El reto del último año

Jorge Fernández Menéndez

En la política, el desafío es enorme

Recuerdo el quinto informe de Miguel de la Madrid, marcado por la presión inminente del destape de su candidato presidencial que unos días después, fue Carlos Salinas de Gortari y por una también inminente crisis económica, con los costos políticos, económicos, sociales del terremoto del 85 azotando a su administración. Y con el PRI a punto de dividirse. Recuerdo, un año después a un De la Madrid paralizado ante aquella primera interpelación en un informe presidencial de Porfirio Muñoz Ledo.

En 1993, también me tocó cubrir a un presidente Salinas que le dijo a Elena Gallegos aquello de “ni los veo ni los oigo” sobre sus impugnadores, después de un informe más que exitoso, con el TLC firmado y con la expectativa de la próxima candidatura presidencial. No se pensaba en esos días en el próximo sexenio sino en las próximas dos décadas del salinismo. Un año después, todo había cambiado: el candidato, Luis Donaldo Colosio, había sido asesinado; se había desatado la rebelión zapatista, algo más que azuzada por factores internos de poder; la economía estaba amenazada y pese a que las elecciones de agosto de ese año no habían sido impugnadas y el triunfo de Zedillo había sido amplio, también recuerdo que Salinas no sentía al candidato como suyo (la historia demostró que era así) y también que en esos días le dijo a Joaquín López Dóriga que la elección había salido muy bien pero que no estaba tranquilo, que “lo iban a intentar de nuevo”. Un mes después era asesinado José Francisco Ruiz Massieu. Luego llegó el diluvio.

Ernesto Zedillo en su quinto informe se enfrentó, por segunda ocasión, a un congreso en el que no tenía el PRI la mayoría. Lo hizo cuando la consigna de sacar al PRI de Los Pinos había comenzado a resonar pero cuando el candidato de Zedillo, Francisco Labastida, tenía una amplia ventaja electoral sobre otros aspirantes, pero también cuando la división interna con Roberto Madrazo amenazaba con minar seriamente, como ocurrió, al PRI. Un año después, Zedillo tenía que reconocer que entregaría el poder a Vicente Fox y de poco le servirían, en ese ámbito, mostrar las tasas de crecimiento económico más altas de los últimos años (y las más altas que ha habido desde entonces).

Los últimos informes de Vicente Fox, el quinto y el sexto, se limitaron a saber si el Presidente iría o no al Congreso, en medio de la agresión constante de un lopezobradorismo que había excedido cualquier límite de sensatez y respeto político. Desde entonces murió el informe como un acto público del Presidente en turno ante el Congreso.

La norma de los últimos sexenios ha sido una distancia muy considerable entre las expectativas y planes esbozados en los quintos informes y la realidad que se debe enfrentar en el último, poco antes de entregar el poder. Hoy el presidente Calderón en el informe público que presentará en el Museo de Antropología mostrará lo que considera sus logros y retos, sabiendo que éstos se apreciarán o no, en muy buena medida, de acuerdo a los resultados electorales del próximo año. Hablará de la salud, de la infraestructura, de la ecología, donde ha tenido avances muy importantes, pero sabe que será evaluado por la economía, por la política y sobre todo por la seguridad.

En la economía deberá mantener la estabilidad y los equilibrios en un entorno de amenazas globales que no son menores. Pero deberá hacerlo sin sacrificar en demasía el crecimiento económico y el empleo. No es viable hacerlo en un año electoral. Tiene enfrente reformas estructurales deseables, desde la energética hasta la fiscal o la laboral que no parecen ser viables, quizás salvo la última en el corto plazo, que es el único que le queda a esta administración.

En la política, el desafío es enorme: desde garantizar la gobernabilidad hasta buscar que su partido continúe en Los Pinos. La relación con el Congreso; con los partidos de oposición; el equilibrio entre el apoyo que puede y debe dar un presidente a su candidato en contraposición a las limitaciones reales y legales que tiene para otorgar ese impulso; las decisiones que se dividen entre las necesidades de Estado y las meramente electorales. Y mucho antes, la propia selección del aspirante en su partido.

En la seguridad, las metas deben ser muy claras: no se acabará en un año con la violencia y mucho menos con el crimen organizado, pero se deben percibir avances en la seguridad pública, deben caer más personajes de la lista elaborada por el propio gobierno, y el Presidente, ya lo ha dicho, se esforzará para dejar el andamiaje institucional más sólido posible en ese ámbito. Allí el fortalecimiento de la Policía Federal es clave, porque constituye el mayor legado institucional de esta administración en ese terreno.

En última instancia de lo que se tratará será de que la distancia entre el quinto y el sexto informe no sea tan amplia como la que hemos visto y vivido en muchas, demasiadas, ocasiones.

Comentarios