Otto Schober / La Línea del Tiempo
La historia registra que los norteamericanos nos invadieron por la vieja frontera norte a Nuevo México y California, al igual que a Mazatlán, Sinaloa. De Santa Fe, Nuevo México hacia El Paso, Chihuahua y Saltillo.
De San Antonio, Texas, invadieron Guerrero, Monclova y Saltillo. Por Corpus Christi, Texas, a Matamoros, Linares y Monterrey; a Cd. Victoria y Tampico, a donde llegaron por mar, al igual que al puerto de Veracruz, donde el Gral. Scott llegó el 9 de marzo de 1947, tomó Cerro Gordo el 18 de abril, Puebla el 7 de agosto y la ciudad de México en septiembre.
Al Gral. Scott le interesaba tomar el castillo de Chapultepec, una insignificante fortificación y mal defendida, porque su captura significaba ganar la ciudad de México. En esa batalla tomaron parte 8 mil de los 13 mil que conformaba el ejército de los norteamericanos y el Gral. Nicolás Bravo, disponía de 832 mexicanos, incluyendo el décimo de infantería, los batallones de Querétaro, Mina, Belem, de la Patria y los alumnos del Colegio Militar.
El combate se inició el 12 de septiembre y los mexicanos detuvieron al enemigo a pesar del intenso bombardeo y de las bajas.
El día 13, el bombardeo se reanudó y se inició la invasión del castillo a donde no se enviaron refuerzos. El enemigo con tres columnas ocupó el bosque y subieron sin encontrar resistencia, solo la que opuso el teniente coronel Santiago Xicoténcatl, un tlaxcalteca que fue sacrificado al frente de su glorioso batallón de San Blas, rescató su bandera ocultándola en su chaquetín, muriendo de 30 impactos de bala, siguió peleando hasta caer desangrado.
Los últimos en defender la posición fueron los cadetes del colegio, que aturdidos, fatigados, desvelados y hambrientos se batieron a bayoneta. La madrugada del 14 de septiembre, se enarboló la bandera norteamericana finalizando la batalla de Chapultepec. Según el notable historiador Enrique Plasencia de la Parra, indica que la tradición señala que unos cadetes del Colegio Militar fueron los últimos defensores del castillo, se les atribuyen hechos portentosos como el atravesar a bayonetazos a los asaltantes; el proseguir la lucha aun estando heridos y la defensa heroica del pabellón nacional.
Cuentan, que uno de ellos, viendo que todo un regimiento estadounidense estaba por apoderarse de la bandera mexicana, se envolvió en ella y se tiró al precipicio, estrellándose contra las peñas del cerro.
Otra discrepancia con la tradición son los hechos de valentía atribuidos a los seis cadetes. Según los testimonios verídicos, están bien documentadas las participaciones de Agustín Melgar, Vicente Suárez y Francisco Montes de Oca. Algo distinto ocurre con Juan de la Barrera, el mayor del grupo y egresado del colegio; con Juan Escutia, del que sólo conocemos la fe de bautismo, y con Francisco Márquez, personaje poco conocido.
Lo curioso, es que de quien menos información se tiene es de Escutia, del que dicen, se arrojó envuelto en la bandera, hazaña que se atribuyó primero a Melgar y después a Montes de Oca.
De lo que no hay duda, es de la valentía de los cadetes, que combatían cuando la gran mayoría de la tropa desertaba.
Los testimonios de los invasores así lo consignaron. La primera obra histórica sobre la guerra Apuntes para la Historia de la guerra entre México y los Estados Unidos, publicada en 1848, contiene relatos pormenorizadas de hechos de valentía de los alumnos del Colegio Militar y sólo se describe la subida de los estadounidenses a lo alto del castillo.
El 17 de septiembre de 1849, se recordó a los que murieron defendiendo al país dos años atrás, realizando una procesión llevando los restos de cuatro héroes al cementerio de Santa Paula: Frontera, Cano, Pérez y el del bravísimo Xicoténcatl.
