Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Se fortalece la percepción de que el presidente de México intentará, de nueva cuenta, sustituir la voluntad de los electores e imponer su criterio. Pareciera que nada ocurrió e insisten, como en los cuentos de Horacio Quiroga, en azuzar a la bestia porque se supone que el poder está en manos del ser humano, hasta en tanto no se descubre dentro de las fauces de quien verdaderamente manda.
Basta con recordar lo que legalmente resolvió el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación: “…esta Sala Superior no pasa por alto que las declaraciones analizadas del Presidente de la República Vicente Fox Quesada, se constituyeron en un riesgo para la validez de los comicios que se califican en esta determinación que, de no haberse debilitado su posible influencia con los diversos actos y circunstancias concurrentes examinados detenidamente, podrían haber representado un elemento mayor para considerarlas determinantes para en el resultado final…” En términos bíblicos: el que tenga oídos, que oiga.
En este ambiente político que anuncia la reiteración de la ilegitimidad del proceso electoral validada por las declaraciones e intervenciones del presidente de México en funciones, enviaron a Ernesto Cordero a entregar el proyecto de Ley de Ingresos y el proyecto de Presupuesto de Egresos 2012, en el entendido de que a pesar de los cambios dentro del gabinete, de la permanencia de Fernando Larrazabal en su presidencia municipal y del conflicto entre los tres Poderes de la Unión, el sexenio se trascenderá a él mismo, porque suponen que nadie se dará cuenta de los dislates del propio ex secretario de Hacienda y de Javier Lozano, quienes como augures romanos anticipan que, de regresar el PRI a la Presidencia de la República, los trastornos económicos serán apocalípticos, pero con toda intención olvidan mencionar que es el PAN, como lo fue Carlos Salinas de Gortari, el artífice de la pobreza de muchos millones de mexicanos que, con Ernesto Zedillo, habían renovado un contrato de esperanza.
Retomemos el reporte de Roberto González Amador, de La Jornada, quien da cuenta de esa realidad que Ernesto Cordero andará paseando en la búsqueda de su candidatura, cuyo único resultado pudiera ser la nominación de Josefina Vázquez Mota.
Cuenta el reportero que desde que el Partido Acción Nacional se hizo con la Presidencia de la República en diciembre de 2000, el gobierno federal transfirió al extranjero recursos públicos por 374 mil 929.5 millones de dólares para abonar a capital y pagar los intereses de la deuda pública externa, pasivo que, sin embargo, ha ido en aumento en ese periodo, como consta en datos oficiales.
La cantidad de recursos transferida al exterior para cubrir el servicio del endeudamiento público externo en el periodo de referencia, multiplica por cinco el saldo que tenía ese pasivo en diciembre de 2000, cuando asumió la Presidencia Vicente Fox Quesada.
En diciembre de 2000, la deuda externa neta del sector público federal, gobierno, paraestatales y banca de desarrollo, se situó en 70 mil 260.4 millones de dólares, de acuerdo con información de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), contenida en el Anexo estadístico del quinto informe de gobierno. La cifra creció a 107 mil 396.2 millones de dólares en junio de 2011, el dato más reciente disponible. La variación significa que desde que el PAN accedió a la Presidencia la deuda externa se elevó en 52.8 por ciento.
Ya pueden hacer malabares lingüísticos y de estadística para explicar lo anterior; ya pueden insistir en que todo es culpa del PRI y esos villanos que gobernaron para endeudar a México y someter a la sociedad al gobierno de un partido único; ya pueden esforzarse por imponer la sensación de que, ¡al fin!, Felipe Calderón Hinojosa cumple una de las promesas de campaña, y manda al diablo el impuesto a la tenencia y uso de los automotores, cuando transfieren la responsabilidad a una decisión política de los gobiernos de las entidades federativas, además de hacerlo para -con esa decisión populista- esforzarse por encubrir el peso del incremento a las gasolinas y la indecisión del gobierno en el asunto de la refinería de Tula, que tanto trabajo costó sacar adelante.
Siempre me resultó entretenido y aleccionador el trabajo literario de Luis Spota, quien dedicó una serie al estudio y análisis del comportamiento de los mexicanos dedicados a la administración pública. La saga llevó el título que tomé para bautizar esta columna: La costumbre del poder. En el último de los libros, En vísperas del trueno, Spota concluye con una pinta en la barda de Los Pinos: Resultó peor el remedio que la enfermedad.
Es cierto, y con ese sambenito habrán de recorrer, Felipe Calderón y sus precandidatos, el camino de Procusto para apoderarse de la conciencia de los electores, torturarla, saquearla, intentar convencerla para que de nueva cuenta se les confiera, por las buenas o por las malas, la responsabilidad de un poder que, hasta la fecha, no han aprendido a ejercer.
El IFE, como antes el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, dejó establecida la inequidad electoral y electorera con la que se movieron los presidentes panistas durante dos elecciones federales. Dicen que la tercera es la vencida. ¿Para qué? Lo desconozco, sólo espero que la sociedad pueda sacudirse la nefasta tutela de la magia económica panista.
