Jorge Diaz
Después de lo acontecido el fin de semana próximo anterior, queda claro que los partidos en desventaja para las elecciones presidenciales, PAN y PRD, le entregarán sin problemas el poder al PRI.
No se ve vocación democrática, ánimo conciliador, estrategia definida para alcanzar el poder, propuestas claras y sobre todo, la intención de representar las diferentes ideas de país que tienen los mexicanos, y que les corresponde a esos partidos responderles de acuerdo a su ideología y principios, con honestidad y haciendo a un lado intereses personales o de grupo.
En principio, tuvimos el anuncio del PAN haciendo del conocimiento de sus simpatizantes y el electorado en general, que la elección de su abanderado, se llevará a cabo con un mecanismo que de entrada, deja inconforme a dos de los tres contendientes y que de pasada, deja en la mayoría de los mexicanos un sabor de cargada y dedazo. Todo para posiblemente, imponer a un candidato de las simpatías del Presidente, personaje al que por donde se le vea, no se le ve por dónde.
Por su parte, el PRD simplemente ratificó lo que todos sabemos, no son capaces de ponerse de acuerdo entre ellos. En el intento por cambiar a los consejeros de ese partido, de cara al proceso interno más importante de su historia, todo fue confrontación, al grado de quedar suspendida la jornada en cinco estados. Por supuesto, los grupos afines a López Obrador y Ebrard, se acusan mutuamente ¿qué nos hace pensar que será diferente al tratar de elegir abanderado presidencial? Nada.
Ellos podrán esgrimir congruencia o el tan socorrido pretexto de: ¿Y yo por qué me voy a dejar? Pero lo cierto, es que en lo que le reclaman al árbitro, dejan la portería sola.
Mientras tanto, el PRI puede ir adelantando la fiesta, con estos enemigos, no necesitan cuates que hagan la chamba por ellos.
Aclaro que no todos, pero algunos millones de mexicanos no quieren el regreso del PRI y todo parece indicar que se van a tener que aguantar, puesto que por lo menos las cúpulas partidistas que podrían hacer realidad ese deseo, se han convertido en los mejores aliados de los tricolores.
Después de lo acontecido el fin de semana próximo anterior, queda claro que los partidos en desventaja para las elecciones presidenciales, PAN y PRD, le entregarán sin problemas el poder al PRI.
No se ve vocación democrática, ánimo conciliador, estrategia definida para alcanzar el poder, propuestas claras y sobre todo, la intención de representar las diferentes ideas de país que tienen los mexicanos, y que les corresponde a esos partidos responderles de acuerdo a su ideología y principios, con honestidad y haciendo a un lado intereses personales o de grupo.
En principio, tuvimos el anuncio del PAN haciendo del conocimiento de sus simpatizantes y el electorado en general, que la elección de su abanderado, se llevará a cabo con un mecanismo que de entrada, deja inconforme a dos de los tres contendientes y que de pasada, deja en la mayoría de los mexicanos un sabor de cargada y dedazo. Todo para posiblemente, imponer a un candidato de las simpatías del Presidente, personaje al que por donde se le vea, no se le ve por dónde.
Por su parte, el PRD simplemente ratificó lo que todos sabemos, no son capaces de ponerse de acuerdo entre ellos. En el intento por cambiar a los consejeros de ese partido, de cara al proceso interno más importante de su historia, todo fue confrontación, al grado de quedar suspendida la jornada en cinco estados. Por supuesto, los grupos afines a López Obrador y Ebrard, se acusan mutuamente ¿qué nos hace pensar que será diferente al tratar de elegir abanderado presidencial? Nada.
Ellos podrán esgrimir congruencia o el tan socorrido pretexto de: ¿Y yo por qué me voy a dejar? Pero lo cierto, es que en lo que le reclaman al árbitro, dejan la portería sola.
Mientras tanto, el PRI puede ir adelantando la fiesta, con estos enemigos, no necesitan cuates que hagan la chamba por ellos.
Aclaro que no todos, pero algunos millones de mexicanos no quieren el regreso del PRI y todo parece indicar que se van a tener que aguantar, puesto que por lo menos las cúpulas partidistas que podrían hacer realidad ese deseo, se han convertido en los mejores aliados de los tricolores.
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