Jorge Diaz
La semana pasada, The Economist, publicó una columna muy interesante que habla sobre las contradicciones en las que cae Enrique Peña Nieto al ser cuestionado sobre el número de muertes que “mágicamente” disminuyó en el Estado de México durante su gestión como Gobernador, en contraste con las apabullantes cifras del resto del país en el mismo rubro.
Las contradicciones son, a juicio del columnista que realizó la columna sobre el tema, evidente y escandalosa. Aparentemente los números y argumentos son tramposamente manipulados por el futuro candidato a la presidencia por el PRI.
Además, hace unas semanas una revista de circulación nacional, dio a conocer las declaraciones de un testigo del que hasta ahora no se conoce su identidad, sobre un supuesto apoyo económico ilegal a las campañas electorales por la presidencia de la república en 2006.
El informante anónimo asegura que uno de los principales empresarios de casinos en el País, directamente vinculado con la tragedia del Casino Royale, aportó 9 millones de dólares para la campaña de Felipe Calderón, otros 9 millones de dólares para la de Andrés Manuel López Obrador y 35 millones de dólares para la del tercer lugar de aquella contienda, Roberto Madrazo.
No se necesita agregarle adjetivos a lo descrito anteriormente. Tomando como pretexto simplemente esos datos; en caso de ser ciertos, los signos de descomposición de nuestro sistema político -advertido por muchos, desde hace mucho tiempo- hablan de un problema que, por fuerza, trasciende a los partidos y sus personajes.
En todo caso, ellos son beneficiarios de una actitud nacional. Me explico, las cosas han llegado hasta donde están, por una complicidad que involucra a la sociedad en su conjunto, yo ya no distingo en nuestro país entre víctimas y victimarios. Aclaro que sé y conozco de organizaciones y actores ejemplares que se preocupan y toman acciones para mejorar; en la medida de lo posible, las paupérrimas condiciones de nuestra vida pública; pero la mayoría, esa que mueve montañas como en Egipto, está pasmada y por lo tanto, coludida.
¿Ya están detrás de estos datos los medios de comunicación que le dan voz a la ciudadanía? Se tienen que confirmar lo dicho acerca de los que toman decisiones sobre nuestras vidas o echar por tierra estos supuestos para tranquilidad de todos. ¿Por qué teniendo los medios para investigar y desnudar las mentiras de quienes se ostentan como dechados de virtud y honestidad, les siguen el juego mirando hacia otro lado? Esta es una gran oportunidad para esos que se dicen paladines de la información en México y no hacen nada.
La gravedad es real, estamos a punto de la elección más importante que se realiza en nuestro país cada seis años y son los actores implicados en las acusaciones que comenté quienes la protagonizarán. ¿Dónde está el IFE? ¿Dónde los medios, insisto? ¿Dónde está el coro de más 112 millones de mexicanos, exigiendo que se llegue a la verdad en estos y otros asuntos pendientes?
La semana pasada, The Economist, publicó una columna muy interesante que habla sobre las contradicciones en las que cae Enrique Peña Nieto al ser cuestionado sobre el número de muertes que “mágicamente” disminuyó en el Estado de México durante su gestión como Gobernador, en contraste con las apabullantes cifras del resto del país en el mismo rubro.
Las contradicciones son, a juicio del columnista que realizó la columna sobre el tema, evidente y escandalosa. Aparentemente los números y argumentos son tramposamente manipulados por el futuro candidato a la presidencia por el PRI.
Además, hace unas semanas una revista de circulación nacional, dio a conocer las declaraciones de un testigo del que hasta ahora no se conoce su identidad, sobre un supuesto apoyo económico ilegal a las campañas electorales por la presidencia de la república en 2006.
El informante anónimo asegura que uno de los principales empresarios de casinos en el País, directamente vinculado con la tragedia del Casino Royale, aportó 9 millones de dólares para la campaña de Felipe Calderón, otros 9 millones de dólares para la de Andrés Manuel López Obrador y 35 millones de dólares para la del tercer lugar de aquella contienda, Roberto Madrazo.
No se necesita agregarle adjetivos a lo descrito anteriormente. Tomando como pretexto simplemente esos datos; en caso de ser ciertos, los signos de descomposición de nuestro sistema político -advertido por muchos, desde hace mucho tiempo- hablan de un problema que, por fuerza, trasciende a los partidos y sus personajes.
En todo caso, ellos son beneficiarios de una actitud nacional. Me explico, las cosas han llegado hasta donde están, por una complicidad que involucra a la sociedad en su conjunto, yo ya no distingo en nuestro país entre víctimas y victimarios. Aclaro que sé y conozco de organizaciones y actores ejemplares que se preocupan y toman acciones para mejorar; en la medida de lo posible, las paupérrimas condiciones de nuestra vida pública; pero la mayoría, esa que mueve montañas como en Egipto, está pasmada y por lo tanto, coludida.
¿Ya están detrás de estos datos los medios de comunicación que le dan voz a la ciudadanía? Se tienen que confirmar lo dicho acerca de los que toman decisiones sobre nuestras vidas o echar por tierra estos supuestos para tranquilidad de todos. ¿Por qué teniendo los medios para investigar y desnudar las mentiras de quienes se ostentan como dechados de virtud y honestidad, les siguen el juego mirando hacia otro lado? Esta es una gran oportunidad para esos que se dicen paladines de la información en México y no hacen nada.
La gravedad es real, estamos a punto de la elección más importante que se realiza en nuestro país cada seis años y son los actores implicados en las acusaciones que comenté quienes la protagonizarán. ¿Dónde está el IFE? ¿Dónde los medios, insisto? ¿Dónde está el coro de más 112 millones de mexicanos, exigiendo que se llegue a la verdad en estos y otros asuntos pendientes?
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