Francisco Rodríguez / Índice Político
Estamos frente a lo que podría considerarse el “sexenio” más corto de la historia reciente en el país. El muy breve lapso de apenas diez meses y escasos días en el que Javier Duarte de Ochoa ha sido gobernador constitucional de Veracruz. Periodo que, abruptamente, llegó a su fin hace dos tardes, justo cuando el aparato policíaco-militar cuyo eje está en Los Pinos desplazó al cordobés y dejó en manos del almirante Francisco Saynez el control “por aire, mar y tierra” de la entidad del Golfo.
Javier Duarte se vio obligado a entregar los trastos de la entidad a Felipe Calderón.
La violencia criminal –inducida por fuerzas federales, no cabe duda–, las fugas de reos, el temor creciente de la sociedad que se sabe en medio del fuego cruzado, pero sobremanera el deficiente manejo de la política y de la comunicación por parte de él mismo y de sus colaboradores –señaladamente los encargados de las áreas de gobierno, procuración de justicia y vocería–, condujeron a Duarte de Ochoa a rendir la plaza.
– ¿Incluye también lo electoral? –preguntaba ayer, perspicaz, un veracruzano amigo de quien esto escribe.
Muy probablemente sí. Porque si bien es cierto que en muchas otras materias de la conducción del país está reprobado, Felipe Calderón se ha revelado experto en manipular situaciones ya para presionar o incluso hasta para cooptar a personajes clave con cuyo apoyo busca alcanzar la permanencia del PAN y de su “escuelita” en la conducción política nacional.
Duarte es “entrón”. Impetuoso, a veces. Pero también reflexivo ante situaciones como las que le ha tocado enfrentar desde hace prácticamente dos meses, durante los cuales se han exacerbado –artificialmente desde mi perspectiva—los actos delictivos y de violencia criminal en ambos bandos.
Y esa reflexión debió llevarlo a poner en la balanza qué es lo más conveniente para Veracruz ante las presiones ejercidas en contra de él y de los veracruzanos en estos momentos, no sólo por la delincuencia organizada, mucho más por esa otra delincuencia que, desorganizada y todo, ocupa desde diciembre de 2006 las instituciones públicas del país.
A tal debió obedecer esa decisión de compartir el poder público estatal con las fuerzas policiaco-militares federales.
Fue eso o… una pistola apuntando a su sien.
¿Mando único? Ensayo que no se ha intentado siquiera en entidades donde la violencia ha echado raíces desde hace años. Ni en Chihuahua ni en Tamaulipas, tampoco en Michoacán o Guerrero ha experimentado la fallida Administración federal una estratagema de esta índole que a todas luces es extrema.
Como de extrema gravedad es, asimismo, la situación de alicaimiento que sufre Acción Nacional con vistas a las próximas elecciones –la estatal de Michoacán, incluida–, para las que pelea con el PRD el último lugar.
Ergo: a Calderón le hace falta seguir con su campaña de descrédito en contra de los gobiernos priístas –hoy ya se habla de que Zacatecas es el próximo polvorín que harán estallar desde Los Pinos– no nada más para que los potenciales electores reacciones adversamente en contra de ellos, incluso para mantener distraída a la dirigencia y a sus precandidatos en calidad de apagafuegos.
Piensan el ocupante de Los Pinos y con él sus “estrategas” que este tipo de operaciones le redituarán en votos favorables al PAN y en una de esas, verdadero milagro, al –aún precandidato– favorito, Ernesto Cordero.
Veracruz, pues, es el conejillo de Indias.
El mando único o la usurpación de poderes y facultades para continuar con la limpieza –¿étnica?– de los criminales no alineados al proyecto de Los Pinos –para ensalzar a quienes sí lo están– muy seguramente va a ponerse en práctica en otras entidades, siempre y cuando estén formalmente gobernadas por priístas.
Y así de aquí a la fecha de las elecciones federales.
Ya lo verá usted.
Ahora y por lo pronto, el reto de Javier Duarte es recuperar para él a Veracruz.
Índice Flamígero: Anote usted los nombres de los principales asesores de Javier Duarte de Ochoa en la gubernatura veracruzana: El sinaloense Enrique Jackson, quien se replegará a partir de la semana próxima cuando ya ocupe un cargo en la estructura del PRI. José Murat, ex gobernador de Oaxaca. La tlaxcalteca Beatriz Paredes, ex dirigente nacional del tricolor y de muchas otras cosas. Y, among all people, el yucateco Emilio Gamboa Patrón. ¿Permanecerán “apoyando” a Saynez?
