DF, la última frontera contra los bárbaros

Jorge Zepeda Patterson

Si hace 20 años le hubieran dicho a un millonario regiomontano que algún día se trasladaría a vivir a la ciudad de México para sentirse más seguro, se habría burlado de su interlocutor. Como lo habríamos hecho cualquiera de nosotros en 1988 si nos hubiesen asegurado que llegaría a ser presidente ese diputado guanajuatense que portaba en la Cámara unas orejas de burro.

Pero en los giros improbables de la historia ambas cosas sucedieron, aunque todo indica que no por mucho tiempo. Fox ya no es presidente y con sus locuaces declaraciones frecuentemente se ha vuelto a colocar las orejas de burro. Y el D.F. ha comenzado a mostrar los primeros indicios de que la invasión de los bárbaros ha llegado a sus murallas.

El primer indicio lo tuve hace dos años, cuando uno de los hombres clave de Felipe Calderón, segundo o tercero en Los Pinos, me comentó una anécdota reveladora. Había ido con su pareja a un restaurante de mariscos en Polanco acompañado de su escolta de guardias presidenciales, pero al sentarse observó que a dos mesas de distancia se encontraban media docena de sujetos con pinta de facinerosos. Creyó adivinar, incluso, que estaban armados. "Preferí retirarme a otro restaurante", me dijo, temía que vieran a su escolta y se armara un borlote. El relato me dejó claro que habíamos comenzado a perder la capital. Habría sido explicable su actitud si hubiese estado de visita en Culiacán o Ciudad Juárez, convertidos en territorio apache. ¿Pero Polanco? ¿A tiro de piedra de Los Pinos y con la PGR, la Sedena o la SSP a su disposición?

Supongo que el funcionario ya sabía desde entonces lo que las estadísticas ahora han comenzado a reflejar. Según datos del diario Reforma, en lo que va del año se han registrado 138 muertes relacionadas con el crimen organizado en el Distrito Federal y 378 en Edomex, la mayoría de estas últimas en zona conurbada. Es decir, casi 500 ejecuciones, el doble que en Michoacán (263) y la mitad que en Sinaloa (mil 80).

Pero incluso más impactante que las estadísticas son los incidentes macabros o aparatosos que se han venido presentando en los últimos meses. Una balacera en Polanco que deja tres muertos ante medio centenar de comensales de un Wings, ejecutados a unos metros de instalaciones militares, colgados de puentes en Interlomas, los casos de degollados son cada vez más frecuentes. Comienzan a aparecer personajes como El JJ o La Mano con Ojos.

El crimen organizado siempre ha estado presente en la capital. Las mafias en torno a la piratería y al comercio informal en Tepito son tan antiguas como invencibles. Pero de alguna manera se trataba de fenómenos contenidos a actividades específicas y en territorios delimitados. No obstante, la guerra que comienza a darse entre los cárteles del narcotráfico por la disputa del Distrito Federal, ejecuciones incluidas, tiene visos similares a los que experimentaron al inicio ciudades como Monterrey, Torreón y tantas otras. Se trata de cárteles que aspiran a la apropiación absoluta del territorio que disputan, para lo cual buscan imponerse no sólo a las bandas rivales sino a la autoridad. Eventualmente ello les permite operar con total impunidad en las calles, lo cual deriva en la posibilidad de comenzar a extorsionar comercios y restaurantes de manera indiferenciada. Tal como ha sucedido en otras ciudades. El hecho de que lleguen a un restaurante de Polanco y obliguen a un funcionario de primer nivel a retirarse aun sin pedirlo, revela que están en la ruta para conseguir su propósito.

Y, sin embargo, el Distrito Federal tendría más herramientas para defenderse. Un gobierno sexenal, y no trianual, una estructura policiaca mucho más sólida y, desde luego, ser el asiento de los poderes federales, con toda la parafernalia militar y policiaca que ello supone.

Me parece que la batalla por la defensa de la ciudad de México es decisiva para el ánimo de la república y, en cierta manera para su existencia misma. Damos por sentado que hay partes del territorio perdido, pero sabemos que el país estará en pie en tanto se tenga el control de la capital. Sabemos que miles de niños en Guerrero no iban a clases porque no se puede proteger a los maestros de la extorsión por parte de los cárteles. Que buena parte de las presidencias municipales en Tierra Caliente, Michoacán, son de La Familia. Que un gran porcentaje de las policías estatales está en manos del enemigo. Pero el asiento de los poderes federales no puede caer. No debe.

La invasión está al pie de las murallas. Mientras Roma resista, habrá imperio. Después de eso, sólo la barbarie.

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