Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Si la agenda no se modifica, a partir del sábado ocho de octubre y hasta que elijan candidato, la sociedad podrá testimoniar si los priistas cambiaron, o ser testigo del mismo comportamiento que los despojó del poder. El Consejo Político Nacional habrá de resolver en la praxis la contradicción interna e ideológica de ese instituto político, porque entre los tres últimos presidentes de ese partido y los dos de Acción Nacional decidieron las exequias del proyecto de país surgido de la Revolución. El reto, entonces, es enorme: ofrecer a los electores un proyecto de nación para sustituir al que dejó de existir, del que se desconoce fecha exacta de defunción.
Corren versiones, en los desayunaderos, las columnas políticas, los textos editoriales y de análisis, de que al fin y después de casi 40 años, los priistas escucharon la propuesta de Jesús Reyes Heroles formulada en 1975, después de ganar el forcejeo electoral por Veracruz a Luis Echeverría -que intentó imponer a Manuel Carbonell de la Hoz-, quien luego lo corrió cuando el entonces presidente del PRI exigió que primera se definiera el proyecto, luego el candidato.
Recientemente hubo otra manifestación en ese sentido. De inmediato fue acallada con la conseja de que hacerlo era cortarle un traje a la medida al candidato. Quizá era así cuando el PRI era una correa de transmisión del presidente de la República, lo que ya no ocurre y no debe volver a ocurrir.
¿Por qué? Porque el proyecto programático e ideológico surgido de la Revolución para construir México, fue de inmediato traicionado en la obsesión de conservar la silla y con ella el poder, pero a pesar de ello produjo inmensos cambios, transformaciones que de no haberse alcanzado mantendrían a los mexicanos por debajo de las perspectivas que hoy se abren, si hay voluntad para proponer reformas e iniciar la pospuesta transición.
Cuando el PRI funcionaba como apéndice del gobierno, el instituto político se adecuaba a las necesidades del candidato, de allí que el proyecto de gobierno fuera de mecha corta, sexenal, no como el emprendido por naciones que han logrado reducir los malestares sociales que impiden la libertad. Hoy se requiere de lo contrario, que el proyecto de nación sea propuesto por el partido y que, en elección abierta, los priistas elijan un candidato capaz de encaminar de mejor manera la transformación que el país requiere, no lo que los hombres proponen de acuerdo a la estatura que los define.
Lo que necesita México es un proyecto de nación blindado, que pueda matizarse o enfatizarse, de ninguna manera suprimirse ni modificar las políticas públicas, sin clientelismo, sin partidismo, sino anteponiendo los intereses de la nación a los de cualquier grupo.
Sí, la sociedad podrá constatar si los priistas ofrecen algo nuevo y a pesar del embrollo en que metieron a México ellos mismos y los del PAN, puede anticiparse una luz al final del túnel, que permita cultivar el optimismo, renovar el contrato de esperanza en las urnas y ofrecer a los mexicanos todos apoyarse en propuestas idénticas o similares a las surgidas el miércoles 28 de septiembre y debidas a la sensatez de la fracción priista del Senado de la República, desde donde se insiste en que el PRI se convierta en el instrumento que lleve a la sociedad a una etapa distinta en la historia de México, a la construcción de un nuevo régimen que permita, que auspicie, que provoque una democracia funcional, en donde el acuerdo, el entendimiento y el diálogo, se impongan al desencuentro, el conflicto y la cerrazón.
Quieren, los senadores de ese partido, ir por dos victorias en el 2012: la de la ciudadanía, de las ideas en la unidad activa; y la de la Presidencia de la República, apoyado por la sociedad en su conjunto. Saben que no puede ser de otra manera, porque la sociedad cada vez cree menos en los partidos políticos, y en que ellos tengan la solución a sus problemas.
Saben que la sociedad está escéptica, que ve cómo las oportunidades se le están yendo de las manos, pues suman casi tres lustros sin encontrar las soluciones a los problemas, sino por el contrario, éstos se vienen agravando constantemente. Quieren una sociedad cohesionada, no una latente y peligrosa fragmentación que lleve a una posible balcanización.