El 13 de septiembre de 1871, se formó una asociación de ex cadetes del Colegio Militar, para reivindicar el prestigio del colegio, presidida por el general Fernando Poucel, que combatió como teniente y cayó prisionero, y los cadetes: José Tomás Cuellar, que luego fue un notable escritor y poeta; Antonio Sola, que fue presidente de la Ciudad de México; Santiago Hernández, autor de los únicos 6 retratos de los cadetes; entre otros.
En los cuatro años siguientes, la ceremonia se efectuó en el gran ahuehuete de Moctezuma, donde el Presidente de la República enarbolaba la bandera del batallón de San Blas que rescató Xicoténcatl. Porfirio Díaz la efectuó en el sitio en donde murieron.
El primer monumento fue un obelisco, inaugurado el 13 de septiembre de 1882. El 3 de marzo de 1884, se estableció el pase de lista.
En 1921, se celebró por primera vez un 13 de septiembre. En 1938 se agregaron a la lista los nombres de los cadetes navales José Azueta y Virgilio Uribe. El pase de lista se hizo costumbre a partir de 1941.
El 13 de septiembre de 1947 se colocó la primera piedra del hemiciclo. En la víspera del centenario se descubrieron seis cráneos en los ahuehuetes de Miramón, que pertenecían a cinco esqueletos masculinos jóvenes y a uno adulto.
Los dictámenes se dieron por buenos, aunque dejaron mucho que desear por la duda de autenticidad y se les rindió tributo de honor por vez primera.
Lo curioso es que si los investigadores sabían el sitio desde decenas de años antes, tuvieron que pasar 100 años para desenterrarlos.
El 14 de septiembre de 1947, en la plaza de la Constitución se levantó un túmulo con seis urnas de plata con los presuntos restos de los niños héroes.
A partir de 1953, todas las celebraciones se realizan en este monumento; cada 13 de septiembre se refrenda la tradición con hechos comprobados y de otros que no lo son, aunque estos últimos no son mera fantasía, porque encuentran sus raíces en hazañas auténticas como la del intrépido coronel Xicoténcatl, hoy olvidado en las ceremonias, pero la tradición de la celebración continua llenando de admiración a los niños mexicanos, aunque sea una hermosa leyenda.
(Enrique Plasencia de la Parra)
La historia registra que los norteamericanos nos invadieron por la vieja frontera norte a Nuevo México y California, al igual que a Mazatlán, Sinaloa. De Santa Fe, Nuevo México hacia El Paso, Chihuahua y Saltillo.
De San Antonio, Texas, invadieron Guerrero, Monclova y Saltillo. Por Corpus Christi, Texas, a Matamoros, Linares y Monterrey; a Cd. Victoria y Tampico, a donde llegaron por mar, al igual que al puerto de Veracruz, donde el Gral. Scott llegó el 9 de marzo de 1947, tomó Cerro Gordo el 18 de abril, Puebla el 7 de agosto y la ciudad de México en septiembre.
Al Gral. Scott le interesaba tomar el castillo de Chapultepec, una insignificante fortificación y mal defendida, porque su captura significaba ganar la ciudad de México. En esa batalla tomaron parte 8 mil de los 13 mil que conformaba el ejército de los norteamericanos y el Gral. Nicolás Bravo, disponía de 832 mexicanos, incluyendo el décimo de infantería, los batallones de Querétaro, Mina, Belem, de la Patria y los alumnos del Colegio Militar.
El combate se inició el 12 de septiembre y los mexicanos detuvieron al enemigo a pesar del intenso bombardeo y de las bajas.
El día 13, el bombardeo se reanudó y se inició la invasión del castillo a donde no se enviaron refuerzos. El enemigo con tres columnas ocupó el bosque y subieron sin encontrar resistencia, solo la que opuso el teniente coronel Santiago Xicoténcatl, un tlaxcalteca que fue sacrificado al frente de su glorioso batallón de San Blas, rescató su bandera ocultándola en su chaquetín, muriendo de 30 impactos de bala, siguió peleando hasta caer desangrado.
