Grito gris de Calderón: Un festejo entre la paranoia y el desencanto

Santiago Igartúa / Apro

El cielo era un presagio. Las horas previas a la conmemoración del 201 aniversario del Grito de Independencia, encabezada por Felipe Calderón, en el Zócalo de la Ciudad de México, transcurrieron entre la paranoia y el desencanto.

En el operativo de seguridad para custodiar el frío festejo, participaron las Secretarías de la Defensa Nacional, Marina, Seguridad Pública Federal, el Centro de Información y Seguridad Nacional (Cisen), así como empresas privadas. Todos instalados en la Base Morelos que se improvisó en la sede del Gobierno del Distrito Federal para coordinarlo.

Un despliegue de 8 mil elementos de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP-DF) cubrió el primer cuadrante de la Ciudad, de los cuales 4 mil 500 fueron asignados exclusivamente a la Plaza de la Constitución.

Se les sumaron mil elementos de la Policía de Investigación y células del Grupo Especial de Reacción e Intervención (GERI).

Cuerpos federales y capitalinos instalaron tres cinturones de seguridad alrededor del Zócalo. Primero policías de la SSP-DF, más adelante la Policía Federal y, en el sector más cercano a Palacio Nacional, elementos del Estado Mayor Presidencial, marinos y militares.

Aún era joven la tarde cuando se cortó la circulación vehicular en las calles 20 de Noviembre, Cinco de Mayo, Pino Suárez, Moneda, Corregidora y 16 de Septiembre. Con las horas también cerraron Madero como acceso peatonal.

El Zócalo parecía “zona cero”. Los accesos fueron restringidos con 11 filtros de control para no superar los 50 mil visitantes. Hasta las nueve de la noche, no había ni la mitad.

Se colocaron 30 arcos detectores de metales para revisar una a una a las personas que se acercaron a la Plaza de la Constitución. Se hicieron dos filas para entrar, con la revisión correspondiente: una para hombres y otra para mujeres y niños. Ahí, el control ya era de la Policía Federal.

La estación Zócalo del Metro fue cerrada desde el martes 13 y así permanecerá hasta la tarde del viernes 16, pasado el desfile militar.

Un policía de la SSP-DF dijo al reportero que este año hay más nervio que en celebraciones anteriores “por la situación del país”. En su chaleco se lee J. Martínez R. Como sus compañeros de corporación, no está armado pero lleva chaleco antibalas.

Los golpes del viento reventaron unos globos azules que descolgaban por las paredes de una tienda de calzado, cerca del cruce entre el Eje Central y Madero. Los brincos de policías y paseantes fueron súbitos. Sólo fue el susto.

Al avanzar rumbo a la explanada del Zócalo los miembros de seguridad se multiplicaban. Era un festejo con miedo.

Se incautaron cuatro toneladas de pirotecnia, según Manuel Mondragón, secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal. A la venta quedan sólo tambores, banderas, trompetas, cornetas, reguiletes, rebozos, zarapes, sombreros, vestidos, muñecos, pintura tricolor para marcar en la piel.

De entre las calles vestidas de México, los puestos de joyas son los únicos negocios que decidieron cerrar temprano.

En la explanada del Zócalo miles de vallas metálicas formaron una suerte de corrales, restringido el movimiento para los paseantes. De su suelo desaparecieron las huellas de la protesta, donde, hasta hace unos días, se repudiaba con pintura roja las más de 50 mil muertes que ha dejado la lucha contra el narcotráfico que ha implementado el Ejecutivo federal. Se repudiaba particularmente al titular, a Felipe Calderón. Fueron cubiertas con pintura negra y chapopote.

Militares postrados en lo alto de los edificios da la Plaza, cual francotiradores, son los primeros en sentirla. La lluvia pareció ser parte de un marco más adecuado que el de un festejo. A las 19:00 horas de este 15 de septiembre gris, la gente se dispersó con el agua.

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