J. Enrique Olivera Arce / Pulso crítico
Francamente a nadie le interesa, salvo al ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, si estamos gobernados por una mafia plutocrática o por una mafia que eufemísticamente hemos dado en llamar “partidocracia”. Para hombres y mujeres de a pie da lo mismo, percibiéndose cotidianamente que urge ya un cambio en el país. No es posible continuar por el trillado camino que nos tiene colocados al borde del desastre económico, el fascismo político y la desesperanza social.
Andrés Manuel podrá repetir hasta el cansancio su ya manido discurso, sin que ello signifique que con ello ganará, primero, la candidatura de las izquierdas y, a continuación, la presidencia de la República. Denunciar lo evidente, atribuyéndosele a Juan de los palotes, a mi juicio resulta irrelevante. Lo que se espera de su indudable liderazgo es una respuesta coherente al qué, el cómo y por dónde avanzar en una estrategia razonablemente aceptable para romper con la inercia y, de manera consciente y organizada, encontrar en la participación democrática el camino de la unidad de las llamadas izquierdas de México.
Sin respuesta a estas interrogantes Andrés Manuel López Obrador borda en el vacío. Propalar denuncias y lamentos no ayuda a construir nada, salvo impotencia y desesperanza. Construir una catedral exige más que saber quien es el dueño de los tabiques y porqué se nos niega la fórmula de la argamasa. El ejemplo más reciente lo tenemos en la marcha por la paz con dignidad. Del lamento se pasó a la denuncia y, de ésta al protagonismo de un hombre cuya corto alcance de miras no le permite ver más allá de un esteril llamado a la piedad y la cordura del presidente Calderón, en nombre de la paz de los sepulcros.
Lo paradójico es que a diferencia de quienes al interior de los partidos políticos aspiran a gobernar a México, Andrés Manuel cuenta con un proyecto de Nación que, en sus cincuenta puntos consensuados por expertos de primer nivel en torno a un diagnóstico realista del país, éste se ha quedado en el papel. El movimiento social de reconstrucción nacional, “Morena”, gira y gira en torno al combate verbal a las mafias plutocráticas en una guerra en la que el fusil se deja en casa. El proyecto alternativo de Nación, que debería ser el eje organizativo, de debate y de capacitación política y social del movimiento, brilla por su ausencia tanto en el discurso como en las tareas proselitistas.
Es por ello que me ha llamado la atención que un priísta, militante probado de vieja cepa, funcionario público estatal cuyo nombre me reservo, con singular entusiasmo me comentara que si hoy fueran las elecciones y Andrés Manuel fuera candidato a la presidencia de la República, votaría por él. Su confesión me sacó de balance, lanzándole la pregunta obligada: ¿por qué?
Es muy simple, agregó. “El país está urgido de un cambio real en lo político y en lo económico; la presión social apunta en esa dirección y tanto el PRI, el PAN y el PRD carecen de un proyecto de Nación que ofrezca algo diferente a más de lo mismo. El único que oferta alternativas viables de cambio en un proyecto estructurado y coherente, es López Obrador”.
¿Rara avis?
Bueno, quiza así de entrada lo parezca. Es difícil el sólo pensar que un priísta veracruzano se expresara con honestidad sobre un tema que es tabú en los círculos oficiales. Más cuando el primer priísta de Veracruz se pronunciara a favor de la candidatura de Enrique Peña Nieto, aseverando que sería un magnífico presidente de la República. El sólo mencionar el nombre del tabasqueño está prácticamente prohibido, salvo para denostarlo y minimizar sus posibilidades de alcanzar nuevamente la candidatura a la primera magistratura del país.
Sin embargo, a mi juicio no es de extrañarse. Aunque parezca imposible que entre las filas priístas se cuente con hombres y mujeres honestos, bien intencionados y preocupados sinceramente por el rumbo que ha tomado México, la realidad es que éstos existen, son de carne y hueso y a ellos van dirigidos los llamados de Andrés Manuel cuando invita a las bases del PRI y del PAN a sumarse al movimiento que encabeza.
Lo que sí causa extrañeza es que un priísta esté enterado de la existencia del Proyecto Alternativo de Nación y sus cincuenta puntos, así como de su plena validez como alternativa del urgente cambio de rumbo, cuando tal documento y opción sea desconocido para muchos de los seguidores de AMLO, que se han anclado en el pasado y conformado con propalar como eje sustantivo de la propuesta de Andrés Manuel, el combate a “la mafia en el poder”.
Y mientras eso se da entre las filas priístas, las llamadas izquierdas no pasan del clásico cochinero que les enfrenta electoralmente en la lucha por el poder y reparto de prebendas en sus respectivas parcelas tribales. La ambición desmedida les ciega en el reparto de las migajas cortesanas, mientras el ilustre caminante recorre una y otra vez el territorio nacional, denunciando y denostando a una nebulosa “mafia” que nadie objetivamente identifica como su adversario o enemigo.
Querido, escuchado y aplaudido, pero no entendido por el pueblo llano que le sigue sin más esperanza que el deseo de participar construyendo su propio camino, López Obrador pierde un valioso tiempo tratando de “despertarle” cuando éste exige ya organización para la acción en la búsqueda de la senda democrática.
