Coloraciones

Morena tropical
AMLO, preparado
Panistas pintan negro

Julio Hernández López / Astillero


En términos numéricos, escenográficos y anímicos todo pareciera listo para que Andrés Manuel López Obrador sea otra vez el candidato de la izquierda electoral a la Presidencia de la República. Ayer, el tabasqueño formalizó la constitución de su brazo político y electoral, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena, que en noviembre de 2012 tendrá un congreso que presumiblemente servirá para lanzar el proyecto de un nuevo partido), presentó sus nuevos cuadros directivos y abiertamente se declaró preparado para asumir de nueva cuenta la responsabilidad de intentar el arribo al poder.

AMLO y sólo AMLO, sería el veredicto inapelable que se podría deducir desde la óptica de un Auditorio Nacional lleno, rebosante de entusiasmo en favor del personaje central y militantemente aferrado a que su candidato presidencial no sea otro que el habilidoso orador que abría la puerta al respeto de resultados que le fueran adversos, pero cerraba su discurso con su declaratoria de estar listo para emprender otra campaña. Las encuestas, sí, pero también el hecho de que el Morena dice tener en todo el país una estructura tan apabullante que haría imposible que en ejercicios abiertos de auscultación ciudadana no se reflejaran esos 4 millones de personas definidas como protagonistas del cambio verdadero. Las encuestas, sí, pero el Morena tiene ya instalado un gabinete de trabajo que combina tácticas electorales y operativas, con una estratégica visión de gobierno que aportan varios de los personajes destacados que ayer fueron integrados al comité ejecutivo provisional, como el ingeniero experto en comunicaciones y energéticos Javier Jiménez Espriú (en cuya presentación ante el público AMLO habló de rescatar Mexicana de Aviación), el jurista Genaro Góngora (ex presidente de la Corte), el científico universitario René Drucker, la querida escritora Elena Poniatowska, el diplomático Héctor Vasconcelos y el economista Rogelio Ramírez de la O. En el consejo consultivo hay un amplio registro intelectual y profesional del que por razones de espacio es difícil dar detalle, junto a nuevos cuadros o reincorporaciones con sentido electoral y de promoción regional.

Y, sin embargo, hoy el entorno es radicalmente distinto al de seis años atrás y, a pesar de la entrega de los morenos a su dirigente, las preguntas se multiplican, sobre todo en relación con el desenlace de la contienda interna con Marcelo Ebrard. Allí están, en las butacas, los dirigentes del Partido del Trabajo y del Movimiento Ciudadano al que López Obrador sigue llamando Convergencia. Pero no Jesús Zambrano, ni Chuchos ni representantes diplomáticos del marcelismo-camachismo. El trabajo de Ebrard va por otra vía, aprovechando la disponibilidad mediática que a su adversario le es negada o dosificada, contrastando su perfil apacible y el de sus seguidores con el activismo y la pasión de los lopezobradoristas, tejiendo alianzas con el calderonismo que aún no define si se jugará el albur final con una carta blanca y azul (un cordero que sólo crecería a base de inflado extremo y muy costoso, o la sinuosa Chepina que no es querida por el calderonismo, pero podría ser una alternativa de negociaciones al interior del panismo) o con una apuesta aliancista que con Ebrard coronara las experiencias efectistas de estos años en algunos estados en elecciones de gobernadores.

Banderazo formal de salida a lo que todos sabían, pero faltaba protocolizar ante notario (que, por cierto, no resistió la tentación de hacer su propia faena discursiva de espontáneo político ante el que seguramente ha sido con muchísimo el acto más concurrido y aplaudidor de su carrera de fedatario), pero a pesar de que todo está servido, lo numérico, lo escenográfico y lo anímico, nada puede darse por seguro más allá de la voluntad en curso de sostener a partir de 2012 la posibilidad de organización propia en un nuevo partido.

Allí están, por ejemplo, como prueba de los riesgos de descomposición que el calderonismo ha llevado a una etapa peligrosa, las dudas respecto a la viabilidad del propio proceso electoral. La nueva conciencia nacional embotada (por el uso de botas) hace saber que el IFE está destruyendo la democracia, por no permitir que se den debates y se contraten anuncios de particulares en el contexto electoral. Como otros intelectuales, académicos y opinantes, Vicente Fox deplora que el ciudadano sea despojado de su posibilidad (viva, evidente, como cualquiera puede comprobar) de ir a cualquier televisora a decir o hacer decir lo que él quiera. Caray, eso si es grave, a juicio del responsable histórico mayor de la imposición fraudulenta de Felipe Calderón mediante artimañas como las que ahora defiende ardorosamente.

Otro monumento nacional de sapiencia política, el actuario Cordero, acusó de antidemocrático al consejo general del IFE y lamentó que, por falta de esa información que le está siendo escamoteada al pueblo, éste, a la hora de votar, seguramente se va a equivocar. Le están quitando un derecho a la sociedad, están atentando contra la esencia de la democracia, dijo ayer en Querétaro. Y el coordinador de los senadores panistas, José González Morfín, declaró en riesgo al conjunto de cataplasmas para el cáncer que insisten en llamar Reforma Política. El alegato de los panistas se refiere a las modificaciones que el priísmo peñanietista está haciendo en San Lázaro a la propuesta enviada desde el senado beltronista, en especial en el rubro de la elección sucesiva de legisladores y presidentes municipales, que según esa ensoñadora visión constituiría un gran paso para que el ciudadano revalúe el poder de su voto, a lo que se opone el gran jefe Peña Nieto, quien incluso ha hecho declaraciones públicas para explicar su oposición a esos afanes releccionistas que, en todo caso, propone sean puestos a consulta popular luego de los comicios del año entrante. Gulp: se acabó el espacio (el periodístico correspondiente hoy a esta columna, no el político y electoral en general), ¡hasta mañana!

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