Como lo abordaron durante el Encuentro Nacional con Académicos y Líderes de Opinión, organizado por la Fundación Colosio, están conscientes de que son tiempos de poner en el centro del debate la urgencia de garantizar certeza jurídica, que permita promover la inversión, asegurar condiciones para la competencia económica.
Se trata de que la inversión tenga un marco de confianza y de seguridad, porque ante los problemas que aquejan a nuestra sociedad no podemos postergar más el impulso de la certeza ciudadana. Esa que genere condiciones para que cualquier mexicano se sienta parte del Estado.
Los ciudadanos son parte del Estado. ¿Por qué se han alejado tanto de apoyar las políticas públicas de los gobiernos en turno? Porque no se sienten comprometidos, porque no se sienten integrados.
Modificar el presidencialismo tal cual se manifiesta en la cultura mexicana, y para hacerlo funcional añadir el ingrediente de poder construir gobiernos de coalición en el futuro, que faciliten pactar políticas públicas de largo alcance, que permitan visualizar un México dentro de 25 años. El México que queremos para nuestros hijos, nietos, para esas generaciones que vienen desencantadas desde hace tiempo.
Las anteriores ideas son para enriquecer un proyecto de nación, una apuesta histórica y no una transacción política. El senador priista por cuya voz se conocen, lo hace en el entendido de que deben ser para el candidato, no necesariamente para su candidatura.
Los priistas del Consejo Político Nacional tienen el desafío, ya veremos de qué están hechos. Por lo pronto el silencio de Humberto Moreira es revelador. No importa si es inocente, como supone Carlos Navarrete, lo preocupante para los jerarcas del PRI debiera ser que desde el PAN quieren convertirlo en indiciado cuando ellos, políticamente, así lo requieran. Esperarse a dejar claras las cuentas, a pesar de la reestructuración de la deuda, es permitir que el tiempo electoral se monte sobre el jurídico legal, y cuando lo llamen a rendir declaración pudiera establecerse analogía con el tiempo político en que falleció Luis Donaldo Colosio. No aprenden. Aunque dicen que se va cuando el candidato proteste, lo que podría significar una candidatura empañada por la sombra del coahuilense. Apuestan a Emilio Gamboa y a Miguel Ángel Osorio.
Si la agenda no se modifica, a partir del sábado ocho de octubre y hasta que elijan candidato, la sociedad podrá testimoniar si los priistas cambiaron, o ser testigo del mismo comportamiento que los despojó del poder. El Consejo Político Nacional habrá de resolver en la praxis la contradicción interna e ideológica de ese instituto político, porque entre los tres últimos presidentes de ese partido y los dos de Acción Nacional decidieron las exequias del proyecto de país surgido de la Revolución. El reto, entonces, es enorme: ofrecer a los electores un proyecto de nación para sustituir al que dejó de existir, del que se desconoce fecha exacta de defunción.
Corren versiones, en los desayunaderos, las columnas políticas, los textos editoriales y de análisis, de que al fin y después de casi 40 años, los priistas escucharon la propuesta de Jesús Reyes Heroles formulada en 1975, después de ganar el forcejeo electoral por Veracruz a Luis Echeverría -que intentó imponer a Manuel Carbonell de la Hoz-, quien luego lo corrió cuando el entonces presidente del PRI exigió que primera se definiera el proyecto, luego el candidato.
Recientemente hubo otra manifestación en ese sentido. De inmediato fue acallada con la conseja de que hacerlo era cortarle un traje a la medida al candidato. Quizá era así cuando el PRI era una correa de transmisión del presidente de la República, lo que ya no ocurre y no debe volver a ocurrir.
¿Por qué? Porque el proyecto programático e ideológico surgido de la Revolución para construir México, fue de inmediato traicionado en la obsesión de conservar la silla y con ella el poder, pero a pesar de ello produjo inmensos cambios, transformaciones que de no haberse alcanzado mantendrían a los mexicanos por debajo de las perspectivas que hoy se abren, si hay voluntad para proponer reformas e iniciar la pospuesta transición.
Cuando el PRI funcionaba como apéndice del gobierno, el instituto político se adecuaba a las necesidades del candidato, de allí que el proyecto de gobierno fuera de mecha corta, sexenal, no como el emprendido por naciones que han logrado reducir los malestares sociales que impiden la libertad. Hoy se requiere de lo contrario, que el proyecto de nación sea propuesto por el partido y que, en elección abierta, los priistas elijan un candidato capaz de encaminar de mejor manera la transformación que el país requiere, no lo que los hombres proponen de acuerdo a la estatura que los define.
