Preocupantes imágenes patrias

Martha Anaya / Crónica de Política

¡Vaya imágenes patrias que nos obsequiaron Alonso Lujambio y Felipe Calderón!

El 15 por la mañana, el secretario de Educación sobresaltó con el tonito de su discurso. No tanto por lo expresado, sino por el énfasis que le dio y el tono regañón (por no decir autoritario) con que lo manifestó.

Y si duda cabía, Lujambio echó mano de los ademanes y golpeó en distintas ocasiones el atril al pie de la columna de la Independencia para restregarnos que el presidente de la República no mintió cuando advirtió al país la necesidad de dar la lucha contra la delincuencia.

Por el contrario, aseguraría ante el asombro del presidente de la Suprema Corte, Juan Silva Meza, ha hablado con la verdad. Ha abierto las puertas de su gobierno, ha escuchado, ha debatido de buena fe y de cara a la nación.

No era una opinión más la de Lujambio. Por el contenido y sobre todo por la forma –el tono–, más parecía un decreto o el arrebato con concluía una agria discusión.

Por la noche, en el Palacio Nacional, al enfilarse para recibir la bandera mexicana, el Jefe del Ejecutivo haría gala de un caminar militar que no habíamos visto en sus predecesores; como tampoco el saludo militar a la bandera.

Hasta donde recordamos, el saludo presidencial al lábaro patrio solía ser la mano a la altura del pecho, con el codo a la altura del hombro.

Y aunque iba vestido de traje la imagen que dejó Calderón esa noche fue más la de un presidente militar más que de un presidente civil.

Será porque estamos en tiempos de guerra…

El zócalo en sí, quedaron como mensajes simbólicos: una plaza apenas a medio llenar (más desangelada incluso que las de las épocas duras de Miguel de la Madrid) y una separación notoria entre los invitados especiales y el pueblo. Los primeros, en gradas situadas frente al balcón del Palacio para mirar de frente “el grito” y dándole la espalda al resto de los asistentes que acudieron a pesar de los pesares.

Del desfile militar el 16 queda entre las imágenes recogidas, la frialdad del presidente de México frente al presidente de la Suprema Corte de Justicia, Juan Silva Meza, a quien ni siquiera se volvía a mirar, ya no digamos a dialogar como lo hizo notoriamente con otros asistentes.

En cuanto al “poderío” mostrado por las Fuerzas Armadas durante su marcha por la Plaza de la Constitución, ocasión de orgullo para algunos, a nosotros más bien nos produjo una sensación de inquietud vis a vis de la debilidad de las instituciones civiles.

Preocupantes imágenes patrias.

Comentarios