Jorge Diaz
Personas de 951 ciudades en 82 países se han manifestado durante el fin de semana. El argumento: la indignación hacia los gobiernos insensibles y las esferas abusivas del poder económico en sus países, parte de su inspiración en algunos lugares del globo es: Stéphane Hessel, héroe de la Resistencia francesa contra los alemanes, quien impulsó los Derechos Humanos Universales y convoca a las nuevas generaciones a la lucha no violenta, contra todo lo que nos ha desviado de su genuina realización.
Otros recogen y reproducen el sentimiento de gritar su indignación y repudio, de los manifestantes estadounidenses que tomaron hace pocos días wall street y quienes se quejan por la falta de una Democracia genuina y representativa, además de las acciones sin miramientos entre quienes poseen el poder económico, en una nación por demás amenazada a perder su liderazgo mundial y golpeada fuertemente en los bolsillos.
Traté de indagar durante este fin de semana si existe en México una posibilidad tangible de que estas escenas se reproduzcan en territorio nacional, y encontré dos tibias expresiones:
Cuatrocientos jóvenes manifestantes en el monumento a la Revolución, en un país de más de ciento diez millones de personas, no será esta expresión la que cimbre a nuestro sistema. A todas luces, resalta la falta de organización, convocatoria e interés por parte de las múltiples organizaciones ciudadanas, que se dicen preocupadas y hartas de la situación actual en nuestro país.
Además, una espontánea reacción a través de twitter, con un hashtag nombrado #OccupyTelevisa y #OcupaTelevisa. Sin embargo, este no es el espíritu del movimiento que se viene gestando en otras partes y nada indica que la ocupación ocurrirá en realidad, y en todo caso el objetivo es tan específico, que da a pensar que responde más bien a intereses de un grupo en particular y no representa un sentimiento colectivo. Hasta ahora, esos son nuestros indignados ‘made in México’ y nada más.
Entre otras cosas, supongo que una buena parte de los mexicanos está distraído con lo que roba la escena en estos días: los juegos panamericanos. Por otro lado, en algunas entidades el terror es tal, que muchos pensarán que es más conveniente quedarse dentro de casa.
Asimismo, es muy importante apuntar que los Institutos políticos y sus líderes, así como también los gobiernos y sus representantes, se han dado a la tarea por años de polarizar a los ciudadanos en campañas y en la propia gestión de gobierno de distintas corrientes ideológicas, por lo que está borrada del sentimiento general la idea de colectividad.
Entonces, todos se ven como contrarios ¿Qué posibilidad hay de que por una vez, los mexicanos se vean como iguales y jalen para un mismo lado? En México todo es cálculo; por tanto, inacción.
Revisando las notas periodísticas que se han generado en el mundo sobre los ‘indignados’, mi primer reacción fue el cuestionarme si nuestros políticos y autoridades pudieran estar nerviosos de que el contagio llegue a México, pero conforme pasan los días, más bien creo que están muy tranquilos de saber que nuestra sociedad padece un individualismo y encono tan grave, que le imposibilita formar parte de un conjunto que mueva las estructuras de un país que definitivamente necesita más que otros (que ya lo están haciendo) gritar su indignación.
Personas de 951 ciudades en 82 países se han manifestado durante el fin de semana. El argumento: la indignación hacia los gobiernos insensibles y las esferas abusivas del poder económico en sus países, parte de su inspiración en algunos lugares del globo es: Stéphane Hessel, héroe de la Resistencia francesa contra los alemanes, quien impulsó los Derechos Humanos Universales y convoca a las nuevas generaciones a la lucha no violenta, contra todo lo que nos ha desviado de su genuina realización.
Otros recogen y reproducen el sentimiento de gritar su indignación y repudio, de los manifestantes estadounidenses que tomaron hace pocos días wall street y quienes se quejan por la falta de una Democracia genuina y representativa, además de las acciones sin miramientos entre quienes poseen el poder económico, en una nación por demás amenazada a perder su liderazgo mundial y golpeada fuertemente en los bolsillos.
Traté de indagar durante este fin de semana si existe en México una posibilidad tangible de que estas escenas se reproduzcan en territorio nacional, y encontré dos tibias expresiones:
Cuatrocientos jóvenes manifestantes en el monumento a la Revolución, en un país de más de ciento diez millones de personas, no será esta expresión la que cimbre a nuestro sistema. A todas luces, resalta la falta de organización, convocatoria e interés por parte de las múltiples organizaciones ciudadanas, que se dicen preocupadas y hartas de la situación actual en nuestro país.
Además, una espontánea reacción a través de twitter, con un hashtag nombrado #OccupyTelevisa y #OcupaTelevisa. Sin embargo, este no es el espíritu del movimiento que se viene gestando en otras partes y nada indica que la ocupación ocurrirá en realidad, y en todo caso el objetivo es tan específico, que da a pensar que responde más bien a intereses de un grupo en particular y no representa un sentimiento colectivo. Hasta ahora, esos son nuestros indignados ‘made in México’ y nada más.
Entre otras cosas, supongo que una buena parte de los mexicanos está distraído con lo que roba la escena en estos días: los juegos panamericanos. Por otro lado, en algunas entidades el terror es tal, que muchos pensarán que es más conveniente quedarse dentro de casa.
Asimismo, es muy importante apuntar que los Institutos políticos y sus líderes, así como también los gobiernos y sus representantes, se han dado a la tarea por años de polarizar a los ciudadanos en campañas y en la propia gestión de gobierno de distintas corrientes ideológicas, por lo que está borrada del sentimiento general la idea de colectividad.
Entonces, todos se ven como contrarios ¿Qué posibilidad hay de que por una vez, los mexicanos se vean como iguales y jalen para un mismo lado? En México todo es cálculo; por tanto, inacción.
Revisando las notas periodísticas que se han generado en el mundo sobre los ‘indignados’, mi primer reacción fue el cuestionarme si nuestros políticos y autoridades pudieran estar nerviosos de que el contagio llegue a México, pero conforme pasan los días, más bien creo que están muy tranquilos de saber que nuestra sociedad padece un individualismo y encono tan grave, que le imposibilita formar parte de un conjunto que mueva las estructuras de un país que definitivamente necesita más que otros (que ya lo están haciendo) gritar su indignación.
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