Gabinete de solistas

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Adquieren su auténtica, verdadera dimensión, las anotaciones formuladas por Carlos Castillo Peraza acerca de la personalidad de Felipe Calderón Hinojosa, en la única carta hecha pública hasta el momento. El presidente de la República nunca aprendió a confiar, en consecuencia no sabe delegar, de allí que los miembros del gabinete se coordinen como una orquesta sinfónica en la que todos y cada uno de los integrantes son solistas. Cada cual toca el instrumento que le corresponde como Dios le da a entender, en los escasos momentos en que el director de tal desorden se los presta para que ejecuten.

Nunca ha dejado de sorprenderme el comportamiento de Javier Lozano Alarcón, quien como buen poblano se asumió, él mismo y con la tolerancia de su patrón, como ajonjolí de todos los moles; lo mismo tiene que ver con la resurrección de Mexicana de Aviación, como si fuese el secretario de Comunicaciones, que con la procuración de justicia, cuando Zhenli Ye Gon hizo célebre la frase: “Cooperas, o cuello”, por lo que el secretario del Trabajo y Previsión Social decidió demandarlo en Estados Unidos y, como sucede con ciertos políticos mexicanos, todo quedó en agua de borrajas.

Lo que debiera azorar a la sociedad es que México, como nación, continúe de pie, a pesar de la adversidad y de la impericia gubernamental para concitar voluntades y construir un liderazgo, urgente, necesario, si se quería sumergir a los mexicanos en una guerra sin cuartel, sin estrategia y sin final, en la que los únicos ganadores son los comerciantes de armas, los narcomenudistas estadounidenses, los introductores de estupefacientes en Estados Unidos y el gobierno de esa nación, pues acá se cumple puntualmente con el papel diseñado en la estrategia para frenar la migración, legal e ilegal.

Un país en el que el presidente de la República ha carecido de la capacidad de convocatoria requerida para proponer la transición e iniciarla. En el que el Instituto Federal Electoral perdió, en la actitud díscola del Congreso, tres consejeros desde hace más de ocho meses, y no hay fecha para resolver su ausencia. Una nación en la que los legisladores, los supuestos representantes de los intereses de la sociedad, son incapaces de ponerse de acuerdo para construir consenso y proponer las reformas que la patria y sus representados necesitan para salir del marasmo en que las colocó Vicente Fox Quesada, por la esperanza que significó, pero pronto diluida en la pareja presidencial, o cuando a Fidel Castro lo invitó con condiciones: Comes y te vas; o cuando a los reporteros de la fuente de presidencia, al momento de visitarlos en la sala de prensa, a una de sus preguntas respondió: Y yo, ¿por qué?

Gobierno de solistas, en el que no existe coordinación y no aprenden o no quieren escuchar, porque escudados en la soberbia proporcionada por el cargo y el salario, insisten en que al narcotráfico, a los barones de la droga, a la delincuencia organizada ha de combatírsele a sangre y fuego, porque así los instruyeron y así ocultan las reales intenciones del diseño geopolítico estadounidense y el papel que México ha de desempeñar.

Son incapaces de aceptar que no se les propone dejar la plaza, el gobierno, el país en manos de criminales. Lo que la sociedad quiere, lo que las voces consideradas discordantes por el gobierno proponen, obedece a consideraciones de humanidad y respeto, pues se trata de acabar con la violencia para sustituirla por la inteligencia, cambiar las balas por las ideas, a efecto de, en serio, darles donde les duele: sus ingresos, porque los necesitan para moverse e imponerse, y sus complicidades, porque sin ellas no pueden construir sus imperios de corrupción e impunidad.

Inmerso en esta reflexión recuerdo el libro Crítica de la razón política, de Regis Debray, en el que encuentro una posible respuesta ideológica, al proceder del actual gobierno. En el capítulo La función funeraria el autor escribe: Sacrificar significa, a la letra, convertir en sagrado. De la matanza como primera necesidad vital de una colectividad.

La proposición: Los grupos se llenan gracias al vacío, podría traducirse como: “Mueran, nosotros haremos lo demás”. Pasando de lo mecánico a lo político, la propuesta de Arquímedes no es: “Dadme un punto de apoyo y moveré al mundo”, sino “Dadme un muerto, y les construiré una sociedad”, empezando, buen principio, por la sociedad de los amigos del difunto.

Para que Joaquín “El Chapo” Guzmán haya salido por su propio pie de Puente Grande, y para que no aparezca a pesar de operar e imponerse día a día, es porque tiene complicidades de enorme poder político; los niveles de tráfico de estupefacientes, de extorsión, de secuestro, el crecimiento desorbitado del crimen para llenar el vacío de autoridad, obedece a complicidades, y mientras los cómplices de cuello blanco, los que se mueven en los círculos del poder, permanezcan impunes, podrá crecer exponencialmente el número de víctimas que la violencia y los montos del tráfico de estupefacientes no disminuirá, porque precisamente no se combate la impunidad garantizada en las complicidades.

Una vez que los cómplices dejen los círculos del poder, podrá combatirse el lavado de dinero, el flujo de capitales del narco, que se arraiga y fomenta aceptación, porque lleva bienestar allí donde los gobiernos abdicaron de su mandato constitucional.

Es demencial el diálogo de solistas establecido entre el gobierno y la sociedad. Porque algún patiño como Vicente Fox se las ponga para batear a Felipe Calderón, no han de confundirse las propuestas ni su viabilidad. Nadie, en su sano juicio, propone amnistía, tregua y pacto. Lo que se necesita, lo que es urgente, es el cambio de estrategia, pero hacerlo no está dentro de los planes estadounidenses, no causa derrama económica por el tráfico de armas y la corrupción, y no permitiría justificar lo de las fosas clandestinas.

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