Estómago y tipo de cambio

Mayor dependencia alimentaria
Crecen precios e importaciones

Carlos Fernández-Vega / México SA


Negadores profesionales de la realidad nacional, los genios tecnocráticos que toman las decisiones económicas en el país, según dicen, cómodamente esperan que se asiente el polvo y que en un futuro no muy lejano el tipo de cambio de nuestra moneda retome su tradicional fortaleza, toda vez que el zarandeo registrado no es más que un ajuste transitorio. Así, para ellos no existe mayor problema por la sacudida cambiaria, pues, de acuerdo con la versión oficial, el minusválido peso mexicano flota en un exitoso régimen de libre convertibilidad. Y se acabó el problema.

Sin embargo, la realidad es mucho más seria, porque el tipo de cambio del peso mexicano frente al dólar siempre sube, nunca baja, y en el recuento de la flotación queda claro que en los últimos 35 años el diferencial del precio entre una moneda y otra se ha incrementado la friolera de 112 mil por ciento, a favor del billete verde, obviamente. De 12.50 en agosto de 1976 a 14 mil en septiembre de 2011 (recuérdese el truco de la desaparición de tres ceros), y los mexicanos nunca han visto que se asiente el polvo en la interminable súper carretera del ajuste transitorio (algo similar a los impuestos transitorios).

Mientras los genios tecnocráticos esperan que nuestra moneda retome su fortaleza, el zarandeo cambiario ha provocado que se junten roto con descosido, como en el caso de los alimentos, la mitad de los cuales, sino es que más, son importados para el caso mexicano. Así, por un lado, la devaluación del peso provoca el incremento automático de los precios domésticos en este renglón y, por el otro, la cada día más reducida producción interna impulsa el crecimiento de las importaciones, todas ellas pagadas con dólares cada día más costosos. Lo anterior sin considerar que, con o sin depreciación cambiaria, los precios internacionales se mantienen al alza.

Uno de los alimentos básicos de la dieta mexicana es el maíz; internamente su producción se ha reducido, de tal forma que la importación de este producto crece como la espuma. Las cifras oficiales revelan que en julio pasado México incrementó en 145 por ciento con respecto a igual mes de 2010 la adquisición de este grano en los mercados internacionales, y en los primeros siete meses de 2011 se erogaron mil 655 millones de dólares para tal fin. El problema es que la tendencia lejos de modificarse se fortalece. Algo similar se registra con otros productos: la importación de arroz aumentó 102 por ciento, la de sorgo 185, la de huevo 209 y la de otros cereales 220 por ciento, todo pagado con dólares que no tienen la menor urgencia de que se asiente el polvo cambiario.

De acuerdo con el análisis que sobre el particular realiza periódicamente el Congreso, el abasto de productos básicos en el mercado nacional continúa incierto, debido a la menor producción ocasionada por el elevado índice de siniestralidad reportado en diversos cultivos de productos básicos en el ciclo agrícola primavera-verano. A este escenario se agrega la reducida disponibilidad de agua existente en diversas regiones de la República para las siembras del ciclo agrícola otoño-invierno. Reportes de la Sagarpa indican que al cierre de julio se perdieron cerca de 650 mil hectáreas de diversos cultivos, es decir, alrededor de 17 por ciento del total de la superficie sembrada.

Antes de la sacudida cambiaria ya era claro que la menor disponibilidad de estos productos presionaba al alza los precios al mayoreo de algunos granos y oleaginosas, como garbanzo chico y maíz, que hasta la segunda semana de septiembre reportaron un crecimiento de 77 y 56.4 por ciento anual, respectivamente. A pesar de las medidas adoptadas para garantizar el abasto de maíz (léase mayor importación) y los apoyos gubernamentales a los productores afectados por los fenómenos climatológicos, se mantiene latente el riesgo de que continúe aumentando su precio, el cual se conserva por arriba de los precios internacionales (4 mil pesos por tonelada), ya que hasta la segunda semana de septiembre el precio de la tonelada de maíz se vendió en 6 mil 100 pesos, 100 pesos más que el valor reportado durante la misma semana de agosto de 2011, pero 2 mil 200 pesos más que el precio registrado en las misma semana de septiembre de 2010.

Los precios de algunos productos de consumo básico, como la tortilla, continúan al alza. A mediados de septiembre pasado el precio promedio del kilogramo de tortilla se vendió en 11.07 pesos, es decir, casi 13 por ciento más que el registrado en igual periodo de un año atrás. La ausencia de un control de precios a nivel nacional para este producto de consumo básico hace que la diferencia entre el precio más alto (Mexicali, 15.40 pesos el kilogramo) y el más bajo (zona metropolitana de Puebla, 8.50 pesos el kilogramo) sea superior a 81 por ciento. Lo mismo sucede con los precios al mayoreo del frijol negro de importación, lenteja chica y alubia chica, que en la segunda semana de septiembre crecieron 18.2, 16 y 12.90 por ciento anual, respectivamente. Como los precios de los alimentos no saben nada de cuestiones cambiarias, los correspondientes a pan dulce, bolillo, pan blanco, maíz y el grupo de galletas, pastas y harina de trigo se mantienen al alza. En agosto, el precio de la tortilla de nuevo se incrementó, acumulando 11 meses consecutivos de crecimiento, al igual que el precio de bolillo.

Por el lado de los productores la situación no es distinta. De acuerdo con información del Banco de México, en agosto pasado continuó la presión alcista debido a los elevados precios de algunos insumos como el petróleo, los abonos y fertilizantes que mantienen altos los costos de producción de cultivos agrícolas como el maíz, trigo y arroz. Los altos costos de los fertilizantes en el país se deben en gran parte al uso de petróleo y sus derivados en el proceso de fabricación, y a la gran dependencia que se tiene con el exterior, ya que según cifras de la Sagarpa cerca de 75 por ciento de la demanda de fertilizantes en México se cubre con importaciones, principalmente de China, Ucrania, Canadá y Estados Unidos. (Veinte años atrás, México contaba con una empresa estatal que los producía, Fertimex; se privatizó y sus nuevos dueños la reventaron, como tantas otras).

Las rebanadas del pastel

En fin. Queda claro que los únicos que pacientemente esperan a que se asiente el polvo cambiario son los genios tecnocráticos, mientras el resto de los mexicanos paga las consecuencias, como se acostumbra.

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