Carlos Ramírez / Indicador Político
Opuesto al uso del condón --“la intromisión de un pequeño pedazo de látex”-- porque “mutila la dignidad del hombre”, el anarquista católico Javier Sicilia, poeta acusado de plagio y hoy catequista con dotes de sanador espiritual, defendió en 2002 al padre Marcial Maciel de las acusaciones de abuso sexual.
Eso sí, ante la dimensión de las evidencias contra el fundador de la congregación católica de los Legionarios de Cristo, Sicilia optó por una solución religiosa y no penal: El arrepentimiento y el castigo al rezo ad infinítum, pero alejado de los tribunales civiles en los que el abuso sexual y la pederastia se castiga severamente. La razón la escribió en un artículo del 2002 y sirve para entender su posición de perdonar y eludir cualquier crítica a los narcos:
“Yo no soy partidario de eso (la justicia civil). La justicia civil, a diferencia de lo que nos enseña la justicia de la Iglesia a través del sacramento de la reconciliación, aplica un castigo civil que es, pese a lo dicho por los códigos de Derecho, una venganza en donde el criminal no repara sus faltas, sino que es sometido a un proceso de humillación que lo destruye. La iglesia, en cambio, es en su sustancia y en los ejemplos de sus mejores hombres y mujeres, un lugar de perdón y de reparación”.
Publicados en libro como parte de su promoción como catequista católico, los textos de Sicilia se encuentran en el libro Estamos hasta la madre, una recopilación de artículos que aprovecha comercialmente su frase lanzada, si bien ser recuerda, contra los criminales y no contra el Gobierno. Pero se trata de un libro tramposo, en el que los artículos sobre narco son pocos y en realidad son más los que lo presentan como un catequista católico en los caminos de Dios.
Entre los textos destacan los referidos a Marcial Maciel, acusado y encontrado culpable de abuso sexual y pederastia. La posición de Sicilia apoya la exclusión de Maciel de tribunales civiles a pesar de delitos tipificados por códigos penales. En cambio, Sicilia, sin tomar en cuenta el daño causado por Maciel a sus muchas víctimas de abuso sexual, apoyó y aplaudió la decisión del Papa Benedetto XVI de congelar la investigación y condenar a Maciel… al rezo. Así lo escribió el premiado poeta Sicilia en un párrafo escrito con desorden estilístico:
“La sentencia de Benedicto XVI, fuera de que olvidó algo fundamental en la vida de la Iglesia, las víctimas --hasta ahora no las ha invitado a Roma ni reconvino a Maciel para que en la invitación que le hace a vivir una vida de penitencia incluya, como debió haber sido, la petición de perdón que les debe a las víctimas y a la Iglesia; el perdón y el acogimiento que todo lo sana--, habla bien del Papa”.
En otro texto previo, el justiciero Sicilia rechazó tajantemente la petición de trasladar el caso de abuso sexual --delitos tipificados severamente por las leyes cuando tiene que ver con menores de edad, como fue el caso de Maciel-- a tribunales civiles. Y lo escribió sin rodeos: “reducirlos (a Maciel y a otros casos de sacerdotes denunciados) al estado laical, como pretende la Iglesia norteamericana, es simplemente una estupidez que no ayuda a nadie y que deja suelto al criminal”.
Para los sacerdotes abusadores el sanador Sicilia pidió todo el peso de la ley… de Dios: “Sus criminales (los de la Iglesia, los sacerdotes que cometen delitos tipificados por las leyes civiles) deben ser, en consecuencia, llevados a la conciencia de sus faltas, al dolor de su corazón, por haberlas cometido, a una penitencia que, al mismo tiempo que repare en sí mismos el mal que con sus actos hicieron a potros, repare en sí mismos el mal que con sus actos hicieron a su propia persona y alcances así el perdón y el acogimiento que está en el centro de la Iglesia”.
