Martha Anaya / Crónica de Política
“Agradezco todas las muestras de apoyo, de cariño, de solidaridad. Seguimos en la lucha. Vamos por los 50 puntos por la Cuarta Transformación de la Ciudad de México”, escribió ayer por la tarde Martí Batres en su cuenta en Facebook.
Luce aún optimista el ex secretario de Desarrollo Social del Distrito Federal. Pareciera que todavía cree tener posibilidades de convertirse en el candidato del PRD para el gobierno capitalino.
Camina por inercia. No se da cuenta de que ya fue políticamente decapitado para esa opción.
Si todavía cree –o creía—que Andrés Manuel López Obrador lo va a cobijar al punto de enfrentarse con Marcelo Ebrard, se equivoca por completo. El tabasqueño es pragmático y tiene sus prioridades. Lo ha demostrado una y otra vez con sus colaboradores cuando se meten en problemas.
Esta vez no fue la excepción. Ayer mismo por la mañana, sin haberse cumplido siquiera 24 horas del cese fulminante de Martí, López Obrador salió públicamente a deslindarse del asunto, a calificar el hecho como “una discrepancia” entre los actores y a precisar que eso no afectaba su relación con Ebrard.
“Es una decisión que ellos tomaron. Tuvieron una discrepancia. Tomó Marcelo una decisión. Yo los estimo a los dos. No me voy a meter”, declaró Andrés Manuel, momentos antes de que Batres ofreciera su propia conferencia de prensa.
Que no le hizo ninguna gracia al ex candidato presidencial perder la posición que tenía Martí en el gobierno del DF, ¡sin duda! Pero primero es lo primero, ¡la grande!; y como indicó, “aunque no estuviese de acuerdo, él (Marcelo) es libre, es autoridad y yo no soy cacique”.
Martí se equivocó. Quiso posicionarse políticamente –a costa de su jefe—en la carrera por la candidatura y calculó mal. O más bien, no calculó la respuesta de Ebrard.
Lo cegó la soberbia. Ya se veía, según sus propias palabras, como el candidato natural, como el que viene desde abajo, el que siempre ha militado en las izquierdas, el que conoce la ciudad y sabe lo que se tiene hacer, y como el hombre de Andrés Manuel para el DF.
Bueno, pues ya no lo es. Así de fácil.
Martí podrá seguir lamentándose de que se trató de una decisión “política e injusta”, pero no le sirve de nada.
Incluso tales adjetivos resultan candorosos, por llamarlos de algún modo:
¿Qué fue una decisión política? ¡Sin duda! Del mismo modo que su cuestionamiento al jefe de Gobierno fue político. ¿Qué es por tiempos políticos con vistas a la sucesión? ¡Por supuesto! En ese mismo terreno jugó él sus cartas.
¿Injusta? No. El que golpea se expone a que le contesten del mismo modo. ¿Qué Marcelo pegó más fuerte? Pues sí, qué esperaba.
La verdad es que se sintió muy confiado por el abrigo de López Obrador y se puso con Marcelo a la patadas. No le resultó. Calculó mal.
“Agradezco todas las muestras de apoyo, de cariño, de solidaridad. Seguimos en la lucha. Vamos por los 50 puntos por la Cuarta Transformación de la Ciudad de México”, escribió ayer por la tarde Martí Batres en su cuenta en Facebook.
Luce aún optimista el ex secretario de Desarrollo Social del Distrito Federal. Pareciera que todavía cree tener posibilidades de convertirse en el candidato del PRD para el gobierno capitalino.
Camina por inercia. No se da cuenta de que ya fue políticamente decapitado para esa opción.
Si todavía cree –o creía—que Andrés Manuel López Obrador lo va a cobijar al punto de enfrentarse con Marcelo Ebrard, se equivoca por completo. El tabasqueño es pragmático y tiene sus prioridades. Lo ha demostrado una y otra vez con sus colaboradores cuando se meten en problemas.
Esta vez no fue la excepción. Ayer mismo por la mañana, sin haberse cumplido siquiera 24 horas del cese fulminante de Martí, López Obrador salió públicamente a deslindarse del asunto, a calificar el hecho como “una discrepancia” entre los actores y a precisar que eso no afectaba su relación con Ebrard.
“Es una decisión que ellos tomaron. Tuvieron una discrepancia. Tomó Marcelo una decisión. Yo los estimo a los dos. No me voy a meter”, declaró Andrés Manuel, momentos antes de que Batres ofreciera su propia conferencia de prensa.
Que no le hizo ninguna gracia al ex candidato presidencial perder la posición que tenía Martí en el gobierno del DF, ¡sin duda! Pero primero es lo primero, ¡la grande!; y como indicó, “aunque no estuviese de acuerdo, él (Marcelo) es libre, es autoridad y yo no soy cacique”.
Martí se equivocó. Quiso posicionarse políticamente –a costa de su jefe—en la carrera por la candidatura y calculó mal. O más bien, no calculó la respuesta de Ebrard.
Lo cegó la soberbia. Ya se veía, según sus propias palabras, como el candidato natural, como el que viene desde abajo, el que siempre ha militado en las izquierdas, el que conoce la ciudad y sabe lo que se tiene hacer, y como el hombre de Andrés Manuel para el DF.
Bueno, pues ya no lo es. Así de fácil.
Martí podrá seguir lamentándose de que se trató de una decisión “política e injusta”, pero no le sirve de nada.
Incluso tales adjetivos resultan candorosos, por llamarlos de algún modo:
¿Qué fue una decisión política? ¡Sin duda! Del mismo modo que su cuestionamiento al jefe de Gobierno fue político. ¿Qué es por tiempos políticos con vistas a la sucesión? ¡Por supuesto! En ese mismo terreno jugó él sus cartas.
¿Injusta? No. El que golpea se expone a que le contesten del mismo modo. ¿Qué Marcelo pegó más fuerte? Pues sí, qué esperaba.
La verdad es que se sintió muy confiado por el abrigo de López Obrador y se puso con Marcelo a la patadas. No le resultó. Calculó mal.
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