Amlo presenta Proyecto alternativo de Nación: http://www.youtube.com/watch?v=L8DNIpjyRgY
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Francamente a nadie le interesa, salvo al ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, si estamos gobernados por una mafia plutocrática o por una mafia que eufemísticamente hemos dado en llamar “partidocracia”. Para hombres y mujeres de a pie da lo mismo, percibiéndose cotidianamente que urge ya un cambio en el país. No es posible continuar por el trillado camino que nos tiene colocados al borde del desastre económico, el fascismo político y la desesperanza social.
Andrés Manuel podrá repetir hasta el cansancio su ya manido discurso, sin que ello signifique que con ello ganará, primero, la candidatura de las izquierdas y, a continuación, la presidencia de la República. Denunciar lo evidente, atribuyéndosele a Juan de los palotes, a mi juicio resulta irrelevante. Lo que se espera de su indudable liderazgo es una respuesta coherente al qué, el cómo y por dónde avanzar en una estrategia razonablemente aceptable para romper con la inercia y, de manera consciente y organizada, encontrar en la participación democrática el camino de la unidad de las llamadas izquierdas de México.
Sin respuesta a estas interrogantes Andrés Manuel López Obrador borda en el vacío. Propalar denuncias y lamentos no ayuda a construir nada, salvo impotencia y desesperanza. Construir una catedral exige más que saber quien es el dueño de los tabiques y porqué se nos niega la fórmula de la argamasa. El ejemplo más reciente lo tenemos en la marcha por la paz con dignidad. Del lamento se pasó a la denuncia y, de ésta al protagonismo de un hombre cuya corto alcance de miras no le permite ver más allá de un esteril llamado a la piedad y la cordura del presidente Calderón, en nombre de la paz de los sepulcros.
Lo paradójico es que a diferencia de quienes al interior de los partidos políticos aspiran a gobernar a México, Andrés Manuel cuenta con un proyecto de Nación que, en sus cincuenta puntos consensuados por expertos de primer nivel en torno a un diagnóstico realista del país, éste se ha quedado en el papel. El movimiento social de reconstrucción nacional, “Morena”, gira y gira en torno al combate verbal a las mafias plutocráticas en una guerra en la que el fusil se deja en casa. El proyecto alternativo de Nación, que debería ser el eje organizativo, de debate y de capacitación política y social del movimiento, brilla por su ausencia tanto en el discurso como en las tareas proselitistas.
Es por ello que me ha llamado la atención que un priísta, militante probado de vieja cepa, funcionario público estatal cuyo nombre me reservo, con singular entusiasmo me comentara que si hoy fueran las elecciones y Andrés Manuel fuera candidato a la presidencia de la República, votaría por él. Su confesión me sacó de balance, lanzándole la pregunta obligada: ¿por qué?
Es muy simple, agregó. “El país está urgido de un cambio real en lo político y en lo económico; la presión social apunta en esa dirección y tanto el PRI, el PAN y el PRD carecen de un proyecto de Nación que ofrezca algo diferente a más de lo mismo. El único que oferta alternativas viables de cambio en un proyecto estructurado y coherente, es López Obrador”.
¿Rara avis?
Bueno, quiza así de entrada lo parezca. Es difícil el sólo pensar que un priísta veracruzano se expresara con honestidad sobre un tema que es tabú en los círculos oficiales. Más cuando el primer priísta de Veracruz se pronunciara a favor de la candidatura de Enrique Peña Nieto, aseverando que sería un magnífico presidente de la República. El sólo mencionar el nombre del tabasqueño está prácticamente prohibido, salvo para denostarlo y minimizar sus posibilidades de alcanzar nuevamente la candidatura a la primera magistratura del país.
Sin embargo, a mi juicio no es de extrañarse. Aunque parezca imposible que entre las filas priístas se cuente con hombres y mujeres honestos, bien intencionados y preocupados sinceramente por el rumbo que ha tomado México, la realidad es que éstos existen, son de carne y hueso y a ellos van dirigidos los llamados de Andrés Manuel cuando invita a las bases del PRI y del PAN a sumarse al movimiento que encabeza.
Lo que sí causa extrañeza es que un priísta esté enterado de la existencia del Proyecto Alternativo de Nación y sus cincuenta puntos, así como de su plena validez como alternativa del urgente cambio de rumbo, cuando tal documento y opción sea desconocido para muchos de los seguidores de AMLO, que se han anclado en el pasado y conformado con propalar como eje sustantivo de la propuesta de Andrés Manuel, el combate a “la mafia en el poder”.
Y mientras eso se da entre las filas priístas, las llamadas izquierdas no pasan del clásico cochinero que les enfrenta electoralmente en la lucha por el poder y reparto de prebendas en sus respectivas parcelas tribales. La ambición desmedida les ciega en el reparto de las migajas cortesanas, mientras el ilustre caminante recorre una y otra vez el territorio nacional, denunciando y denostando a una nebulosa “mafia” que nadie objetivamente identifica como su adversario o enemigo.
Querido, escuchado y aplaudido, pero no entendido por el pueblo llano que le sigue sin más esperanza que el deseo de participar construyendo su propio camino, López Obrador pierde un valioso tiempo tratando de “despertarle” cuando éste exige ya organización para la acción en la búsqueda de la senda democrática.
Amlo presenta Proyecto alternativo de Nación: http://www.youtube.com/watch?v=L8DNIpjyRgY
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