Estamos frente a lo que podría considerarse el “sexenio” más corto de la historia reciente en el país. El muy breve lapso de apenas diez meses y escasos días en el que Javier Duarte de Ochoa ha sido gobernador constitucional de Veracruz. Periodo que, abruptamente, llegó a su fin hace dos tardes, justo cuando el aparato policíaco-militar cuyo eje está en Los Pinos desplazó al cordobés y dejó en manos del almirante Francisco Saynez el control “por aire, mar y tierra” de la entidad del Golfo.
Javier Duarte se vio obligado a entregar los trastos de la entidad a Felipe Calderón.
La violencia criminal –inducida por fuerzas federales, no cabe duda–, las fugas de reos, el temor creciente de la sociedad que se sabe en medio del fuego cruzado, pero sobremanera el deficiente manejo de la política y de la comunicación por parte de él mismo y de sus colaboradores –señaladamente los encargados de las áreas de gobierno, procuración de justicia y vocería–, condujeron a Duarte de Ochoa a rendir la plaza.
– ¿Incluye también lo electoral? –preguntaba ayer, perspicaz, un veracruzano amigo de quien esto escribe.
Muy probablemente sí. Porque si bien es cierto que en muchas otras materias de la conducción del país está reprobado, Felipe Calderón se ha revelado experto en manipular situaciones ya para presionar o incluso hasta para cooptar a personajes clave con cuyo apoyo busca alcanzar la permanencia del PAN y de su “escuelita” en la conducción política nacional.
Duarte es “entrón”. Impetuoso, a veces. Pero también reflexivo ante situaciones como las que le ha tocado enfrentar desde hace prácticamente dos meses, durante los cuales se han exacerbado –artificialmente desde mi perspectiva—los actos delictivos y de violencia criminal en ambos bandos.
Y esa reflexión debió llevarlo a poner en la balanza qué es lo más conveniente para Veracruz ante las presiones ejercidas en contra de él y de los veracruzanos en estos momentos, no sólo por la delincuencia organizada, mucho más por esa otra delincuencia que, desorganizada y todo, ocupa desde diciembre de 2006 las instituciones públicas del país.
A tal debió obedecer esa decisión de compartir el poder público estatal con las fuerzas policiaco-militares federales.
Fue eso o… una pistola apuntando a su sien.
¿Mando único? Ensayo que no se ha intentado siquiera en entidades donde la violencia ha echado raíces desde hace años. Ni en Chihuahua ni en Tamaulipas, tampoco en Michoacán o Guerrero ha experimentado la fallida Administración federal una estratagema de esta índole que a todas luces es extrema.
Como de extrema gravedad es, asimismo, la situación de alicaimiento que sufre Acción Nacional con vistas a las próximas elecciones –la estatal de Michoacán, incluida–, para las que pelea con el PRD el último lugar.
Ergo: a Calderón le hace falta seguir con su campaña de descrédito en contra de los gobiernos priístas –hoy ya se habla de que Zacatecas es el próximo polvorín que harán estallar desde Los Pinos– no nada más para que los potenciales electores reacciones adversamente en contra de ellos, incluso para mantener distraída a la dirigencia y a sus precandidatos en calidad de apagafuegos.
Piensan el ocupante de Los Pinos y con él sus “estrategas” que este tipo de operaciones le redituarán en votos favorables al PAN y en una de esas, verdadero milagro, al –aún precandidato– favorito, Ernesto Cordero.
Veracruz, pues, es el conejillo de Indias.
El mando único o la usurpación de poderes y facultades para continuar con la limpieza –¿étnica?– de los criminales no alineados al proyecto de Los Pinos –para ensalzar a quienes sí lo están– muy seguramente va a ponerse en práctica en otras entidades, siempre y cuando estén formalmente gobernadas por priístas.
Y así de aquí a la fecha de las elecciones federales.
Ya lo verá usted.
Ahora y por lo pronto, el reto de Javier Duarte es recuperar para él a Veracruz.
Índice Flamígero: Anote usted los nombres de los principales asesores de Javier Duarte de Ochoa en la gubernatura veracruzana: El sinaloense Enrique Jackson, quien se replegará a partir de la semana próxima cuando ya ocupe un cargo en la estructura del PRI. José Murat, ex gobernador de Oaxaca. La tlaxcalteca Beatriz Paredes, ex dirigente nacional del tricolor y de muchas otras cosas. Y, among all people, el yucateco Emilio Gamboa Patrón. ¿Permanecerán “apoyando” a Saynez?
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