Grecia: Duro ajuste neoliberal

Carlos Ramírez / Indicador Político

La crisis económica en Grecia, que está arrastrando a toda la experiencia euro-europea al fondo del abismo, es una crisis de diseño de política económica: La irresponsabilidad populista de gastar sin disciplina obliga a un ajuste de altos costos sociales.

El anterior gobierno conservador de Grecia de Kostas Karamanlis renunció en el 2009 por las protestas contra la crisis, pero dejó una economía no sólo desequilibrada sino engañosa: Falsificó estadísticas oficiales para difundir un déficit presupuestal de 3.7%, cuando en realidad rozaba el 13%. Ahí estalló el colapso. El gobierno socialista de Yorgos Papandreu no ha podido corregir la crisis porque se ha negado a aplicar el programa de ajuste del Fondo Monetario Internacional.

Grecia, Portugal, España y los Estados Unidos padecen ahora lo que México sufrió en el largo periodo 1975-1995: El populismo de los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, apuntalados por una deuda otorgada por bancos de manera irresponsable, provocó los tres principales desequilibrios de toda crisis: El déficit presupuestal, la deuda y el tipo de cambio y éstos llevaron al país a la orilla del barranco de la quiebra, la insolvencia y la moratoria. Para poder salir del hoyo, México tuvo que someterse a la condicionalidad del FMI-Banco Mundial: Ajuste recesivo con alto costo social y globalización entreguista.

El pensamiento económico ha quedado atrapado en el dilema populismo-neoliberalismo. Los países justifican gastos por razones sociales pero el desequilibrio macroeconómico tiene sus costos. El FMI basa su doctrina de ajuste en el criterio de que hay que ahorrar para pagar el servicio de la deuda. En 1986 México amenazó con la moratoria bancaria y puso a temblar a los bancos; Jesús Silva Herzog renunció a Hacienda por haber firmado con el FMI y entró al quite Pedro Aspe Armella -subsecretario de Salinas en la SPP- con una nueva doctrina contraria al FMI: Crecer para pagar. México convenció al FMI de que el sacrificio y el ajuste eran de corto plazo y que las reformas estructurales-globalizadoras del Banco Mundial podrían reactivar el crecimiento sin inflación. El modelo sirvió para estabilizar a la economía, aunque a la doctrina Aspe le falló la parte más importante: Una política fiscal sana.
La inflación, la devaluación y el pago del servicio de la deuda se contienen solamente por la vía del ahorro; por tanto, el ajuste fondomonetarista --México a mediados de los setenta y España y Grecia ahora mismo-- exige bajar el PIB, disminuir la demanda vía congelación o baja de salarios y profundizar el costo social. Lo malo no está en ponerse el traje de justiciero antineoliberal sino se localiza en la verdad económica ineludible: Los desequilibrios económicos se corrigen o la crisis se profundiza y el costo social debe ser mayor.

La única salida más justa es la de la reforma integral de la política económica. Pero no con las demagogias de Barack Obama o José Luis Rodríguez Zapatero de culpar a los ricos que, paradójicamente, ellos mismos incubaron y fortalecieron. Se necesita redefinir el modelo de desarrollo, aplicar una reforma fiscal seria y total y convocar a un nuevo pacto social por el bienestar. El camino equivocado es el del populismo --de nuevo como Obama y Zapatero-- de la confrontación de clases.

México dio un paso audaz en 1986 con el modelo de crecer para pagar. La reforma económica de Aspe-Salinas corrigió desequilibrios pero se ahogó en la negativa de la reforma fiscal y en la reestructuración olvidada del modelo económico populista-neoliberal. La salida en ese momento era la de un programa de choque heterodoxo para alinear las variables distorsionadas, pero el Gobierno carecía entonces de legitimidad social y política y tuvo miedo. Salinas desvió el camino de la reforma del desarrollo para meterse en la globalización entreguista a los intereses y necesidades de las corporaciones estadounidenses, eludiendo la remodelación de la planta productiva para mejorar empleo y competitividad; la salida salinista llevó a la quiebra de líneas productivas completas y a la importación abierta. Así, la reforma de Salinas reactivó la planta productiva de los EU a costa de afectar a la mexicana.

Grecia no tiene más camino que el ajuste. Sus cifras son similares a las mexicanas del pasado: Desempleo 12%, deuda 145% del PIB, déficit presupuestal 12% y PIB de -2% en 2010 y previsto de -4.8% en 2011. Lo más grave es la deuda porque Grecia no tiene ahorro para pagar el servicio de la deuda y podría quebrar -aunque Keynes decía que las naciones nunca quebraban-, aunque el no-pago de deuda llevaría a los bancos a la quiebra y el hundimiento del sistema financiero. Pero en Grecia la sociedad ha violentado las calles contra el ajuste.
De ahí que Grecia se encuentre en el peor de los mundos. Es inevitable que Alemania salve a Grecia con mayores créditos de rescate, pero a condición de que el gobierno socialista asuma un programa severo de ajuste neoliberal que profundizará el empobrecimiento social. La salida sería una gran reforma económica que los socialistas no quieren asumir pero que podría reformular la planta productiva para optar por la vía del crecer para pagar.

En 1975 y 1982, el FMI hundió a México en una recesión grave, en 1986 el FMI aceptó la vía de crecer para pagar y en 1995 México hipotecó su factura petrolera para el crédito que salvara la economía de la quiebra por el error de Salinas y Zedillo en diciembre de 1994 y el alza criminal en las tasas de interés bancarias que provocaron la pérdida de bienes de la mayoría de los mexicanos. Obama, Papandreu y Zapatero no quieren sacrificios sociales por sus irresponsabilidades económicas, pero tampoco proponen una nueva política económica para el desarrollo.

En todo caso, la crisis actual ha revelado el fracaso de los economistas que se niegan a pensar y se dedicar a justificarse y a culpar a los demás de sus propios errores.

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