El agua es seguridad nacional

Carlos Ramírez / Indicador Político

Ahora que el tema de la seguridad nacional ha sido asumido como algo más que algún intento de invasión de alguna potencia extranjera, el tema del agua ha sido incluido en las agendas de riesgo de inestabilidad. El agua es vital para la producción de alimentos y los dos forman parte esencial de la seguridad nacional.

De ahí que el agua sea también un factor político fundamental en el equilibrio social. El agua es un recurso vital como el aire. Los países que le han apostado a la importación de alimentos han enfrentado desde hace unos años el problema de que la producción de alimentos es ya parte del mercado bursátil, olvidando los objetivos sociales. Y la escasez de alimentos en zonas africanas ha provocado ya pobreza, hambrunas y revueltas sociales.

La clase dirigente mexicana parece no mirar más allá de sus narices del 2012. Pese a problemas por escasez de agua para la producción agrícola y heladas que han destruido zonas de producción de alimentos, el presupuesto federal estimado para el año próximo contempla un recorte a la Secretaría de Agricultura de alrededor de 16.5%, más de 12 mil millones de pesos. Para el programa nacional concurrente del campo reducen más de 10%, 33 mil millones de pesos. Y a la Comisión Nacional del Agua le cortan 16%, 6 mil millones de pesos sobre los casi 37 mil millones de este año.

El agua y los alimentos son un asunto de seguridad nacional para México. Y por tanto, un tema de estabilidad política y social de igual importancia que la inseguridad o la defensa de la soberanía fronteriza. Y más en situaciones de adversidad: Reportes de especialistas revelan que el cambio climático ha afectado ya el ciclo hidrológico del planeta y enfrenta a las naciones a verdaderos colapsos de estabilidad ambiental: Sequías, huracanes, inundaciones y heladas son provocadas ya por el cambio climático. Y esas calamidades han impactado la estabilidad del mercado alimentario con alzas de precios que a veces los presupuestos públicos no alcanzan a cubrir y repercuten en el precio final al consumidor.

A largo plazo, datos de la ONU y de la OCDE advierten que en los próximos 40 años la agricultura mundial enfrentará el reto de la eficiencia productiva pero sobre todo de la transformación del agua en un recurso de valor geoestratégico y que podría provocar guerras como las territoriales del pasado. El 70% del agua se dedica en el mundo a la producción agrícola. Y el problema central se localiza en hecho de que el mundo tendrá que aumentar en 50% la producción de alimentos para el año 2030 y 100% para el 2050.

El debate no ha alcanzado aquí interés nacional, salvo en ciertos sectores organizados. Como asunto de seguridad nacional, el tema del agua acaba de ser debatido en el XVI Congreso Nacional de Irrigación, celebrado la semana pasada en Culiacán, Sinaloa, y propiciada por el diputado priísta sinaloense Óscar Lara Aréchiga, presidente de la Comisión de Recursos Hidráulicos de la Cámara de Diputados. Sin embargo, otros legisladores y la opinión pública han desatendido otros problemas vitales para el país por obsesionarse con la grilla presidencial del 2012 o la parafernalia de la violencia del crimen organizado.

La estrategia de desarrollo nacional ha soslayado la importancia de la agricultura en la producción de alimentos y la importación de alimentos repercute en precios internos que reflejan la especulación de los mercados y las dificultades productivas y no las necesidades de los consumidores. En México existen 6.5 millones de hectáreas agrícolas y producen el 50% de los alimentos, pero hay una tasa de desperdicio del agua de un 60% en riego rodado. Esta ineficiencia repercute en la carestía de los alimentos al consumidor.

La ausencia de objetivos articulados deriva en mal uso de los recursos; por ejemplo, la Comisión de Recursos Hidráulicos de la Cámara de Diputados consiguió en 2010 y 2011 un aumento de 26% en el presupuesto para la infraestructura hidráulica, pero para el presupuesto de 2012 se sacrificará el gasto en el sector agrícola. El desafío es grande: El diputado Lara Aréchiga contó en el congreso que los agricultores tienen que hacer verdaderos esfuerzos titánicos para suplir el descuido gubernamental; en febrero cayó en Sinaloa la peor helada en años y afectó a prácticamente toda la superficie de siembra del ciclo otoño-invierno; pero en semanas, los agricultores organizaron un programa de resiembra que logró una cosecha de 3 millones de toneladas de maíz y sorgo; el apoyo de la Comisión Nacional del Agua fue vital para evitar la pérdida en la producción.
Pero el sector agrícola requiere no sólo del esfuerzo de los productores sino de una estrategia gubernamental --hasta ahora ausente o, en el mejor de los casos, incompleta, de corto plazo y regional-- para consolidar el sector de la producción de alimentos. El XVI Congreso Nacional de Irrigación exhibió las limitaciones, contradicciones y descuidos de la falta de una política integral de desarrollo agrícola del gobierno federal, al tiempo que recordó el papel estratégico del agua en la producción de alimentos y la amenaza de distorsión provocada por el cambio climático.

El agua es considerada un recurso renovable cada vez más difícil de obtener, por lo que las cifras de demanda están obligando a los gobiernos a atender los mecanismos de cuidado y asignación del agua para evitar conflictos en la producción agrícola y revueltas por la disminución en el flujo de agua potable en el mundo. El control del agua y su asignación repercutirá en el control de la producción de alimentos.

El Banco Mundial ha aceptado que las guerras en el siglo XXI --a diferencia de las del XX que fueron por el petróleo-- “serán por el agua”, comenzando por el control de las cuencas fluviales. Decenas de conflictos hoy en cursos son por el agua, incluyendo lo que se llama “la guerra del agua en Bolivia”. De ahí que el control, suministro y abasto de agua sean un asunto de seguridad nacional de México, aunque algunos lo vean como cuestión sacrificable.

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