Mano a mano, CSG-FCH

Francisco Rodríguez / Índice Político

El mismísimo “Innombrable” se hizo presente en Monterrey la semana anterior. Fue a meter al orden al otro copete de la política nacional, a quien también manipula, maneja o, si usted gusta, asesora: “Mañana te voy a dar mi respaldo públicamente –habría dicho, mutatis mutandi, el ex ocupante de Los Pinos Carlos Salinas al gobernador neoleonés Rodrigo Medina–, pero hoy mismo, hoy, hoy, hoy, se va tu papá del país”.

Y sí. Desde la mañana del jueves 8 de septiembre Humberto Medina Ainslie o “Papá Medina” ya estaba volando rumbo a Canadá, exiliado por su propio hijo, desde siempre acostumbrado no sólo a que su progenitor le hiciera la tarea… peor aún, a que éste fuera quien, descarada y cínicamente, manejara todos los negocios y corruptelas de la hasta ahora también fallida administración estatal de Nuevo León.

Rodrigo Medina se quitó de encima a su padre. Pero ahora tiene sobre sí a un padrastro: Carlos Salinas de Gortari, a quien podría multiplicársele la tarea si empieza a atender las carencias de otros gobernadores, también jóvenes, que a todas luces aparecen huérfanos –¡no tienen m…!–, cual pudiesen ser los casos del mozalbete de Quintana Roo y o del “antiterrorista” de Veracruz.

Y a todo ello, ¿qué gana Salinas de Gortari?
¿Por qué involucrarse ahora? ¿Sólo para proteger a las piezas del ajedrez en las que Enrique Peña desempeña el papel de rey, y Medina el de uno de sus alfiles? ¿Sólo porque Calderón los ha puesto en jaque?

Pues sí. Porque, desatada ya la guerra sucesoria del 2012, el actual ocupante de Los Pinos, desde siempre obsesionado por un anti-priísmo que se antoja enfermizo –traumas infantiles de por medio–, ya ha echado a andar la maquinaria de la guerra sucia que tan buenos resultados le brindó a él en el 2006, no obstante que hasta hoy son pésimos, funestos, para la casi totalidad de la sociedad mexicana.

La historia de esta reaparición salinesca inició el lunes 29 de agosto cuando, a bordo de tres jets privados, arribaron al aeropuerto de Toluca los llamados “Diez de Monterrey”, aunque en realidad esta ocasión fueran once: Adrián Sada González, VITRO; Armando Garza Sada, ALFA; Eduardo Garza, FRISA; Enrique Zambrano Benítez, PROEZA; Eugenio Garza Herrera, XIGNUX; Federico Toussaint Elosúa, LAMOSA; Francisco Garza Zambrano, CEMEX; José Antonio Fernández, FEMSA; Lorenzo Zambrano, CEMEX; Ricardo Martín Bringas, SORIANA; y Tomás González Sada, CYDSA.

Concurrirían a una comida en Los Pinos, con su actual ocupante, quien estuvo acompañado de sus empleados más cercanos: Blake, la señora Morales, “El Chicles” Ruiz Mateos, y el recién ascendido Poiré.

Pero antes de enfilar sus lujosos autos y camionetas a la ciudad de México, los once invitados se reunieron en el salón de uno de los hangares privados de la terminal aérea toluqueña. Y ahí hablaron, discutieron, se pusieron de acuerdo.

El más acelerado era, en ese momento, “El Diablo” José Antonio Fernández, primer productor de cervezas en el país. Lanzaba llamas en contra del góber Medina, del padre de éste y de toda la parentela. Iba por la cabeza –copete incluido– de quien aún no completa los dos años en la responsabilidad política de Nuevo León. Mesurado cómo de suyo siempre es, Lorenzo Zambrano lo tranquilizó: “no conviene”, “otras elecciones”, “llegada otro partido”… fueron algunas de las frases que el cementero empleó para aminar la furia del también principal embotellador de cocacolas en el país.

Ya en Los Pinos, mientras comían, Calderón habló no del incendio del Casino Royale. No de la delincuencia. Sobre todo echó pestes de Medina. Sólo como ejemplo, señaló que es el peor evaluado de todos los gobernadores “más que el de Tabasco”, dijo el michoacano, pues mientras “El Cómico” Granier tiene un 70% de rechazo, Medina supera ya el 87% de desacuerdo con quienes deberían ser sus gobernados.

Y tras la reunión, en la que quedaron claros los motivos de la invitación, no faltó quien fuera con Salinas a darle la versión de lo sucedido.
Por eso llegó a Monterrey “El Innombrable”.

A un mano a mano con Felipe Calderón, que rememora mucho a aquél otro que ya mantuvo –Roberto Madrazo de por medio– con Ernesto Zedillo.
Por lo pronto, un salinista –y anticalderonista—de pura cepa, Diego Fernández de Cevallos, ya entró al quite. Aconsejó al alcalde regiomontano Larrazábal que no pida licencia al cargo. Que mande al diablo al PAN… y Calderón.

¡Cierren las puertas, señores!
¿Quién va gallo? ¿Quién gallina?

Índice Flamígero: “¡Cámpora al gobierno! ¡Perón al poder!” Tal el grito que recorría toda Argentina allá por 1973. Me lo recuerda Bibi Villavicencio, lectora adicta a este espacio, quién se pregunta si “¿irá a ser Peña tan sincero como lo fue Cámpora con los argentinos? Porque estaba cantado que el triunfo de Cámpora era en realidad el regreso de Perón?” Héctor José Cámpora duró 49 días en el poder, cuando el general Juan Domingo Perón manifestó, efectivamente, su intención de regresar a la Casa Rosada.

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