Francisco Rodríguez / Índice Político
Los mercadólogos que hoy dominan las actividades electoreras recomiendan tapar un escándalo con otro escándalo.
Así ha venido sucediendo en los últimos meses. Mire usted:
Primero se hicieron públicos los niveles de endeudamiento de los gobiernos priístas y se hizo énfasis en los métodos empleados principalmente en Coahuila por el entonces gobernador Humberto Moreira para obtenerlos.
Y justo cuando la bulla de los panistas rasgándose las vestiduras estuvo en su apogeo, sobrevino la tragedia del Casino Royale que cobró la vida de 52 personas y, además, puso en enormes letras rojas las complicidades de los panistas de todos los niveles –en Gobernación y a través de amigos personales del ocupante de Los Pinos– con las mafias que controlan los casinos y, a través de ello, el lavado de dinero, las adicciones, la prostitución… Obviamente, la algarabía fue alimentada desde los cuarteles del tricolor.
Así, cuando la lumbre del Royale ya llegaba a los aparejos de los corruptos y persignados panistas –de ahí el llamado de Calderón el último fin de semana para que volvieran a los cauces de la ética–, sobrevino el escándalo de los 35 cadáveres literalmente tirados en un boulevard del veracruzano municipio de Boca del Río, que distrajo o atrajo la atención del respetable.
Escándalo tras escándalo.
Primero, los panistas provocan aquél en el que se vio envuelto el dirigente nacional –formal– del PRI, Moreira.
Después, los priístas se montan sobre ese otro que tiene como protagonista al alcalde regiomontano Larrazábal y a uno de los hermanos de éste, ambos impulsores del recién abucheado Ernesto Cordero, ostensible protegé del titular de la fallida Administración federal.
Y para “taparlo” ¿fue que se llevó a cabo, con precisión casi militar –o naval–, el tiradero de cadáveres al pie del monumento a los Voladores de Papantla, justo enfrente de donde ya se hospedaban algunos de los procuradores y magistrados que acudirían a un cónclave sobre administración e impartición de justicia en el área conurbada del puerto jarocho?
Hay quienes apuestan a favor de que así fuese. Que desde hace ya algunos meses, desde el war room de Los Pinos se tienen planeadas acciones similares para desestabilizar a gobiernos priístas –especialmente aquellos del sureste que, además, tienen gobernadores recién entrados en funciones–, pues es harto conocido que esa amplia región del país que abarca a Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Tabasco, Yucatán, Quintana Roo, el Revolucionario Institucional tiene las más altas reservas de posibles votantes. Es, como dicen sus propios militantes, “el granero del PRI”.
No sería de extrañar, así las cosas, que en semanas o meses próximos algunas de esas entidades se sumen a Veracruz en materia de atracción de la atención pública por algún escándalo sangriento o en materia de corrupción.
Porque así como es ostensible que Nuevo León y ahora Veracruz están en jaque, también lo es que estados gobernados por panistas, cual Jalisco y Guanajuato –el Bajío, “granero del PAN”– son medidos con una vara diferente.
Más de 6 mil millones de pesos recién llegaron a Jalisco cual apoyo extraordinario para la celebración del los próximos Juegos Panamericanos. ¿Nada más para eso? ¿Pago al gobernador Emilio González para que se “bajara” de la contienda presidencial interna del PAN?
A Guanajuato Calderón le da todo lo que el mandatario Oliva le pide. ¿A cambio del apoyo que éste da sin pudor alguno al “delfín” Cordero?
En San Luis Potosí hay jefe político panista. El ex gobernador Marcelo de los Santos a quien el ocupante de Los Pinos dio la Casa de Moneda, y no sólo para que ésta produjera “medallitas del Papa” –con la efigie de Karol Wojtyla– sino para…
¿Y Baja California, donde mal administra un medroso sinaloense ante el poder militar? Ahí ha habido “limpieza” etno-social a cargo de la federación, para que –contrario a Veracruz– el góber Osuna se la pase ATM con su cuatacho del alma con quien comparte domicilio y que es delegado del Centro SCT.
Un escándalo tapa a otro escándalo, recomiendan los mercadólogos.
¿Cuál el próximo?
Índice Flamígero: Me escribe un amigo de orígenes castrenses respecto a la balacera que se dio en el restaurante Wings, en la esquina del Anillo Periférico y Horacio de la capital nacional. Apunta que cuando la Marina enfrentó a Arturo Beltrán, éste –sin tener conocimientos de seguridad– tenía dos anillos concéntricos de seguridad, con gente armada y equipada con vehículos, radios de comunicación (tal vez encriptados) personal de dos niveles de gobierno (municipal y estatal con su estructura) para cualquier tipo de emergencias. En cambio, a escasos 80 metros en línea recta del restaurante Wings se encuentra la Quinta Galeana, residencia del secretario de la Defensa Nacional. Y no hay ahí cinturones concéntricos de seguridad. ¿Qué hubiera pasado si una bala perdida llega a la residencia del general Galván Galván? ¿Un daño colateral? No hay esos anillos concéntricos, tal vez por descuido, falta de personal, falta de capacidad, o por creerse infalibles…
Los mercadólogos que hoy dominan las actividades electoreras recomiendan tapar un escándalo con otro escándalo.
