Irán quiere a Los Zetas

Jorge Fernández Menéndez

No es la primera vez que en Estados Unidos advierten de la posibilidad de un atentado terrorista en el cual pudieran participar, directa o indirectamente, grupos del narcotráfico mexicano. Pero en ninguna otra ocasión el procurador de Justicia estadunidense, Eric Holder, había revelado un complot en el cual funcionarios del servicio de inteligencia iraní habrían buscado a Los Zetas para que, con un pago de un millón y medio de dólares, realizaran atentados en la Unión Americana, en primer lugar asesinando al embajador de Arabia Saudita en Washington.

Los agentes de Irán se equivocaron al elegir a un agente encubierto de la DEA que, pensaron, era integrante de la organización criminal mexicana, al que incluso le pagaron cien mil dólares de adelanto. Según la información divulgada, no parece haber constancia de que Los Zetas hayan aceptado ese encargo. Incluso, el hecho de que, en vez de entrar en contacto directamente con los sicarios, hayan terminado con un agente antidrogas, demostraría que no existía una relación previa entre el gobierno de Irán y Los Zetas. Pero, de todas formas lo que el hecho demuestra es que, como se ha dicho muchas veces, sí existe interés (y, por ende, posibilidades) de que los grupos terroristas entren en relación con los del narcotráfico. Demuestra también que éstos sí están dispuestos a jugar esas cartas, tanto que las organizaciones terroristas han decidido buscarlos.

No es una buena noticia. La denuncia confirma, por lo menos mediáticamente, la peor pesadilla de muchos sectores del gobierno estadunidense: que la asociación entre traficantes y terroristas es prácticamente inevitable, más tarde o más temprano, por la sencilla razón de que los cárteles han iniciado ya su camino hacia el terrorismo y porque, más allá de los jefes de esas organizaciones criminales, muchos de sus integrantes provienen de todo tipo de pandillas que mantienen altos grados de autonomía.

Y en buena medida tienen razón: si hay grupos y sicarios que han decidido matar a funcionarios consulares, poner coches bomba, asesinar a familias completas y que ya han trascendido del tráfico de drogas en sí al ejercicio de todo tipo de violencia, ¿por qué no estarían dispuestos a participar por una generosa recompensa en un ataque terrorista o en el asesinato de funcionarios de cualquier país, cuando además resulta obvio que dentro de Estados Unidos pueden conseguir cualquier tipo de armas?

Pero, además, hay elementos ideológicos que participan en este proceso. Particularmente entre los grupos de Los Zetas existe un arraigado discurso antiestadunidense con el que juegan políticamente. Grupos cercanos a Osiel Cárdenas, por ejemplo, fueron los primeros en organizar manifestaciones contra la presencia militar y policial en los distintos operativos, los primeros en utilizar el discurso de derechos humanos, son los que organizaron actos a favor de López Obrador en 2006 (no estamos diciendo, porque no nos consta, que el entonces candidato estuviera enterado o que tuviera relación con esos grupos, pero los actos existieron en toda la frontera entre Tamaulipas y Texas) y sin duda juegan a la política. Asesinatos como el de Rodolfo Torre Cantú, a unos días de las elecciones tamaulipecas, realizado por un muy sincronizado comando, nunca han sido resueltos ni explicados por la justicia.

Los Zetas juegan a la política. Y en esta ocasión, según la información del gobierno estadunidense, lo hicieron con la Guardia Republicana de Irán, un país que cuenta con un amigo importante en América Latina: el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y cuyos funcionarios realizaron una extensa gira por la región hace poco más de un año.

No es un tema menor, tampoco algo que se deba subestimar. En los últimos meses se han sucedido las leyes antiinmigrantes en Estados Unidos, lo que alimenta la xenofobia y la percepción de amenaza de los inmigrantes latinos, y sobre todo mexicanos, contra el estadunidense medio. Para esas mentes, la denuncia de ayer acrecienta los temores: por eso las leyes, pero también declaraciones como la del gobernador de Texas, Rick Perry, precandidato a la Presidencia por el Partido Republicano para los comicios de 2012, de que si llega a la Casa Blanca consideraría enviar tropas a México para combatir al narcotráfico. Y, mientras tanto, los republicanos quieren enjuiciar al procurador Holder por haber sido informado de los operativos tipo Rápido y Furioso, sin que hiciera nada para impedirlos y después negara ese conocimiento. Un intento de proceso en el cual, paradójicamente, la preocupación no es que las armas hayan llegado a los cárteles mexicanos, sino que se violaran los derechos de los pobres vendedores.

Las amenazas externas, la hipotética (y más aún si resulta ser real) relación entre los terroristas y los cárteles mexicanos, en particular Los Zetas, mezclados con la xenofobia y la violencia, en un contexto de amplísimo acceso a todo tipo de armas, conforman un coctel cuya ingesta siempre traerá dolores de cabeza.

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