Coalición para repartir el pastel

Rubén Cortés

No es una idea feliz que, con su búsqueda de gobiernos de coalición, varios de nuestros políticos y pensadores agreguen la crisis política a un país ya asediado por una de inseguridad, con más de 50 mil muertos, y otra económica, que tiene a 7 millones de jóvenes sin estudios ni empleo.

El desplegado Por una democracia constitucional, avalado por 46 notables, pretende que ocupemos el tiempo en cambiar el régimen político solo porque dan por hecho que Enrique Peña ganará en 2012 y quieren acotarle el poder como presidente.

Procuran meter en la agenda un tema tan alejado de la ciudadanía como la Nebulosa de Andrómeda y únicamente importa a los políticos que se dan por perdidos en las próximas presidenciales, pero aferrados a continuar en el reparto del poder.

En la práctica, los gobiernos de coalición achican al Estado sin fortalecerlo ni hacerlo más efectivo. Porque constituyen un régimen inestable: los partidos pueden quitar y poner el gobierno. En ese sentido, aparecería una de las pocas crisis que no tenemos, la política.

Sin embargo, quieren que perdamos tiempo en amojonar el mando del presidente, azorados por las encuestas (GCE del sábado) que dan 44.8 por ciento al PRI para volver a Los Pinos, sobre 26.6 del PAN y 12.5 del el PRD.

Y 75 por ciento a Peña sobre 6.9 de Beltrones en las internas del PRI, así como 44.8 de Peña contra 24.6 de Vázquez Mota y 13.5 de AMLO en las presidenciales. O 50 de Peña 24.4 de Josefina y 11.9 de Marcelo Ebrard.

Deberían dedicar ese tiempo a problemas más cercanos a la ciudadanía, como el 70 por ciento de nuestros estudiantes de educación básica que es incapaz de leer con fluidez y no comprende los textos, según la SEP.

O los niños que terminan la primaria y deben leer de 125 a 134 palabras por minuto, mientras los adolescentes egresados de secundaria deben leer de 155 a 160 palabras: pero solo tres de cada 10 de ellos lo consigue.

Más aún, en la mitad de los estudiantes de 15 años, el dominio del lenguaje o las matemáticas no alcanza lo elemental y únicamente uno de cada cuatro tiene capacidad para seguir aprendiendo: o sea, en el 75 por ciento de ellos no se está cumpliendo el derecho a la educación.

Con tan baja promoción intelectual, su futuro se encuentra en la pizca de fresa en California, la recogida de basura en Texas o el mercado informal aquí, aunque otros podrían tener un destino incierto en el narcotráfico, en el que muchos prefieren “vivir bien un año y luego morir”.

Viven, pues en una burbuja. No saben lo que, de verdad, interesa a la gente.

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