Iturbide, el olvidado

Otto Schober / La Línea del Tiempo

El historiador y académico de la Universidad de Guadalajara, Jesús Gómez Fregoso, escribe la razón del por qué Agustín de Iturbide entró triunfante a la capital de la nueva nación el 27 de septiembre de 1821, porque María Ignacia Rodríguez de Velasco, conocida por su apodo de “La Güera Rodríguez”, que había participado con el canónigo Monteagudo y otros criollos en el plan de La Profesa, determinado a concluir la guerra e independizarse de España. Acompañaban al doctor Monteagudo, Bataller, regente de la audiencia, Hipólito Odoardo, marqués del Jaral, el obispo de Puebla Joaquín Pérez y otros peninsulares acaudalados.

Todos coincidían en que el camino de las armas empleado por Hidalgo y Morelos no era el indicado. Temían a la constitución liberal de Cádiz y a las cortes españolas que acababan de decretar la extinción de los apenas renacidos jesuitas y la supresión del fuero eclesiástico, de monasterios y órdenes monacales. Era una ironía más de la historia: Los gachupines que habían combatido a Hidalgo y Morelos eran ahora los que deseaban la independencia.

El hombre indicado para lograrla era Agustín de Iturbide, satanizado por la historia oficial. Iturbide hábilmente convenció a Vicente Guerrero y en pocas semanas apareció el Plan de Iguala, el 14 de febrero de 1821, y después de diversas negociaciones con el gobierno español, el 27 de septiembre entrarían triunfantes las tropas de las tres garantías...

En las escuelas de todos los tipos, lo mismo oficiales que particulares, se ataca innoblemente a Iturbide sin ni siquiera conocerlo.

En la prensa, en la radio y en la televisión casi siempre se actúa en su contra de la misma manera. El monumento en Padilla, Tamaulipas, en el lugar mismo de su muerte, ha sido constantemente profanado por sus ocultos enemigos, como los llamados hijos de la viuda (los masones), a tal grado que hasta las lápidas conmemorativas han sido arrancadas y destruidas con ferocidad caníbal; finalmente con el pretexto de la construcción de una presa, la población de Padilla ha desaparecido del mapa junto con el lugar de la muerte del libertador.

En 1921, sacrílegamente, como exclama patéticamente don Nemesio García Naranjo, su nombre fue arrancado y proscrito de la Cámara de Diputados.

Después, siendo presidente de la República el general Manuel Ávila Camacho, oficialmente se ordenó la mutilación de nuestro Himno Nacional, al suprimir las estrofas en las que Francisco González Bocanegra cantó patriótica y justicieramente a Iturbide.

Y finalmente, en la época del presidente Adolfo López Mateos se dejó caer sobre el 27 de septiembre y sobre la memoria de Agustín de Iturbide, todo el peso de la armazón del negocio de la luz para borrar su nombre, su recuerdo y sus hazañas de los anales de la historia. (J. Gómez Fregoso)

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