He tenido a bien removerlo

Martha Anaya / Crónica de Política

El gobierno del Distrito Federal se cimbró por completo ayer con la destitución de Martí Batres, secretario de Desarrollo Social del gobierno del DF.

Y no tanto por el hecho en sí, pues sabido era que Martí no era una figura cercana a Marcelo Ebrard, sino por los mensajes que esta remoción envía.

El primero, para Andrés Manuel López Obrador vis a vis del propio Marcelo en su disputa por la candidatura presidencial.

El segundo, también para el tabasqueño, sólo que éste en relación a la sucesión en el gobierno del Distrito Federal.
¿Por qué? Porque Martí Batres era “el hombre” de López Obrador en el gobierno del Distrito Federal. Es –era– el lópezobradorista de mayor nivel en el gabinete de Ebrard.

Desde la secretaría de Desarrollo Social manejaba los programas de comedores populares, de mejoramiento barrial, la atención a grupos vulnerables y la Procuraduría social. Posición inmejorable para promoverse, crear redes de apoyo y manejar mucho dinero.

Tal posición, con el apoyo de AMLO, le llevaba a aspirar incluso a la candidatura del PRD al gobierno de la ciudad en el 2012. Hace unas semanas presentó su programa de 50 puntos para administrar la ciudad para un eventual gobierno encabezado por él.

El partido del Trabajo ya se había pronunciado en su favor, y apenas la semana pasada Batres declaró que en diciembre tomaría su decisión final. Pero ya estaba más que encarrerado.

En este contexto, la decisión de Ebrard de remover a Martí Batres de su cargo –más allá de las razones públicas que se esgrimen sobre la “congruencia” y la “lealtad”, que parecen más bien ser el pretexto esperado—lleva razones más de fondo.

La medida tomada por el Jefe de Gobierno significa, de entrada, un golpe a López Obrador pues quita del camino a su alfil. Y lo hace público muy a su estilo: de manera imperativa, vía un lacónico comunicado en el que tras señalar los artículos en que se basa para tomar tal decisión, asienta sin más: “He tenido a bien removerlo del cargo”.

El hecho implica a la vez una toma de distancia del propio Ebrard frente al tabasqueño. Pareciera decir con ello: ya te cumplí, pasamos ahora a otra etapa.

Y de paso le cierra la llave de los dineros y de las buenas voluntades que procuran los programas sociales con vistas a las contiendas por venir.

Por añadidura, no deja de llamar la atención que Marcelo haya tomado la decisión de enfrentarse a López Obrador cuando la encuesta de GEA-ISA sitúa por vez primera a Marcelo arriba de Andrés Manuel en las preferencias entre los propios perredistas.

La decisión de Ebrard es sin duda política, es estratégica, y va mucho más allá de las opiniones vertidas por Batres sobre el saludo de Marcelo a Felipe Calderón durante la reunión a la que convocó el presidente con motivo de su informe de gobierno.

Las piezas se mueven en el tablero. Esperemos ahora la respuesta.

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