Mentiras y traiciones
A pegar platos rotos
Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida
Algo pasó hace poco más de ocho días que hizo variar las estrategias, o tal vez sólo reconfirmó los rumbos, pero dejó damnificados.
Nos referimos, desde luego, al proceso para renovar el cuerpo de consejeros nacionales y estatales del PRD, que serán pieza fundamental para elegir candidatos a la Presdencia de la República y a la jefatura de Gobierno del DF.
Hasta donde logramos saber, resulta que desde hace tiempo se preparaba una estrategia para lograr, por fin, que el equipo político de Marcelo Ebrard penetrara de lleno en el PRD. En dos ocasiones anteriores la intención del jefe de Gobierno había fracasado por la poca fuerza de sus operadores y la cerrazón en ese partido.
Es necesario recordar que el secretario de Turismo, Alejandro Rojas Díaz Durán, pretendió presidir el partido, pero fue repudiado por la burocracia del organismo y casi toda la militancia. Después, con algún éxito, Alejandra Barrales llegó a presidir al PRD capitalino, pero los órganos de dirección quedaron en manos de los intereses de las tribus que no permitieron mayor movilidad a la lideresa.
Ya en este último tramo de gobierno, Jesús Valencia –a quien ahora se le llama Jesús Cometra, quién sabe por qué– logró tomar un tramo de control del PRD, pero todo parece indicar que su buena estrella se ha opacado, y en el momento clave no pudo brillar. Deshizo, dicen, por mirar hacia Iztapalapa, donde quiere gobernar, mucho de lo logrado con anterioridad.
A Valencia se le encargó formar una planilla para la elección de consejeros en la que cupieran todas las corrientes afines a Ebrard. La misión no corría, en un principio, mayores riesgos. En esa contrucción los lugares en la lista de consejeros, que parecieran no tener importancia, sí tienen un significado político, que en términos del juego perredista se interpreta como la cercanía con el jefe de Gobierno, con el candidato a quien designe, y por ello la fuerza que representa, lo cual deberá reflejarse en votos.
Por ello, cuando Roberto López exigió para la corriente que encabeza Barrales (Runi) los mejores lugares, Valencia lo frenó y le recordó que primero iba el jefe de Gobierno y después él. La diferencia no se zanjó nunca, porque además Valencia pretendía ir tejiendo una red que le diera facilidades para llegar como candidato a la delegación Iztapalapa, a su tiempo.
El asunto llegó al momento de las decisiones. Roberto López, que no encontró eco para sus pretensiones, decidió, con la bendición, o sin ella, de Alejandra Barrales y la sumisión de los hermanos Ensástiga, que su jefe político, el propio López, jugara del lado de René Bejarano y dar la espalda al grupo de apoyo a Ebrard.
El chicotazo de la determinación –que de todas maneras retaba la estrategia de Ebrard– subió hasta la jefatura de Gobierno, donde se juzgó cuando menos de poco seria la postura de la presidenta de la Comisión de Gobierno de la ALDF, y se le abandonó allí en uno de los rincones de la tribu del perversor.
En pocas palabras, el plan B de Marcelo Ebrard, donde se ubicaba a la asambleísta, abortó. Roberto López trató después de dar alguna explicación que lavara la cara a Barrales, pero sus explicaciones fueron, por decir lo menos, poco creíbles, y en el gobierno de la ciudad hasta el momento no hay vuelta atrás, sobre todo porque por parte de Barrales no ha existido ninguna explicación al respecto.
Hay quien asegura que la dirigente de la Runi sintió que la sucesión se inclinaba definitivamente hacia su lado, y trató de mostrar su fuerza. El intento fracasó y las consecuencias están a la vista. Alejandra Barrales es experta en reconstruir tejidos políticos rotos, pero hoy el problema son los tiempos, y claro, el mismo PRD. Esta misma semana las decisiones echarán raices, y la presidenta de la Comisión de Gobierno tendrá que echar mano de toda su sapiencia política para rescatar algo de lo que se perdió hace poco más de 10 días.
De pasadita
Al principio de los gobiernos de izquierda en esta ciudad, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas halló una metrópoli con los mayores índices de inseguridad de todo el país, producto de las políticas de los gobierno priístas integrados a las políticas neoliberales, y así lo hizo notar en el discurso de toma de posesión. Después de 14 años de gobiernos de esa tendencia en el DF se demostró que se puede, desde los principios de la izquierda, ganar la carrera al crimen sin inundar de sangre las calles. La ciudad ha gozado de una paz envidiable que ahora se empieza a resquebrajar. La pregunta obligada es: ¿por qué?
