AMLO: ¿Vale la no reelección?

Carlos Ramírez / Indicador Político

Cuando Jacobo Zabludovsky le preguntó en febrero del 2008 cómo sería candidato presidencial en el 2012 si acaba de tomar protesta como presidente legítimo en un país que la Constitución no permite la reelección del Ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador respondió lacónico, serio:

--Eso habría que verlo en su momento, ahí los juristas lo tendrían que resolver.

Para ser candidato presidencial legal en el 2012, López Obrador tendría que reconocer públicamente que su gobierno legítimo fue una payasada o un circo político para no perder seguidores. Si no lo hace, entonces el tabasqueño tendría la prohibición legal de la reelección presidencial. Porque el mítico 20 de noviembre de 2006 López Obrador juró como presidente legítimo, le hicieron una silla presidencial y le colocaron la simbólica banda presidencial y estuvo acompañado por su gabinete legítimo.

En el evento para notarizar como asociación civil su Movimiento de Renovación Nacional, antier domingo, López Obrador cometió otro error político: En el podio tenía la bandera reinventada con el águila juarista, la misma que utilizó en noviembre de 2006 para jurar solemnemente como presidente legítimo de la República. Por tanto, el tabasqueño mandó otra vez el mensaje de que le entregan la presidencia o se reelegiría como presidente legítimo por otros seis años.

Por tanto, López Obrador parece estar asentado en su mundo aparte, en su república política inexistente, paralela. De hecho, el tabasqueño desperdició la oportunidad para regresar a la realidad real. La presencia de su bandera con su águila presidencial dejó la señal de que López Obrador sigue instalado en su mundo ideal donde es presidente legítimo.

En todo caso, a Marcelo Ebrard también le corresponde dar una explicación política satisfactoria sobre aquella ceremonia bizarra de ungimiento de López Obrador como presidente legítimo y por el cumplimiento de la orden presidencial lopezobradorista de no reconocer al gobierno legal y constitucional de Felipe Calderón. Como jefe electo de Gobierno en la misma elección que Calderón, Ebrard asistió a la toma de posesión presidencial de López Obrador.

Durante toda su gestión, Ebrard ha mantenido al DF en una situación de separatismo político del pacto federal negándole el reconocimiento institucional a Calderón y hasta hace poco el saludo personal por el temor a las iras presidenciales de López Obrador. Ahora que quiere ser candidato presidencial del PRD, Ebrard tendría que dar una explicación de su conducta política al negar la autoridad federal del presidente constitucional de la República y subsidiar financieramente al gobierno legítimo de López Obrador.

Pero el más enredado en su propia telaraña es López Obrador. Su investidura durante estos cinco y medio años fue la de presidente legítimo, con un gabinete presidencial también legítimo. Ciertamente que en noviembre del 2006 se cuidó de no jurar sobre la Constitución ni de usar los mismos símbolos protocolarios legales; de todos modos y pese al águila juarista fuera de vigencia, a una banda presidencial falsa y sin valor y a una Silla del Águila presidencial con perfiles de silla gestatoria, de todos modos para efectos prácticos López Obrador terminará su sexenio legítimo el primero de diciembre de 2012 cuando le entregue la banda presidencial a su sucesor en la presidencia ¡legítima! aunque no constitucional.

El problema es bastante serio para López Obrador. Por ello es que sus abogados deberían desde ahora de aclarar si ya fue presidente de la República durante cinco años y bajo qué razonamiento jurídico podría aspirar a la reelección. Lo de menos es decir que toda su presidencia legítima fue una broma de mal gusto porque durante estos cinco años puso al país en vilo con su negativa a reconocer la legitimidad constitucional de Calderón y para ello contó durante años con la complicidad del PRD y de Ebrard. No importa mucho que los abogados de López Obrador digan que la presidencia legítima no se basó en ninguna ley constitucional. El hecho real ha sido que López Obrador sí se presentó públicamente como presidente legítimo, exigió que durante los primeros años de su sexenio le dijeran “Señor Presidente” y su gabinete legítimo cobró emolumentos como miembro de un gobierno realmente existente.

Si fue broma estudiantil o no, es la fecha en que López Obrador no reconoce la jerarquía constitucional del Presidente Calderón, con lo que está desconociendo el valor de la Constitución y de las leyes que de ella emanan porque la legitimidad del Presidente de la República se basó en las instituciones, las mismas que el tabasqueño mandó al diablo. Por cierto, la banda presidencial legítima le fue puesta a López Obrador por la entonces senadora electa Rosario Ibarra de Piedra, la misma que está en la lista de merecedoras de la medalla “Belisario Domínguez”.

Así que López Obrador y Ebrard están atrapados en la telaraña de sus pasiones políticas, el primero por ostentarse como presidente legítimo y jurar respetar la Constitución y el segundo por comparsa entonces de López Obrador; los dos aspiran hoy a la Presidencia de la República como si los dos no le hubieran hecho mucho daño al país y a su legalidad en el largo periodo 2006-2011. ¿Qué ocurriría si Ebrard hace el milagro, gana la presidencia y tiene que recibir la banda presidencial de Calderón, a quien hasta ahora no ha reconocido explícitamente como Presidente de la República? ¿O la banda se la entregaría López Obrador en el Congreso como presidente legítimo saliente?

Los radicalismos separatistas del PRD tienen atrapados a López Obrador y a Ebrard en la ilegalidad. Por ello es que los abogados de los dos deben preparar una explicación a la República: ¿Fue payasada lo de la presidencia legítima o tan serio que plantea la reelección y la legitimidad de última hora?

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