Los últimos en defender la posición fueron los cadetes del colegio, que aturdidos, fatigados, desvelados y hambrientos se batieron a bayoneta. La madrugada del 14 de septiembre, se enarboló la bandera norteamericana finalizando la batalla de Chapultepec. Según el notable historiador Enrique Plasencia de la Parra, indica que la tradición señala que unos cadetes del Colegio Militar fueron los últimos defensores del castillo, se les atribuyen hechos portentosos como el atravesar a bayonetazos a los asaltantes; el proseguir la lucha aun estando heridos y la defensa heroica del pabellón nacional.
Cuentan, que uno de ellos, viendo que todo un regimiento estadounidense estaba por apoderarse de la bandera mexicana, se envolvió en ella y se tiró al precipicio, estrellándose contra las peñas del cerro.
Otra discrepancia con la tradición son los hechos de valentía atribuidos a los seis cadetes. Según los testimonios verídicos, están bien documentadas las participaciones de Agustín Melgar, Vicente Suárez y Francisco Montes de Oca. Algo distinto ocurre con Juan de la Barrera, el mayor del grupo y egresado del colegio; con Juan Escutia, del que sólo conocemos la fe de bautismo, y con Francisco Márquez, personaje poco conocido.
Lo curioso, es que de quien menos información se tiene es de Escutia, del que dicen, se arrojó envuelto en la bandera, hazaña que se atribuyó primero a Melgar y después a Montes de Oca.
De lo que no hay duda, es de la valentía de los cadetes, que combatían cuando la gran mayoría de la tropa desertaba.
Los testimonios de los invasores así lo consignaron. La primera obra histórica sobre la guerra Apuntes para la Historia de la guerra entre México y los Estados Unidos, publicada en 1848, contiene relatos pormenorizadas de hechos de valentía de los alumnos del Colegio Militar y sólo se describe la subida de los estadounidenses a lo alto del castillo.
El 17 de septiembre de 1849, se recordó a los que murieron defendiendo al país dos años atrás, realizando una procesión llevando los restos de cuatro héroes al cementerio de Santa Paula: Frontera, Cano, Pérez y el del bravísimo Xicoténcatl.
El 13 de septiembre de 1871, se formó una asociación de ex cadetes del Colegio Militar, para reivindicar el prestigio del colegio, presidida por el general Fernando Poucel, que combatió como teniente y cayó prisionero, y los cadetes: José Tomás Cuellar, que luego fue un notable escritor y poeta; Antonio Sola, que fue presidente de la Ciudad de México; Santiago Hernández, autor de los únicos 6 retratos de los cadetes; entre otros.
En los cuatro años siguientes, la ceremonia se efectuó en el gran ahuehuete de Moctezuma, donde el Presidente de la República enarbolaba la bandera del batallón de San Blas que rescató Xicoténcatl. Porfirio Díaz la efectuó en el sitio en donde murieron.
El primer monumento fue un obelisco, inaugurado el 13 de septiembre de 1882. El 3 de marzo de 1884, se estableció el pase de lista.
En 1921, se celebró por primera vez un 13 de septiembre. En 1938 se agregaron a la lista los nombres de los cadetes navales José Azueta y Virgilio Uribe. El pase de lista se hizo costumbre a partir de 1941.
El 13 de septiembre de 1947 se colocó la primera piedra del hemiciclo. En la víspera del centenario se descubrieron seis cráneos en los ahuehuetes de Miramón, que pertenecían a cinco esqueletos masculinos jóvenes y a uno adulto.
Los dictámenes se dieron por buenos, aunque dejaron mucho que desear por la duda de autenticidad y se les rindió tributo de honor por vez primera.
Lo curioso es que si los investigadores sabían el sitio desde decenas de años antes, tuvieron que pasar 100 años para desenterrarlos.
El 14 de septiembre de 1947, en la plaza de la Constitución se levantó un túmulo con seis urnas de plata con los presuntos restos de los niños héroes.
A partir de 1953, todas las celebraciones se realizan en este monumento; cada 13 de septiembre se refrenda la tradición con hechos comprobados y de otros que no lo son, aunque estos últimos no son mera fantasía, porque encuentran sus raíces en hazañas auténticas como la del intrépido coronel Xicoténcatl, hoy olvidado en las ceremonias, pero la tradición de la celebración continua llenando de admiración a los niños mexicanos, aunque sea una hermosa leyenda.
(Enrique Plasencia de la Parra)
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