre las cosas de Dios y la delegación Gustavo A. Madero. Ya no está.
¿Pronto habrá en su lugar una de Onésimo Cepeda?
El Partido de la Revolución Democrática, desde cuyas filas han salido las demandas contra el vocero de la Arquidiócesis Primada de México, guarda lanzas.
Ahora las campanas de la Basílica tañen a gloria y a gozo… un sonido muy distinto al repicar de los bronces de Catedral que silenciaban los mítines de Andrés Manuel en el Zócalo.
La Iglesia sabe de milagros.
Con ruegos y paciencia, hoy tiene una plaza comercial, un mall de la fe, por el cual no desembolsó un solo centavo.
¿Plaza de María o de la simonía?
MONJE LOCO: ¿Quién es el aspirante presidencial al que apodan El Chavo del Ocho, porque precisamente no pasa del ocho por ciento en las encuestas? Nadie sabe, nadie supo…
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