Se fortalece la percepción de que el presidente de México intentará, de nueva cuenta, sustituir la voluntad de los electores e imponer su criterio. Pareciera que nada ocurrió e insisten, como en los cuentos de Horacio Quiroga, en azuzar a la bestia porque se supone que el poder está en manos del ser humano, hasta en tanto no se descubre dentro de las fauces de quien verdaderamente manda.
Basta con recordar lo que legalmente resolvió el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación: “…esta Sala Superior no pasa por alto que las declaraciones analizadas del Presidente de la República Vicente Fox Quesada, se constituyeron en un riesgo para la validez de los comicios que se califican en esta determinación que, de no haberse debilitado su posible influencia con los diversos actos y circunstancias concurrentes examinados detenidamente, podrían haber representado un elemento mayor para considerarlas determinantes para en el resultado final…” En términos bíblicos: el que tenga oídos, que oiga.
En este ambiente político que anuncia la reiteración de la ilegitimidad del proceso electoral validada por las declaraciones e intervenciones del presidente de México en funciones, enviaron a Ernesto Cordero a entregar el proyecto de Ley de Ingresos y el proyecto de Presupuesto de Egresos 2012, en el entendido de que a pesar de los cambios dentro del gabinete, de la permanencia de Fernando Larrazabal en su presidencia municipal y del conflicto entre los tres Poderes de la Unión, el sexenio se trascenderá a él mismo, porque suponen que nadie se dará cuenta de los dislates del propio ex secretario de Hacienda y de Javier Lozano, quienes como augures romanos anticipan que, de regresar el PRI a la Presidencia de la República, los trastornos económicos serán apocalípticos, pero con toda intención olvidan mencionar que es el PAN, como lo fue Carlos Salinas de Gortari, el artífice de la pobreza de muchos millones de mexicanos que, con Ernesto Zedillo, habían renovado un contrato de esperanza.
Retomemos el reporte de Roberto González Amador, de La Jornada, quien da cuenta de esa realidad que Ernesto Cordero andará paseando en la búsqueda de su candidatura, cuyo único resultado pudiera ser la nominación de Josefina Vázquez Mota.
Cuenta el reportero que desde que el Partido Acción Nacional se hizo con la Presidencia de la República en diciembre de 2000, el gobierno federal transfirió al extranjero recursos públicos por 374 mil 929.5 millones de dólares para abonar a capital y pagar los intereses de la deuda pública externa, pasivo que, sin embargo, ha ido en aumento en ese periodo, como consta en datos oficiales.
La cantidad de recursos transferida al exterior para cubrir el servicio del endeudamiento público externo en el periodo de referencia, multiplica por cinco el saldo que tenía ese pasivo en diciembre de 2000, cuando asumió la Presidencia Vicente Fox Quesada.
En diciembre de 2000, la deuda externa neta del sector público federal, gobierno, paraestatales y banca de desarrollo, se situó en 70 mil 260.4 millones de dólares, de acuerdo con información de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), contenida en el Anexo estadístico del quinto informe de gobierno. La cifra creció a 107 mil 396.2 millones de dólares en junio de 2011, el dato más reciente disponible. La variación significa que desde que el PAN accedió a la Presidencia la deuda externa se elevó en 52.8 por ciento.
Ya pueden hacer malabares lingüísticos y de estadística para explicar lo anterior; ya pueden insistir en que todo es culpa del PRI y esos villanos que gobernaron para endeudar a México y someter a la sociedad al gobierno de un partido único; ya pueden esforzarse por imponer la sensación de que, ¡al fin!, Felipe Calderón Hinojosa cumple una de las promesas de campaña, y manda al diablo el impuesto a la tenencia y uso de los automotores, cuando transfieren la responsabilidad a una decisión política de los gobiernos de las entidades federativas, además de hacerlo para -con esa decisión populista- esforzarse por encubrir el peso del incremento a las gasolinas y la indecisión del gobierno en el asunto de la refinería de Tula, que tanto trabajo costó sacar adelante.
Siempre me resultó entretenido y aleccionador el trabajo literario de Luis Spota, quien dedicó una serie al estudio y análisis del comportamiento de los mexicanos dedicados a la administración pública. La saga llevó el título que tomé para bautizar esta columna: La costumbre del poder. En el último de los libros, En vísperas del trueno, Spota concluye con una pinta en la barda de Los Pinos: Resultó peor el remedio que la enfermedad.
Es cierto, y con ese sambenito habrán de recorrer, Felipe Calderón y sus precandidatos, el camino de Procusto para apoderarse de la conciencia de los electores, torturarla, saquearla, intentar convencerla para que de nueva cuenta se les confiera, por las buenas o por las malas, la responsabilidad de un poder que, hasta la fecha, no han aprendido a ejercer.
El IFE, como antes el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, dejó establecida la inequidad electoral y electorera con la que se movieron los presidentes panistas durante dos elecciones federales. Dicen que la tercera es la vencida. ¿Para qué? Lo desconozco, sólo espero que la sociedad pueda sacudirse la nefasta tutela de la magia económica panista.
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