A pegar platos rotos
Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida
Algo pasó hace poco más de ocho días que hizo variar las estrategias, o tal vez sólo reconfirmó los rumbos, pero dejó damnificados.
Nos referimos, desde luego, al proceso para renovar el cuerpo de consejeros nacionales y estatales del PRD, que serán pieza fundamental para elegir candidatos a la Presdencia de la República y a la jefatura de Gobierno del DF.
Hasta donde logramos saber, resulta que desde hace tiempo se preparaba una estrategia para lograr, por fin, que el equipo político de Marcelo Ebrard penetrara de lleno en el PRD. En dos ocasiones anteriores la intención del jefe de Gobierno había fracasado por la poca fuerza de sus operadores y la cerrazón en ese partido.
Es necesario recordar que el secretario de Turismo, Alejandro Rojas Díaz Durán, pretendió presidir el partido, pero fue repudiado por la burocracia del organismo y casi toda la militancia. Después, con algún éxito, Alejandra Barrales llegó a presidir al PRD capitalino, pero los órganos de dirección quedaron en manos de los intereses de las tribus que no permitieron mayor movilidad a la lideresa.
Ya en este último tramo de gobierno, Jesús Valencia –a quien ahora se le llama Jesús Cometra, quién sabe por qué– logró tomar un tramo de control del PRD, pero todo parece indicar que su buena estrella se ha opacado, y en el momento clave no pudo brillar. Deshizo, dicen, por mirar hacia Iztapalapa, donde quiere gobernar, mucho de lo logrado con anterioridad.
A Valencia se le encargó formar una planilla para la elección de consejeros en la que cupieran todas las corrientes afines a Ebrard. La misión no corría, en un principio, mayores riesgos. En esa contrucción los lugares en la lista de consejeros, que parecieran no tener importancia, sí tienen un significado político, que en términos del juego perredista se interpreta como la cercanía con el jefe de Gobierno, con el candidato a quien designe, y por ello la fuerza que representa, lo cual deberá reflejarse en votos.
Por ello, cuando Roberto López exigió para la corriente que encabeza Barrales (Runi) los mejores lugares, Valencia lo frenó y le recordó que primero iba el jefe de Gobierno y después él. La diferencia no se zanjó nunca, porque además Valencia pretendía ir tejiendo una red que le diera facilidades para llegar como candidato a la delegación Iztapalapa, a su tiempo.
El asunto llegó al momento de las decisiones. Roberto López, que no encontró eco para sus pretensiones, decidió, con la bendición, o sin ella, de Alejandra Barrales y la sumisión de los hermanos Ensástiga, que su jefe político, el propio López, jugara del lado de René Bejarano y dar la espalda al grupo de apoyo a Ebrard.
El chicotazo de la determinación –que de todas maneras retaba la estrategia de Ebrard– subió hasta la jefatura de Gobierno, donde se juzgó cuando menos de poco seria la postura de la presidenta de la Comisión de Gobierno de la ALDF, y se le abandonó allí en uno de los rincones de la tribu del perversor.
En pocas palabras, el plan B de Marcelo Ebrard, donde se ubicaba a la asambleísta, abortó. Roberto López trató después de dar alguna explicación que lavara la cara a Barrales, pero sus explicaciones fueron, por decir lo menos, poco creíbles, y en el gobierno de la ciudad hasta el momento no hay vuelta atrás, sobre todo porque por parte de Barrales no ha existido ninguna explicación al respecto.
Hay quien asegura que la dirigente de la Runi sintió que la sucesión se inclinaba definitivamente hacia su lado, y trató de mostrar su fuerza. El intento fracasó y las consecuencias están a la vista. Alejandra Barrales es experta en reconstruir tejidos políticos rotos, pero hoy el problema son los tiempos, y claro, el mismo PRD. Esta misma semana las decisiones echarán raices, y la presidenta de la Comisión de Gobierno tendrá que echar mano de toda su sapiencia política para rescatar algo de lo que se perdió hace poco más de 10 días.
De pasadita
Al principio de los gobiernos de izquierda en esta ciudad, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas halló una metrópoli con los mayores índices de inseguridad de todo el país, producto de las políticas de los gobierno priístas integrados a las políticas neoliberales, y así lo hizo notar en el discurso de toma de posesión. Después de 14 años de gobiernos de esa tendencia en el DF se demostró que se puede, desde los principios de la izquierda, ganar la carrera al crimen sin inundar de sangre las calles. La ciudad ha gozado de una paz envidiable que ahora se empieza a resquebrajar. La pregunta obligada es: ¿por qué?
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