El discurso de Sicilia en torno a la violencia asociada a la estrategia del Gobierno federal contra el crimen organizado se ciñe a los postulados religiosos del perdón. Por eso es que los narcos están felices: La iglesia de Sicilia los asume como pecadores, no como asesinos y por ello los aleja de la justicia civil; de caer en el Tribunal Sicilia, los miembros de los cárteles del narcotráfico no serán castigados por sus crímenes sino condenados, como Maciel, al rezo, al perdón y al recogimiento. Lo malo, sin embargo, es que México es un Estado laico en donde existen leyes civiles que enjuician a criminales y los condenan a penas corporales.
Al final, Sicilia representa la Iglesia conservadora, anti Estado, contraria al uso del condón, protectora de los sacerdotes acusados de abusos sexuales como Maciel, promotora de la balcanización de la República con los derechos indígenas y defensora de los tribunales de perdón religioso vía rezos para criminales de la delincuencia organizada. Eso sí, Sicilia considera a la Iglesia como una “puta casta”, pide más derechos políticos a los curas aunque dependan del Vaticano y afirma el papel de la Iglesia como un contrapoder político; es decir, el fin del Estado laico.
¿Qué dirá Sicilia a las familias que padecieron el secuestro y asesinato de parientes por parte de cárteles cuando sepan que Sicilia quiere condenar a los narcos a rezar y qué dirán los defensores de derechos humanos de migrantes cuando se enteren, por ejemplo, que los asesinos de los 72 migrantes en Tamaulipas no pagarán las culpas en la cárcel sino en seminarios religiosos rezando y arrepintiéndose? ¿Y dónde queda la hipocresía de Sicilia que pide castigo severo en tribunales civiles para policías y militares acusados de matar accidentalmente personas en operativos sin control cuando protege a los sacerdotes acusados de abuso sexual y evita para ellos los tribunales civiles porque “la justicia (civil) sin misericordia es una justicia estúpida”?
Además, opino que Javier Sicilia, su movimiento y el rector de la UNAM José Narro deben pedir directamente la rendición incondicional de todos los narcos, para ser juzgados como responsables de la violencia criminal en el tráfico de drogas y de varios de miles de muertos.
Opuesto al uso del condón --“la intromisión de un pequeño pedazo de látex”-- porque “mutila la dignidad del hombre”, el anarquista católico Javier Sicilia, poeta acusado de plagio y hoy catequista con dotes de sanador espiritual, defendió en 2002 al padre Marcial Maciel de las acusaciones de abuso sexual.
Eso sí, ante la dimensión de las evidencias contra el fundador de la congregación católica de los Legionarios de Cristo, Sicilia optó por una solución religiosa y no penal: El arrepentimiento y el castigo al rezo ad infinítum, pero alejado de los tribunales civiles en los que el abuso sexual y la pederastia se castiga severamente. La razón la escribió en un artículo del 2002 y sirve para entender su posición de perdonar y eludir cualquier crítica a los narcos:
“Yo no soy partidario de eso (la justicia civil). La justicia civil, a diferencia de lo que nos enseña la justicia de la Iglesia a través del sacramento de la reconciliación, aplica un castigo civil que es, pese a lo dicho por los códigos de Derecho, una venganza en donde el criminal no repara sus faltas, sino que es sometido a un proceso de humillación que lo destruye. La iglesia, en cambio, es en su sustancia y en los ejemplos de sus mejores hombres y mujeres, un lugar de perdón y de reparación”.
Publicados en libro como parte de su promoción como catequista católico, los textos de Sicilia se encuentran en el libro Estamos hasta la madre, una recopilación de artículos que aprovecha comercialmente su frase lanzada, si bien ser recuerda, contra los criminales y no contra el Gobierno. Pero se trata de un libro tramposo, en el que los artículos sobre narco son pocos y en realidad son más los que lo presentan como un catequista católico en los caminos de Dios.
