Jorge Diaz
Apareció una nota en el periódico la semana pasada, anunciando la intercepción de un pequeño submarino en manos de la guardia costera norteamericana, aparentemente de fabricación sudamericana cargado de toneladas de droga y que tenía como destino; por supuesto, el gran mercado de consumo de estas sustancias: Los Estados Unidos.
La hazaña fue de ellos y con la consabida proclividad de éstos a ser protagonistas, se gritó a los cuatro vientos. Excelente ¿algún reproche? No lo creo ¿alguna bala o muerto? No hay reportes ¿llegará esta droga a las narices de los norteamericanos? En teoría no ¿Es este un triunfo y golpe contundente de la guerra contra las drogas? Por supuesto.
Pues son esas acciones las que deberían llevar a cabo los Estados Unidos para frenar la entrada de drogas a su país. Poner todos los recursos, inteligencia y ejércitos a la defensa de sus fronteras y litorales, en lugar de vender pretextos de lucha contra narcos fuera de su territorio, para meter aun más el cuerpo en los asuntos de otros países.
Si además de poner atención para interceptar a tiempo lo que llega del sur hacia sus tierras, pusieran especial interés en las armas que vienen de allá e inundan México, centro y Sudamérica, también estarían haciendo lo correcto.
Hacerse de la vista gorda es muy sencillo, pero ya es tiempo que los países del sur le exijan un papel más responsable hacia adentro de su propio territorio, en lugar de la comodidad de ser juez, parte y cómplice de los problemas que lo aquejan y de los que acusa a todos, menos a sí mismo.
La eterna cancioncita de posibles terroristas, latinoamericanos bárbaros y su versión de que nuestros Estados no tienen la capacidad de gobernarse por sí solos sin su ayuda, ya esta muy gastada.
La etapa de debilitamiento que en este momento están padeciendo los Estados Unidos, es un momento precioso para los países del continente, empezando por su vecino más cercano, México, de establecer nuevas reglas a las que todos tienen que sujetarse.
En la medida que los norteamericanos entiendan que son parte de un todo y no el todo, cada quien se irá haciendo responsable de sus asuntos y la cooperación tendrá por fuerza que ser balanceada y no como hasta ahora, donde ellos no tienen nada que perder.
Apareció una nota en el periódico la semana pasada, anunciando la intercepción de un pequeño submarino en manos de la guardia costera norteamericana, aparentemente de fabricación sudamericana cargado de toneladas de droga y que tenía como destino; por supuesto, el gran mercado de consumo de estas sustancias: Los Estados Unidos.
La hazaña fue de ellos y con la consabida proclividad de éstos a ser protagonistas, se gritó a los cuatro vientos. Excelente ¿algún reproche? No lo creo ¿alguna bala o muerto? No hay reportes ¿llegará esta droga a las narices de los norteamericanos? En teoría no ¿Es este un triunfo y golpe contundente de la guerra contra las drogas? Por supuesto.
Pues son esas acciones las que deberían llevar a cabo los Estados Unidos para frenar la entrada de drogas a su país. Poner todos los recursos, inteligencia y ejércitos a la defensa de sus fronteras y litorales, en lugar de vender pretextos de lucha contra narcos fuera de su territorio, para meter aun más el cuerpo en los asuntos de otros países.
Si además de poner atención para interceptar a tiempo lo que llega del sur hacia sus tierras, pusieran especial interés en las armas que vienen de allá e inundan México, centro y Sudamérica, también estarían haciendo lo correcto.
Hacerse de la vista gorda es muy sencillo, pero ya es tiempo que los países del sur le exijan un papel más responsable hacia adentro de su propio territorio, en lugar de la comodidad de ser juez, parte y cómplice de los problemas que lo aquejan y de los que acusa a todos, menos a sí mismo.
La eterna cancioncita de posibles terroristas, latinoamericanos bárbaros y su versión de que nuestros Estados no tienen la capacidad de gobernarse por sí solos sin su ayuda, ya esta muy gastada.
La etapa de debilitamiento que en este momento están padeciendo los Estados Unidos, es un momento precioso para los países del continente, empezando por su vecino más cercano, México, de establecer nuevas reglas a las que todos tienen que sujetarse.
En la medida que los norteamericanos entiendan que son parte de un todo y no el todo, cada quien se irá haciendo responsable de sus asuntos y la cooperación tendrá por fuerza que ser balanceada y no como hasta ahora, donde ellos no tienen nada que perder.
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