Rubén Cortés
Al echar a cajas destempladas a Martí Batres por llamarlo traidor, Marcelo Ebrard amplió su margen de maniobra para determinar quién será el candidato del PRD a sucederlo en el GDF en 2012.
Batres, hasta ayer Secretario de Desarrollo Social capitalino, fue expulsado del cargo tras considerar una traición que Ebrard saludara de mano al Presidente Felipe Calderón durante su V Informe de Gobierno.
De cualquier modo, Batres estaba sentenciado desde que el 16 de diciembre organizó una rechifla contra Ebrard, orquestada por su hermana Lenia, durante el Congreso del PRD en Oaxtepec, con gritos de “Obrador, Obrador”.
Pero era un caso especial porque a Ebrard le resultaba imposible controlarlo en la línea sucesoria, ya que era el único de sus funcionarios que no respondía a sus órdenes, sino a las de AMLO.
Ahora, ya con Batres sin recursos públicos, presencia en medios, ni aparato para soportar su precandidatura, AMLO pierde casi totalmente su posibilidad de contar con una pieza fuerte en la competencia por la candidatura perredista en el DF.
Porque la pugna que sostiene con Ebrard por la candidatura presidencial de la izquierda es un factor que influirá en el proceso local, por la importante presencia que conserva el tabasqueño en el PRD y en los grupos políticos y sociales del DF.
Sí pero, ya sin Batres, mucho menos. Y quedan en liza tres cartas, aunque sólo una absolutamente de Ebrard, que es su secretario de Educación, Mario Delgado, pues las otras dos no lo son en la misma magnitud: la líder de la ALDF, Alejandra Barrales, el Procurador Miguel Mancera.
Delgado tiene buena imagen, es un funcionario eficaz, ajeno a escándalos, pero no crece en las encuestas, aunque Ebrard le dio la llave de los programas sociales al cambiarlo de una Secretaría árida (Finanzas) a una de proyección social (Educación) que le da pantalla y activismo público.
En cambio, Barrales, aunque es muy ligada a los grupos afines a AMLO, ha sabido ganarse la confianza de Ebrard, tanto que en su informe de labores al frente de la ALDF, aquel le hizo un reconocimiento especial, que fue interpretado como un espaldarazo a sus aspiraciones.
Y Mancera no proviene de las bases del PRD ni es identificado con Ebrard. Sin embargo, se supo ganar su confianza y es quien tiene el mejor manejo de su imagen pública y ha sabido construirse una buena relación con grupos de la sociedad civil vinculados al tema de la seguridad pública.
Así, Mancera podría constituir un candidato con una base más ciudadana que política, característica tentadoramente atractiva para cualquier partido en estos tiempos en que la posibilidad de los candidatos de cierto corte ciudadano constituyen un sueño posible en nuestra democracia.
Al echar a cajas destempladas a Martí Batres por llamarlo traidor, Marcelo Ebrard amplió su margen de maniobra para determinar quién será el candidato del PRD a sucederlo en el GDF en 2012.
Batres, hasta ayer Secretario de Desarrollo Social capitalino, fue expulsado del cargo tras considerar una traición que Ebrard saludara de mano al Presidente Felipe Calderón durante su V Informe de Gobierno.
De cualquier modo, Batres estaba sentenciado desde que el 16 de diciembre organizó una rechifla contra Ebrard, orquestada por su hermana Lenia, durante el Congreso del PRD en Oaxtepec, con gritos de “Obrador, Obrador”.
Pero era un caso especial porque a Ebrard le resultaba imposible controlarlo en la línea sucesoria, ya que era el único de sus funcionarios que no respondía a sus órdenes, sino a las de AMLO.
Ahora, ya con Batres sin recursos públicos, presencia en medios, ni aparato para soportar su precandidatura, AMLO pierde casi totalmente su posibilidad de contar con una pieza fuerte en la competencia por la candidatura perredista en el DF.
Porque la pugna que sostiene con Ebrard por la candidatura presidencial de la izquierda es un factor que influirá en el proceso local, por la importante presencia que conserva el tabasqueño en el PRD y en los grupos políticos y sociales del DF.
Sí pero, ya sin Batres, mucho menos. Y quedan en liza tres cartas, aunque sólo una absolutamente de Ebrard, que es su secretario de Educación, Mario Delgado, pues las otras dos no lo son en la misma magnitud: la líder de la ALDF, Alejandra Barrales, el Procurador Miguel Mancera.
Delgado tiene buena imagen, es un funcionario eficaz, ajeno a escándalos, pero no crece en las encuestas, aunque Ebrard le dio la llave de los programas sociales al cambiarlo de una Secretaría árida (Finanzas) a una de proyección social (Educación) que le da pantalla y activismo público.
En cambio, Barrales, aunque es muy ligada a los grupos afines a AMLO, ha sabido ganarse la confianza de Ebrard, tanto que en su informe de labores al frente de la ALDF, aquel le hizo un reconocimiento especial, que fue interpretado como un espaldarazo a sus aspiraciones.
Y Mancera no proviene de las bases del PRD ni es identificado con Ebrard. Sin embargo, se supo ganar su confianza y es quien tiene el mejor manejo de su imagen pública y ha sabido construirse una buena relación con grupos de la sociedad civil vinculados al tema de la seguridad pública.
Así, Mancera podría constituir un candidato con una base más ciudadana que política, característica tentadoramente atractiva para cualquier partido en estos tiempos en que la posibilidad de los candidatos de cierto corte ciudadano constituyen un sueño posible en nuestra democracia.
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