Acuerdos rotos
Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida
Tras la advertencia, según alguna encuesta de las llamadas serias, de que el PRI no ganará, cuando menos ahora, el Gobierno del Distrito Federal con Beatriz Paredes, que es su mejor apuesta, grupos de ese partido se han dado a la tarea de buscar, fuera de la organización, un candidato que reúna las condiciones que requieren para lanzarlo a la aventura por la jefatura de Gobierno de la ciudad de México.
Eso se ha convertido en un problema que, como solución, encontró un nombre: Joel Ortega, uno de los muy pocos políticos en pugna que conoce el Distrito Federal de pe a pa, y al que, según confiesan los priístas, aún no se le ha hecho una invitación formal. Es más, aún no se le informa de tal cosa, y las probabilidades de que acepte no parecen muy altas. Pero en fin, para quienes han pensado en Ortega, el asunto está en proceso.
Lo que no tiene solución, confiesan también, es la situación del ex gobernador del estado de Hidalgo, José Murillo Karam, a quien se le encargó, como delegado general del CEN priísta, el trabajo político de ese partido en la ciudad de México, y eso porque, aseguran, esa figura no existe en los estatutos del tricolor, no obstante que se aceptado en buena cantidad de contiendas en todo el país.
Ahora, la presencia de Murillo en calidad de delegado para suplir la elección de presidente del organismo será impugnada ante las instancias debidas. Y es que su imposición proviene de un acuerdo roto entre Enrique Peña Nieto y Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre. Este último asegura que entre él y el gobernador del estado de México se dio un acuerdo por el cual el hoy asambleísta del PRI ocuparía la presidencia de ese partido en el DF, aun en contra de las opiniones de Beatriz Paredes.
Ante el fallo del Tribunal Electoral del Distrito Federal, que invalidó el proceso para elegir presidente de ese instituto político –porque, según la tesis del tribunal, los 3 mil 256 consejeros políticos del PRI que deberían hacer la elección habían concluido su gestión en octubre de 2010–, se llamó a Murillo y se pensó que hasta ahí el problema que suponía la elección quedaría resuelto, pero resulta que las cosas no son exactamente así, porque los estatutos del partido fueron cambiados.
Hasta antes de la 19 asamblea nacional del PRI, que se efectuó en Aguascalientes hace tres años, los estatutos del partido indicaban que a partir del inicio de los tiempos de elección quedaban suspendidos todos los procesos internos partidistas, como el trabajo electoral para decidir un presidente de la organización, pero a partir de entonces la ley interna priísta cambió, y ahora sí es posible ir a la tan temida contienda por la presidencia del partido, lo que hace inútil, aún más, la presencia de Murillo.
Así las cosas, deberá haber contienda y nadie apuesta por una carrera limpia. Como ya hemos asentado aquí, las diferencias siguen siendo insalvables y, luego de la desavenencia entre Peña Nieto y Gutiérrez de la Torre, no se ve por dónde se pueda lograr un acuerdo que impida la ruptura que se anuncia por todas partes.
De cualquier forma, según dicen las mediciones, el PRI podría ganar la mitad de la delegaciones el año próximo, entre ellas Tláhuac, que tiene muchos años de sufrir malos gobiernos. En fin, si siguen así, ellos, los priístas, se lo perderán.
De pasadita
Parece que ahora sí va en serio eso del recambio de funcionarios en la administración de Marcelo Ebrard. Se dice que el jefe de Gobierno ya empezó a pedir renuncias, primero a quienes se supone quieren sucederlo en el cargo, y después a quienes no sirven, o podrían servir en trabajos del futuro inmediato. Lo malo es que habrá alguno al que se le perdonará seguir en el gobierno hasta que los tiempos lo alcancen. Buen ejemplo, señor Ebrard, buen ejemplo.
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