Lo que necesita México es un proyecto de nación blindado, que pueda matizarse o enfatizarse, de ninguna manera suprimirse ni modificar las políticas públicas, sin clientelismo, sin partidismo, sino anteponiendo los intereses de la nación a los de cualquier grupo.
Sí, la sociedad podrá constatar si los priistas ofrecen algo nuevo y a pesar del embrollo en que metieron a México ellos mismos y los del PAN, puede anticiparse una luz al final del túnel, que permita cultivar el optimismo, renovar el contrato de esperanza en las urnas y ofrecer a los mexicanos todos apoyarse en propuestas idénticas o similares a las surgidas el miércoles 28 de septiembre y debidas a la sensatez de la fracción priista del Senado de la República, desde donde se insiste en que el PRI se convierta en el instrumento que lleve a la sociedad a una etapa distinta en la historia de México, a la construcción de un nuevo régimen que permita, que auspicie, que provoque una democracia funcional, en donde el acuerdo, el entendimiento y el diálogo, se impongan al desencuentro, el conflicto y la cerrazón.
Quieren, los senadores de ese partido, ir por dos victorias en el 2012: la de la ciudadanía, de las ideas en la unidad activa; y la de la Presidencia de la República, apoyado por la sociedad en su conjunto. Saben que no puede ser de otra manera, porque la sociedad cada vez cree menos en los partidos políticos, y en que ellos tengan la solución a sus problemas.
Saben que la sociedad está escéptica, que ve cómo las oportunidades se le están yendo de las manos, pues suman casi tres lustros sin encontrar las soluciones a los problemas, sino por el contrario, éstos se vienen agravando constantemente. Quieren una sociedad cohesionada, no una latente y peligrosa fragmentación que lleve a una posible balcanización.
Como lo abordaron durante el Encuentro Nacional con Académicos y Líderes de Opinión, organizado por la Fundación Colosio, están conscientes de que son tiempos de poner en el centro del debate la urgencia de garantizar certeza jurídica, que permita promover la inversión, asegurar condiciones para la competencia económica.
Se trata de que la inversión tenga un marco de confianza y de seguridad, porque ante los problemas que aquejan a nuestra sociedad no podemos postergar más el impulso de la certeza ciudadana. Esa que genere condiciones para que cualquier mexicano se sienta parte del Estado.
Los ciudadanos son parte del Estado. ¿Por qué se han alejado tanto de apoyar las políticas públicas de los gobiernos en turno? Porque no se sienten comprometidos, porque no se sienten integrados.
Modificar el presidencialismo tal cual se manifiesta en la cultura mexicana, y para hacerlo funcional añadir el ingrediente de poder construir gobiernos de coalición en el futuro, que faciliten pactar políticas públicas de largo alcance, que permitan visualizar un México dentro de 25 años. El México que queremos para nuestros hijos, nietos, para esas generaciones que vienen desencantadas desde hace tiempo.
Las anteriores ideas son para enriquecer un proyecto de nación, una apuesta histórica y no una transacción política. El senador priista por cuya voz se conocen, lo hace en el entendido de que deben ser para el candidato, no necesariamente para su candidatura.
Los priistas del Consejo Político Nacional tienen el desafío, ya veremos de qué están hechos. Por lo pronto el silencio de Humberto Moreira es revelador. No importa si es inocente, como supone Carlos Navarrete, lo preocupante para los jerarcas del PRI debiera ser que desde el PAN quieren convertirlo en indiciado cuando ellos, políticamente, así lo requieran. Esperarse a dejar claras las cuentas, a pesar de la reestructuración de la deuda, es permitir que el tiempo electoral se monte sobre el jurídico legal, y cuando lo llamen a rendir declaración pudiera establecerse analogía con el tiempo político en que falleció Luis Donaldo Colosio. No aprenden. Aunque dicen que se va cuando el candidato proteste, lo que podría significar una candidatura empañada por la sombra del coahuilense. Apuestan a Emilio Gamboa y a Miguel Ángel Osorio.
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