Entre los textos destacan los referidos a Marcial Maciel, acusado y encontrado culpable de abuso sexual y pederastia. La posición de Sicilia apoya la exclusión de Maciel de tribunales civiles a pesar de delitos tipificados por códigos penales. En cambio, Sicilia, sin tomar en cuenta el daño causado por Maciel a sus muchas víctimas de abuso sexual, apoyó y aplaudió la decisión del Papa Benedetto XVI de congelar la investigación y condenar a Maciel… al rezo. Así lo escribió el premiado poeta Sicilia en un párrafo escrito con desorden estilístico:
“La sentencia de Benedicto XVI, fuera de que olvidó algo fundamental en la vida de la Iglesia, las víctimas --hasta ahora no las ha invitado a Roma ni reconvino a Maciel para que en la invitación que le hace a vivir una vida de penitencia incluya, como debió haber sido, la petición de perdón que les debe a las víctimas y a la Iglesia; el perdón y el acogimiento que todo lo sana--, habla bien del Papa”.
En otro texto previo, el justiciero Sicilia rechazó tajantemente la petición de trasladar el caso de abuso sexual --delitos tipificados severamente por las leyes cuando tiene que ver con menores de edad, como fue el caso de Maciel-- a tribunales civiles. Y lo escribió sin rodeos: “reducirlos (a Maciel y a otros casos de sacerdotes denunciados) al estado laical, como pretende la Iglesia norteamericana, es simplemente una estupidez que no ayuda a nadie y que deja suelto al criminal”.
Para los sacerdotes abusadores el sanador Sicilia pidió todo el peso de la ley… de Dios: “Sus criminales (los de la Iglesia, los sacerdotes que cometen delitos tipificados por las leyes civiles) deben ser, en consecuencia, llevados a la conciencia de sus faltas, al dolor de su corazón, por haberlas cometido, a una penitencia que, al mismo tiempo que repare en sí mismos el mal que con sus actos hicieron a potros, repare en sí mismos el mal que con sus actos hicieron a su propia persona y alcances así el perdón y el acogimiento que está en el centro de la Iglesia”.
El discurso de Sicilia en torno a la violencia asociada a la estrategia del Gobierno federal contra el crimen organizado se ciñe a los postulados religiosos del perdón. Por eso es que los narcos están felices: La iglesia de Sicilia los asume como pecadores, no como asesinos y por ello los aleja de la justicia civil; de caer en el Tribunal Sicilia, los miembros de los cárteles del narcotráfico no serán castigados por sus crímenes sino condenados, como Maciel, al rezo, al perdón y al recogimiento. Lo malo, sin embargo, es que México es un Estado laico en donde existen leyes civiles que enjuician a criminales y los condenan a penas corporales.
Al final, Sicilia representa la Iglesia conservadora, anti Estado, contraria al uso del condón, protectora de los sacerdotes acusados de abusos sexuales como Maciel, promotora de la balcanización de la República con los derechos indígenas y defensora de los tribunales de perdón religioso vía rezos para criminales de la delincuencia organizada. Eso sí, Sicilia considera a la Iglesia como una “puta casta”, pide más derechos políticos a los curas aunque dependan del Vaticano y afirma el papel de la Iglesia como un contrapoder político; es decir, el fin del Estado laico.
¿Qué dirá Sicilia a las familias que padecieron el secuestro y asesinato de parientes por parte de cárteles cuando sepan que Sicilia quiere condenar a los narcos a rezar y qué dirán los defensores de derechos humanos de migrantes cuando se enteren, por ejemplo, que los asesinos de los 72 migrantes en Tamaulipas no pagarán las culpas en la cárcel sino en seminarios religiosos rezando y arrepintiéndose? ¿Y dónde queda la hipocresía de Sicilia que pide castigo severo en tribunales civiles para policías y militares acusados de matar accidentalmente personas en operativos sin control cuando protege a los sacerdotes acusados de abuso sexual y evita para ellos los tribunales civiles porque “la justicia (civil) sin misericordia es una justicia estúpida”?
Además, opino que Javier Sicilia, su movimiento y el rector de la UNAM José Narro deben pedir directamente la rendición incondicional de todos los narcos, para ser juzgados como responsables de la violencia criminal en el tráfico de drogas y de varios de miles de muertos.
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