Carlos Ramírez / Indicador Político
Como los tres principales partidos ya rechazaron algún tipo de acuerdo y como los seis precandidatos nada dicen del diseño de unos Pactos de la Moncloa para México, el dilema electoral del 2012 se reduce a la restauración priísta, a la continuidad panista o al neocaudillismo perredista.
El único camino que queda para rescatar el espíritu de la transición democrática que el país tanteó en 1988 y que dilapidó Vicente Fox hoy convertido en el Chachalaco de sí mismo, radica en la posibilidad de que Cuauhtémoc Cárdenas encabece una propuesta de transición real a un sistema democrático que habría de construirse como propuesta plural.
Cárdenas ya ha dicho que sí. La medalla Belisario Domínguez, que retoma su valor de reconocimiento y deja el camino del pago de facturas partidistas, lo ha impulsado a afirmar la posibilidad de ser candidato en la tesitura de un acuerdo plural hacia la construcción del nuevo proyecto de nación.
Ya no hará más posibilidades. Los tres principales partidos tienen definidos sus nominaciones en figuras que carecen de alguna aportación para la reconstrucción del sistema político y del proyecto de nación. Así, el país podría ahogar la alternancia partidista del 2000 en candidatos que representen a sus propias formaciones, sin tener capacidad para construir alianzas en torno a una propuesta de reorganización nacional.
La única figura capaz de lograrlo es Cárdenas. No se trata sólo de sumar votos, sino de ofertar un proyecto de instauración de la democracia. Algunas de las firmas del desplegado proponiendo un gobierno de coalición podrían consolidar la propuesta de llevar la alternancia a un nuevo proyecto nacional: Manlio Fabio Beltrones, Santiago Creel, Manuel Camacho Solís, Marcelo Ebrard y politólogos que han insistido en el cambio de fondo como María Amparo Casar y José Antonio Crespo. Todos ellos podrían configurar un bloque político capaz de consolidar una candidatura de emergencia para llevar la transición a la instauración de un nuevo régimen de gobierno con nuevas y mejores reglas, y evitar que la alternancia caiga en el círculo vicioso de la restauración del viejo régimen que se ve en el corto plazo histórico.
Para lograr esa oportunidad no se requiere la voluntad de Cárdenas –que ya la fijó con precisión–, sino del paso audaz de mexicanos que dicen estar comprometidos con los cambios: una candidatura plural de Cárdenas a la presidencia, con un programa de refundar el proyecto nacional. En este escenario podrán contribuir Beltrones, Creel, Camacho, Ebrard y otros que sí existe una viabilidad para rescatar el voto histórico del 2000 que Fox dilapidó con irresponsabilidad histórica al olvidarse de la transición y dedicar su presidencia a colmar de bendiciones y poder a Martha Sahagún; se trataría, con Cárdenas, de retomar el camino desviado en el 2001: el cambio de modelo político.
Las oportunidades son pocas. Y parece que ya no habrá otra. Por más que se busque, no existe otra figura de consenso nacional para la verdadera transición-alternancia-construcción democrática que Cárdenas. Cualquiera de los tres precandidatos que se perfilan como candidatos no ofrece la posibilidad de una oferta seria por la reconstrucción nacional del proyecto de desarrollo.
Si no hay un candidato de consenso como Cárdenas y si no se forma un nuevo bloque histórico de poder con líderes que fueron capaces de hacer una propuesta contraria a los intereses de sus respectivos partidos, entonces el país llegará al 2012 con propuestas parciales, con campañas destructivas y sin ofrecerle al país y a la sociedad una esperanza de cambio real.
Como los tres principales partidos ya rechazaron algún tipo de acuerdo y como los seis precandidatos nada dicen del diseño de unos Pactos de la Moncloa para México, el dilema electoral del 2012 se reduce a la restauración priísta, a la continuidad panista o al neocaudillismo perredista.
El único camino que queda para rescatar el espíritu de la transición democrática que el país tanteó en 1988 y que dilapidó Vicente Fox hoy convertido en el Chachalaco de sí mismo, radica en la posibilidad de que Cuauhtémoc Cárdenas encabece una propuesta de transición real a un sistema democrático que habría de construirse como propuesta plural.
Cárdenas ya ha dicho que sí. La medalla Belisario Domínguez, que retoma su valor de reconocimiento y deja el camino del pago de facturas partidistas, lo ha impulsado a afirmar la posibilidad de ser candidato en la tesitura de un acuerdo plural hacia la construcción del nuevo proyecto de nación.
Ya no hará más posibilidades. Los tres principales partidos tienen definidos sus nominaciones en figuras que carecen de alguna aportación para la reconstrucción del sistema político y del proyecto de nación. Así, el país podría ahogar la alternancia partidista del 2000 en candidatos que representen a sus propias formaciones, sin tener capacidad para construir alianzas en torno a una propuesta de reorganización nacional.
La única figura capaz de lograrlo es Cárdenas. No se trata sólo de sumar votos, sino de ofertar un proyecto de instauración de la democracia. Algunas de las firmas del desplegado proponiendo un gobierno de coalición podrían consolidar la propuesta de llevar la alternancia a un nuevo proyecto nacional: Manlio Fabio Beltrones, Santiago Creel, Manuel Camacho Solís, Marcelo Ebrard y politólogos que han insistido en el cambio de fondo como María Amparo Casar y José Antonio Crespo. Todos ellos podrían configurar un bloque político capaz de consolidar una candidatura de emergencia para llevar la transición a la instauración de un nuevo régimen de gobierno con nuevas y mejores reglas, y evitar que la alternancia caiga en el círculo vicioso de la restauración del viejo régimen que se ve en el corto plazo histórico.
Para lograr esa oportunidad no se requiere la voluntad de Cárdenas –que ya la fijó con precisión–, sino del paso audaz de mexicanos que dicen estar comprometidos con los cambios: una candidatura plural de Cárdenas a la presidencia, con un programa de refundar el proyecto nacional. En este escenario podrán contribuir Beltrones, Creel, Camacho, Ebrard y otros que sí existe una viabilidad para rescatar el voto histórico del 2000 que Fox dilapidó con irresponsabilidad histórica al olvidarse de la transición y dedicar su presidencia a colmar de bendiciones y poder a Martha Sahagún; se trataría, con Cárdenas, de retomar el camino desviado en el 2001: el cambio de modelo político.
Las oportunidades son pocas. Y parece que ya no habrá otra. Por más que se busque, no existe otra figura de consenso nacional para la verdadera transición-alternancia-construcción democrática que Cárdenas. Cualquiera de los tres precandidatos que se perfilan como candidatos no ofrece la posibilidad de una oferta seria por la reconstrucción nacional del proyecto de desarrollo.
Si no hay un candidato de consenso como Cárdenas y si no se forma un nuevo bloque histórico de poder con líderes que fueron capaces de hacer una propuesta contraria a los intereses de sus respectivos partidos, entonces el país llegará al 2012 con propuestas parciales, con campañas destructivas y sin ofrecerle al país y a la sociedad una esperanza de cambio real.
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