Así ha venido sucediendo en los últimos meses. Mire usted:
Primero se hicieron públicos los niveles de endeudamiento de los gobiernos priístas y se hizo énfasis en los métodos empleados principalmente en Coahuila por el entonces gobernador Humberto Moreira para obtenerlos.
Y justo cuando la bulla de los panistas rasgándose las vestiduras estuvo en su apogeo, sobrevino la tragedia del Casino Royale que cobró la vida de 52 personas y, además, puso en enormes letras rojas las complicidades de los panistas de todos los niveles –en Gobernación y a través de amigos personales del ocupante de Los Pinos– con las mafias que controlan los casinos y, a través de ello, el lavado de dinero, las adicciones, la prostitución… Obviamente, la algarabía fue alimentada desde los cuarteles del tricolor.
Así, cuando la lumbre del Royale ya llegaba a los aparejos de los corruptos y persignados panistas –de ahí el llamado de Calderón el último fin de semana para que volvieran a los cauces de la ética–, sobrevino el escándalo de los 35 cadáveres literalmente tirados en un boulevard del veracruzano municipio de Boca del Río, que distrajo o atrajo la atención del respetable.
Escándalo tras escándalo.
Primero, los panistas provocan aquél en el que se vio envuelto el dirigente nacional –formal– del PRI, Moreira.
Después, los priístas se montan sobre ese otro que tiene como protagonista al alcalde regiomontano Larrazábal y a uno de los hermanos de éste, ambos impulsores del recién abucheado Ernesto Cordero, ostensible protegé del titular de la fallida Administración federal.
Y para “taparlo” ¿fue que se llevó a cabo, con precisión casi militar –o naval–, el tiradero de cadáveres al pie del monumento a los Voladores de Papantla, justo enfrente de donde ya se hospedaban algunos de los procuradores y magistrados que acudirían a un cónclave sobre administración e impartición de justicia en el área conurbada del puerto jarocho?
Hay quienes apuestan a favor de que así fuese. Que desde hace ya algunos meses, desde el war room de Los Pinos se tienen planeadas acciones similares para desestabilizar a gobiernos priístas –especialmente aquellos del sureste que, además, tienen gobernadores recién entrados en funciones–, pues es harto conocido que esa amplia región del país que abarca a Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Tabasco, Yucatán, Quintana Roo, el Revolucionario Institucional tiene las más altas reservas de posibles votantes. Es, como dicen sus propios militantes, “el granero del PRI”.
No sería de extrañar, así las cosas, que en semanas o meses próximos algunas de esas entidades se sumen a Veracruz en materia de atracción de la atención pública por algún escándalo sangriento o en materia de corrupción.
Porque así como es ostensible que Nuevo León y ahora Veracruz están en jaque, también lo es que estados gobernados por panistas, cual Jalisco y Guanajuato –el Bajío, “granero del PAN”– son medidos con una vara diferente.
Más de 6 mil millones de pesos recién llegaron a Jalisco cual apoyo extraordinario para la celebración del los próximos Juegos Panamericanos. ¿Nada más para eso? ¿Pago al gobernador Emilio González para que se “bajara” de la contienda presidencial interna del PAN?
A Guanajuato Calderón le da todo lo que el mandatario Oliva le pide. ¿A cambio del apoyo que éste da sin pudor alguno al “delfín” Cordero?
En San Luis Potosí hay jefe político panista. El ex gobernador Marcelo de los Santos a quien el ocupante de Los Pinos dio la Casa de Moneda, y no sólo para que ésta produjera “medallitas del Papa” –con la efigie de Karol Wojtyla– sino para…
¿Y Baja California, donde mal administra un medroso sinaloense ante el poder militar? Ahí ha habido “limpieza” etno-social a cargo de la federación, para que –contrario a Veracruz– el góber Osuna se la pase ATM con su cuatacho del alma con quien comparte domicilio y que es delegado del Centro SCT.
Un escándalo tapa a otro escándalo, recomiendan los mercadólogos.
¿Cuál el próximo?
Índice Flamígero: Me escribe un amigo de orígenes castrenses respecto a la balacera que se dio en el restaurante Wings, en la esquina del Anillo Periférico y Horacio de la capital nacional. Apunta que cuando la Marina enfrentó a Arturo Beltrán, éste –sin tener conocimientos de seguridad– tenía dos anillos concéntricos de seguridad, con gente armada y equipada con vehículos, radios de comunicación (tal vez encriptados) personal de dos niveles de gobierno (municipal y estatal con su estructura) para cualquier tipo de emergencias. En cambio, a escasos 80 metros en línea recta del restaurante Wings se encuentra la Quinta Galeana, residencia del secretario de la Defensa Nacional. Y no hay ahí cinturones concéntricos de seguridad. ¿Qué hubiera pasado si una bala perdida llega a la residencia del general Galván Galván? ¿Un daño colateral? No hay esos anillos concéntricos, tal vez por descuido, falta de personal, falta de capacidad, o por creerse infalibles…
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